¿Cómo vamos a recordar, en lo musical, el año 2018? ¿Como el año en el que Maluma se tiñó rubia la melena? ¿Como el año en el que el rock fue prácticamente borrado del mapa? ¿Como el año en el que J Balvin se convirtió en el rey del streaming? ¿Como el año de Freddie Mercury? Yo prefiero recordarlo como el año en el que Rosalía les dijo a todos: háganse un lado que ya llegué.
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Rosalía Vila nació hace 25 años en Barcelona. Publicó su primer disco, Los Ángeles, el año pasado. Rápidamente llamó la atención: era una síntesis de flamenco y pop en la que la cantante no solo exhibía voluntad de darle una renovada al primero de estos dos géneros, sino una voz potente y mucho carisma. Sin embargo, en este disco no se alcanzaba a vislumbrarlo que sería el siguiente, El mal querer.
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“Es verdad que son dos discos muy diferentes”, me dijo Rosalía durante una entrevista que sostuvimos la semana pasada. “Los Ángeles es un disco más austero, donde tenía ganas de reinterpretar esta música tradicional, pero respetando las letras, las melodías e incluso las estructuras. En cambio, El mal querer es un ejercicio de composición, de producción, sin prejuicio alguno. Con esa influencia flamenca pero con muchas otras músicas sobre la mesa. Con el uso del sampleo, jugando con la electrónica, con la [caja de ritmos Roland] 808, todos esos elementos que no son tradicionales de esta música. Pueden salir cosas que uno no imaginaria previamente”.
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Aunque no es la primera artista en intentar poner a dialogar el flamenco con sonidos contemporáneos, creo que nadie había logrado hacerlo con tanta fortuna. Trap y rap se acompañan de manera natural del sonido de las tradicionales palmas. Rimas y cantos se vuelven uno. En buena medida se lo debe a la producción de un tipo que a lo largo de su carrera ha experimentado a sus anchas, generalmente con buenos resultados, El Guincho. Sin embargo, no hay que darle todo el crédito a él, quien no ha dejado de mencionar que el mando del proyecto estuvo a cargo de la artista que lo firma.
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La respuesta del disco ha sido simplemente deslumbrante. Los exquisitos reseñistas de The Guardian, el periódico inglés, lo calificaron con 5 de 5 estrellas posibles: “Es más compleja que cualquier otro artista latino en las listas de popularidad. Ella está cambiando las reglas del juego”, y también apuntaron que el disco “es notablemente más experimental que lo que uno encuentra en la corriente principal de Estados Unidos o Inglaterra. Hay una sensación de experimentación y espacio que uno encuentra en un disco de Björk”. En Pitchfork, otro de los medios musicales que ejercen gran influencia, fueron igual de generosos y le dieron 8.8 sobre 10: “…une a la perfección el melodrama característico del flamenco con el desgarrador relato moderno del R&B femenino”. Y así muchos otros medios que difícilmente fijan la mirada en el mundo hispanoparlante.
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¿Cómo lo logró? Haciendo algo único, que tiene resonancia con estos tiempos, que es mitad Beyoncé mitad Camarón de la Isla, y aunque en el papel pueda sonar terrible, funciona muy bien. Es música para llorar, para bailar, para oírse a todo volumen en una fiesta, pero también en la soledad. Profunda, conmovedora, entregada vía una voz privilegiada. Este fue su año. Hoy anuncian su primer concierto en México, en un festival a celebrarse el año que entra. Habrá que estar en primera fila.
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