Mis peores experiencias de San Valentín

La gente se queja de que el 14 de febrero “es puro consumismo”. Ay, PARFAVAR, eso es lo de menos. Aunque evadas comprar un oso de peluche gigante y una rosa encapsulada en gel, al día siguiente caes en…

La gente se queja de que el 14 de febrero “es puro consumismo”. Ay, PARFAVAR, eso es lo de menos. Aunque evadas comprar un oso de peluche gigante y una rosa encapsulada en gel, al día siguiente caes en el engaño de un extractor de jugos de infomercial que, invariablemente, termina arrumbado debajo del fregadero. No hay escapatoria a la gastadera pendeja del capitalismo.

El verdadero problema de este día es que celebre a la institución #1 generadora de ansiedad: el amor romántico. Esa enorme mentira que nos dice que no podemos funcionar como individuos, sino que necesitamos encontrar a nuestra “media naranja”, aunque esté toda hongueada y a ti te gusten las piñas. Que nos hace creer que “vale todo si se lucha por amor”, como le canta Vikki Carr a Ana Gabriel en “Cosas del amor”. Que sale con mamadas como que “si no te cela, no te quiere”, “no te deja salir porque te ama”, “el amor es ciego” o “si te esfuerzas lo suficiente, conquistarás su corazón”. NO. Que el amor “llega” y te atrapa y no puedes escapar. Que debes confiar en tus “corazonadas” aunque tu crush sea tóxico y violento y no le gusten los perritos. Que el amor todo lo puede y NO, ni que fuera Chuck Norris.

Personalmente, esta fecha me ha traído experiencias bien chafas. A continuación les comparto algunas.

2003

Mi novio de la universidad, del que estaba enamorada hasta la médula, era bien pacheco. Para nuestro primer 14 de febrero, le horneé unas galletas de marihuana. Tomando en cuenta que jamás había cocinado nada y que no sabía preparar otra cosa que no fuera cereal con leche, me quedaron bastante bien. Estaba ilusionadísima. Cuando se las di, me dijo “no me gustan las cosas dulces”. Por su expresión, también se notaba su decepción ante el enorme desperdicio de hierba, que perfectamente podría haberse fumado y que ahora estaba encerrada en bocaditos de carbohidrato simple.

Conclusiones:

-Imponer el intercambio de regalos solo crea falsas expectativas y genera frustración.
-Hay que normalizar poder preguntar antes y no exigir que todo sea “sorpresa”.
-Si el evento hubiera ocurrido en un día equis, la decepción hubiera sido un 75% menor, porque al 14 de febrero se le atribuyen propiedades místico-esotéricas, como si le echaran MDMA al Cutzamala, y no, amigues, es puro cloro y tierrita del tinaco.
-Urge legalizar la mota para fines recreativos.

2007

Estaba medio saliendo con un chairo del Colegio Madrid. Yo básicamente quería coger y echar la cawamita con él, ahora sí que sin compromiso, joven. Pero es muy fuerte esta idea de que las mujeres no podemos concebir el sexo y la cerveza barata sin amor eterno, rolas de Arjona y anillo de compromiso de por medio. Así que la mañana del 14 de febrero, recibí en mi Nokia de linternita un sentido mensaje del güey, en el que explicaba por qué no estaba listo para una relación formal. Vato, ¡¿cuál relación?! Me ardí tanto que esa tarde me compré una tarjeta musical del “día del amor” que traía la rola de Titanic. Hasta la subí a un video de YouTube. Chequen la calidad de grabación de los celulares de aquella época:

Conclusiones:

-Es pésima idea salir con gente del Colegio Madrid. #NotAllLosDelMadrid.
-Ojalá la nueva generación pueda establecer relaciones basadas en el respeto, el placer y la comunicación, no en esquemas preestablecidos que está de hueva seguir al pie de la letra.
-No hay que dejar morir la bonita tradición de las tarjetas musicales con rolas horribles.

2009

Hice una fiesta en mi casa para hacerle a la mamada del “anti 14 de febrero” y mejor celebrar la amistad. Pero cuál amistad: la pachanga se llenó de desconocidos. Un grupo de chairos de la Facultad de Ciencias trajo a un colado malacopa que andaba todo erizo de coca (según yo nadie de la UNAM menor de 30 años conocía la coca, pero me equivoqué) y que terminó robándose una cámara digital y un iPod de ruedita, hoy tecnologías obsoletas que podrían estar en un museo. Otro forever anónimo exprimió la pasta de dientes y la embarró por todo el baño, además de derramar mi desmaquillante fifí en el piso. Mi depa quedó tan sucio que tuve que irme a trabajar a un Vips dos días, en lo que recobraba energías para limpiar el desmadre.

Conclusiones:

-Usemos este día no solo para reflexionar sobre relaciones de pareja tóxicas, sino amistades DLV que tampoco hay que glorificar.
-No hay que llevar colados de mala calidad a las fiestas. Esto es harina de otro post, pero les cuento que en un Halloween un colado se hizo pipí en la pared.
-La banda anda muy ansiosa el 14 de febrero, no hay que hacer fiestas este día y es mejor pretender que no existe (aunque sí aceptemos las paletitas en la oficina, gracias).
-El desmaquillante fifí es innecesario, funciona más chido el aceite de coco.

Reflexión final:

El 14 de febrero sí tiene una utilidad para los chilangos. Casi todos los años, es el día en el que sales todo abrigado y en la tarde te das cuenta de que ya acabó el “invierno”, que volvieron los eternos 25 grados y que es hora de guardar la bufanda y el cobertor San Marcos. A poco no.

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