La Ciudad de México está diagnosticada con una deshidratación severa y no parece haber mejoría, al contrario, ha llevado a cabo tratamientos paliativos que solo atenúan por algún tiempo el verdadero problema de fondo: la poca disponibilidad de agua de calidad.
¿Qué nos indica que la Ciudad de México está enferma y deshidratada? Que cada vez tiene temperaturas más elevadas, tiene fiebre. Que sus arterias ya no llevan agua sino cemento, su presión arterial es baja. Que su población crece desmedidamente y el agua no alcanza para todos, su pulso es débil. Que su respiración es agitada porque gasta más agua de la que puede recuperar.
Como vemos, hablar de los síntomas, lo visible de la enfermedad, nos lleva a evaluar lo invisible, es decir, lo que está ocurriendo en el fondo del problema de la escasez de agua. Por eso es importante discutir su complejidad y evaluar todos los factores que la provocan.
Según lo que se ha mencionado en repetidas ocasiones, si no llueve, no habrá agua en el Sistema Cutzamala y, por ende, tampoco en la Ciudad de México. Pero la lógica es mucho más amplia: si no llueve, no habrá agua en el Cutzamala, que solo abastece el 30% del consumo de agua en la ciudad, tampoco en los acuíferos (las fuentes subterráneas), que es donde realmente se abastecen de agua los 22 millones de personas que viven en la Zona Metropolitana del Valle de México.
“Es un poco injusto tomar esta perspectiva del ‘Día Cero’ porque la situación de la ciudad es mucho más compleja que eso. Tenemos una crisis de agua que es desigual, es decir, hoy en día y antes de esta sequía, ya teníamos poblaciones que viven en una escasez muy dura, para las cuales el ‘Día Cero’ es todos los días, casualmente son poblaciones que están en situaciones de marginación. Las poblaciones más marginadas, en situaciones socioeconómicas más difíciles, son las que enfrentan la mayor escasez”, reflexiona Jorge Ortiz Moreno, investigador doctoral del Institute of Development Studies, en el Reino Unido.
Y sí, podemos preguntarnos por qué, por ejemplo, sí hay aspersores regando zonas residenciales, pero tienen desabasto de agua en la alcaldía Venustiano Carranza, donde viven Nayely y Elizabeth, o en Iztapalapa, donde reside Guillermo, o en Nezahualcóyotl, donde vive Daniela, o en Atizapán de Zaragoza, donde vive Abigail.
¿Por qué todxs ellxs deben pagar más de $1,000 por pipa de agua privada o $200 aun si la pipa la envía el gobierno como un servicio gratuito?, o ¿por qué los 5,000 o 10,000 litros de agua de la pipa solo abastecen a una familia por algunos días mientras que las zonas con mayor poder adquisitivo cuentan con servicios como albercas, áreas verdes y campos de golf regados con miles de litros de agua dulce?
Por ahora, no se puede hablar de un “Día Cero”, el día que no podamos consumir una gota más de agua. Lo que sí se puede asegurar es que la ausencia de lluvias abundantes y recurrentes impacta en la cantidad de agua que podemos consumir, y que, definitivamente, hay personas con mayor vulnerabilidad a la escasez de agua que otras.
Lee el reportaje completo aquí: Escasez de agua en la CDMX: salud urbana en riesgo
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