Por Vianey Mejía (Coordinación para la Igualdad de Género en la UNAM)
En los últimos años, el lenguaje incluyente no solo ha ganado terreno en la academia sino también visibilidad pública. Sin embargo, todavía es frecuente que una gran parte de la población se pregunte si es realmente un recurso válido o simplemente un capricho que lxs más puristas tachan de confuso e innecesario.
El principal argumento para desestimar su uso se centra en decir que la lengua española posee un género masculino neutro, o no marcado, que engloba a las mujeres, hombres y disidencias sexogenéricas por igual, por lo que al decir “los alumnos” nos estamos refiriendo a alumnas, alumnos y alumnes. Al decir “todos” estamos hablando de cada una de las personas, independientemente de su género.
No obstante, la Real Academia Española (RAE) tiene un contraargumento, pues nos dice que este uso genérico del masculino es contextual y conviene dilucidarlo cuando es necesario: “el uso del masculino como término no marcado[…] no está determinado únicamente por factores gramaticales, sino especialmente por las condiciones contextuales o temáticas que favorecen la referencia a la especie humana” (RAE).
Lenguaje incluyente: cuestión de derechos
Hay ocasiones en las que en el lenguaje se implica el destino de los derechos de las personas como es el caso de la redacción y escritura de leyes.
La historia nos muestra algunos ejemplos del peligro que significa el mero hecho de no explicitar identidades en el lenguaje y conformarse con el “genérico masculino”, baste recordar la exclusión hacia las mujeres de todas las esferas sociales en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, pese a ser ellas mismas luchadoras y sujetas fundamentales para cristalizar en la Revolución francesa esa acta que se suponía daría a toda persona la ciudadanía, el acceso a la participación política, la soberanía sobre sí misma, estatus humano.
Bien conocida es la posterior reivindicación que Olympe de Gouges publica en 1791 bajo el nombre de Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en la cual pone en cuestión, precisamente, la pretendida universalidad del término “hombre” así como el paradójico actuar de una sociedad “ilustrada” que, rehusándose a nombrarlas, negaba derechos políticos a un montón de personas, incluidas las mujeres.
El lenguaje incluyente en el caso de México
Cuando las sufragistas mexicanas ganaron el voto, fue precisamente mediante el lenguaje incluyente que se garantizó, el 17 de octubre de 1953, este derecho con una reforma al artículo 34:
“Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que teniendo la calidad de mexicanos reúnan, además, los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son y II. Tener un modo honesto de vivir” (SCJN).
Puesto que no era que la antigua versión prohibiera a las mujeres mexicanas votar, simplemente no las mencionaba:
“Son ciudadanos de la República todos los que, teniendo la calidad de mexicanos reúnan, además, los siguientes requisitos: I. Haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y II. Tener un modo honesto de vivir” (SCJN).
Este par de ejemplos hacen constar que el genérico masculino lejos de ser “neutro” suele ser en la práctica solamente un plural masculino que no incluye a las mujeres ni a otras identidades sexogenéricas. Reflejar la diversidad de nuestras sociedades en el lenguaje no agota su necesidad en el ámbito jurídico o político, sino que en el día a día es relevante pues moldea conductas, sentires y perspectivas del mundo.
Si bien, incorporar en nuestras prácticas el lenguaje incluyente es una decisión personal, también es cierto que a la hora de hablar de igualdad y justicia nos coloca de uno u otro lado de la historia. Y en este sentido puede llegar a ser estresante no utilizarlo correctamente, pero, en realidad, hay que tomárnoslo con calma, disponemos de muchos recursos para lograrlo: el desdoblamiento léxico, el uso de sujetos implícitos, o marcas más creativas como son “@”, “x”, “e”, “*”,” _”.
No tiene por qué ser un proceso agobiante, lo importante es cobrar conciencia de manera paulatina sobre lo necesario de visibilizar a todas las personas que conforman los aportes de la humanidad en la ciencia y la cultura.
Para saber más al respecto, les invito a visitar la página de la Coordinación para la Igualdad de Género en la UNAM, en donde encontrarán estrategias para incorporar la perspectiva de género en nuestra comunicación diaria: https://coordinaciongenero.unam.mx/