Cuando te conviertes en papá, todo cambia. Sobra decirlo. Los procesos de adaptación a la nueva vida que implica estar a cargo de pequeños seres humanos son seguramente los cambios más radicales a los que uno se expone en la vida. Acostumbrarse a dormir menos es uno de los más obvios y estereotípicos. Nadie se salva. Mis hijas, por ejemplo, son malísimas para dormir. Lo hacen porque no queda de otra. A ellas lo que les gusta es estar jodiendo desde temprano.
Con el tiempo, hubo que reconciliarse con la idea. Me resulta más práctico y menos doloroso entender que en esta etapa de mi vida, las levantadas tarde quedaron atrás. Pero no todo es pa’bajo. Cuando acepté y me rendí, la vida me trajo de vuelta a un viejo conocido del que me olvidé por muchos años. Hablo del sábado por la mañana.
Lo que antes comenzaba a las 11 de la mañana con la búsqueda de un remedio quitacrudas, hoy es un momento de paz, silencio y tranquilidad. Salir completamente fresco a la calle un sábado a las 8 de la mañana a buscar el primer café es hoy uno de mis momentos favoritos de la semana.
Ya sé, ya estoy grande. Pero piensen en las posibilidades, son infinitas. Especialmente hablando del desayuno. ¿Qué puede ser más emocionante que elegir entre un consomé de barbacoa en la banqueta o unos molletes en una de esas cafeterías que huelen a pan con mantequilla y apapacho? O hacer el viaje por llegar antes que nadie a pedir las primeras carnitas que salen del cazo, brillando de buenas. Entrar a la Fonda Margarita sin necesidad de hacer fila, ver abrir El Villamelón, conseguir una mesa en Lardo o echarse una torre de hot cakes esponjosos, diseñados específicamente para Instagram, en una de esas nuevas panaderías para extranjeros.
El desayuno en México no se parece a ningún otro en el mundo, principalmente porque nosotros no tenemos reparo en meternos un platito de fruta y otro de huevos revueltos en salsa, o un animal entero sacrificado en la noche anterior y que pasó toda la madrugada cociéndose en sus jugos. Para nosotros, el pan dulce, las mermeladas y el café son herramientas de sobremesa.
En una ciudad donde no suele haber tiempo para desayunar con calma en un día cualquiera, el sábado por la mañana es una oportunidad única de empezar la jornada como se debe. Con la total libertad de elegir con qué nos vamos a apapachar el fin de semana y desde bien temprano. A partir de ahí, que pase lo que tenga que pasar.