Y no hay nadie en mi país que no lo sea
o lo haya sido, o un día lo pueda ser,
el racismo y el clasismo nos recrea,
lo aprendimos y ahora hay que desaprender.
Es curioso, pero pasa en mi país,
pues resulta que uno no siempre es el mismo;
quien no ve más allá de su nariz
te verá del color de su racismo.
Por ejemplo, dependiendo quien te mire,
serás indio, serás negro, serás gay,
no hay un lugar donde no te discriminen,
por «ser» pobre, nini, chairo o mirrey.
Y no importa si lo eres o es mentira,
al final tú podrías ser cualquiera,
nada afecta lo que piense el que te mira,
el que seas feliz siendo quien fueras.
Hay personas que proyectan sus temores
a los otros y de eso no me alegro,
siempre hay quienes miran a colores
y se empeñan en ver todo en blanco y negro.
Y señalan, clasifican, discriminan
y cualquiera diferente es señalado,
porque en vez de ver espejos se imaginan
que el otro debe ser erradicado.
A partir de esa estúpida certeza,
que se niega a aprender de lo distinto,
la infinita idiotez aún expresa
su esperanza de mirar al otro extinto.
Y no sólo es la piel, es el dinero,
es tu origen, puede ser tu religión,
cualquier signo puede ser de mal agüero
para quien se niega a ver con la razón.
Sea racismo o clasismo, discrimina,
misoginia u homofobia es igual,
son lo mismo, son conceptos que asesinan
y se adquieren como el código postal.
Y no hay nadie en mi país que no lo sea
o lo haya sido, o un día lo pueda ser,
el racismo y el clasismo nos recrea,
lo aprendimos y ahora hay que desaprender.
Pues te dicen que hay que «mejorar la especie»,
y te dicen que «trabajas como negro»,
que al «prietito en el arroz» se le desprecie,
que el «jodido» siempre se saca el reintegro.
Y te dicen que «la culpa no es del indio»,
y de paso que «te fuiste como chacha»,
te confiesan «te engañaron como a un chino»,
que tu «cara de nopal» da mala facha.
Y que si eres un «toluco» o un «oaxaco»,
o que si eres un «chilango» y estás «prieto»,
o sale alguien y te grita «pinche naco»,
«muerto de hambre, no me faltes al respeto».
Para colmo, al racismo, que es tan nuestro
y llevamos como un sino asesino,
se ha sumado un señor algo siniestro
que nos odia desde el país vecino.
Y no sé si lograremos superar
el creernos superiores a la gente,
si dejaremos un día de discriminar,
a aquel que nos resulta diferente.
Como indio, como naco, como prieto,
como pobre, como chairo y mexicano,
como carnívoro y también como vegano,
como negro, aunque te digan afroamericano.
Hay un punto que nos salva la conciencia,
aunque ellos no lo aceptarán jamás:
el racismo que hemos vivido, en la experiencia,
nos ha enseñado a respetar a los demás.