La marcha del orgullo estará dividida en dos contingentes cuyos desacuerdos bordean el melodrama exhibicionista. Quienes caminarán al ras del suelo con pancartas y consignas reclamando, entre otras cosas, acceso a las vacunas de Mpox concentradas en el hashtag #Yomarchoapie. Y aquellxs que bailarán al ritmo de la música financiada por marcas y bendiciones gubernamentales.
Lxs primerxs son activistas que propusieron un bloque disidente con el argumento de renunciar a las predecibles esperanzas que han hecho de la marcha una franquicia o laboratorio para el marketing inclusivo. Un recorrido sin música, automotores con dj, tragos, hombres musculados en plataformas y las inagotables marcas que imprimen su logo en cualquier superficie posible. El objetivo es priorizar el pavimento, las pancartas y las consignas sin distracciones de colores monetizados.
Del otro lado, decidieron perpetuar la condición de fiesta que ofrece el Paseo de la Reforma el último sábado de junio; y que congrega a más de 300 mil personas según las mismas autoridades de la ciudad. Muchas de ellas provenientes de estados, municipios de la República Mexicana donde la homosexualidad y otras diversidades siguen siendo objeto de burla, linchamiento o muerte.
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Antecedentes de la Marcha del Orgullo LGBT+
En 2012 la marcha sufrió una primera fisura ante la proximidad entre el último sábado de junio y las elecciones presidenciales. La ley seca amenazaba la fiesta que con los años se ha convertido en quizá la expectativa más codiciada. El alcohol provenía de los bares y antros, y eran precisamente sus dueñxs quienes propusieron que la marcha del orgullo sucediera una semana antes para que la borrachera no se viera interrumpida.
En respuesta, un grupo denominado como “histórico” manifestó que la marcha debía respetar la deuda histórica; por lo que la fecha del último sábado de junio, con o sin alcohol era inamovible. El resultado: dos marchas con una semana de diferencia. Siendo la llamada marcha de los empresarios la que más gente logró convocar frente a la marcha organizada por el comité histórico.
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¿Qué pasará con la comunidad este sábado 24 de junio de 2022?
Al momento de escribir esta pieza, la discusión continúa por ver quién sale primero. La incertidumbre a su vez es alimentada por granadas de reproches y sentimentales cuestionamientos en redes sociales desatando una guerra con balas de glitter y moral purificada.
La única certeza es la imposibilidad de llegar al acuerdo en una época de matrimonios igualitarios, adopciones homoparentales, actas de nacimiento con fluidez de género y una derecha que reclama visibilidad con rencor acumulado.
Como dice Mark Fisher: “combatir de manera reactiva una agenda establecida por la derecha nos mantendrá en desventaja siempre”; y eso incendia el desencuentro de los dos contingentes. Mientras esta lucha se torna bestial, alguien debe morderse los labios hasta saborear la sangre, mientras disfruta cómo nos partimos la madre en nombre de la representación, el reconocimiento y la dignidad en una sociedad encaminada a una derecha que reclama su propio orgullo.
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La idea de formar una familia a costa de lo que sea, del hedonismo y la disidencia sexual. El orgullo como competencia de sufrimiento y experiencias personales que suplican por validación del sistema que los puso vulnerables. La búsqueda de normalizar todo. El juego de apariencias frente a una intimidad opuesta al discurso de la máscara social. O renegar del sexo y placer penetrativo son también las cartas de presentación con las que el conservadurismo ha pretendido desactivar el activismo homosexual desde el inicio de nuestra orgullosa desviación.
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