Los juegos del hambre: El ángel de Santa Úrsula

La misión me puso en Santa Úrsula, en los alrededores del Estadio Azteca, conocida zona de micheladas, malandros y mucho americanismo del horrible.

Hace unos años, una mañana de sábado me despertó un mensaje de una amiga que decía “Vamos por birria al Michoacaníssimo. Paso por ti en 20 minutos”. Yo no sabía qué era, pero la idea de birria era suficiente. Amanecí con una cruda importante. Era marzo de 2016 y estaba yo a unas semanas de casarme, así que le avisé con un mensaje a mi ahora esposa: “Voy por birria. Nos vemos para comer”. 

La misión me puso en Santa Úrsula, en los alrededores del Estadio Azteca, conocida zona de micheladas, malandros y mucho americanismo del horrible.

El Michoacaníssimo, sin embargo, me resultó familiar: uno de esos lugares mitad quitacrudas mitad empedadero que servía birria en plato hondo o en taco (con fabulosas tortillas hechas a mano) y cerveza de barril. Llegó la birria, las quesadillas y las copas globo llenas de dorado elíxir. Banda en vivo, mariachi, cerveza… todo lo que me gusta para un sábado tempranito.

En la mesa de al lado, una pareja romanceaba frente a una rosa que el caballero había comprado en el baño. Tres canciones después, el salón aplaudía. Hicimos tal química con los enamorados, que decidimos juntar mesas. Después se nos sumó otra pareja que también buscaba, visiblemente, sacarse la cruda a cervezazos. Al rato, todas las mesas de la terraza del Michoacaníssimo habíamos hecho una sola mesa, incluida una chava y su abuela de 87 años.

El lugar exudaba toxinas y una vibra indescriptible en una escena que bien podría replicarse dentro de las paredes de La Polar, el Arroyo, o El Villamelón. Existe una complicidad tácita entre la gente que conserva un poco de la borrachera de la noche anterior y que busca alargar la felicidad hasta que la responsabilidad llame de nuevo. Se hacía tarde y nadie tenía planes de moverse de ahí.

El Ángel Exterminador es una celebrada película de 1962 en la que Luis Buñuel retrata a 18 aristócratas en una cena de la cual, por motivos desconocidos, nadie atina a salir. Los personajes de Silvia Pinal, Jacqueline Andere, Claudio Brook, Ofelia Guilmain –entre otros– pasan la noche en la mansión entre sucesos extraños que los hacen ir modificando sus conductas, pasando de la aristrocracia a la anarquía.

Aquel sábado, la conducta también mutaba, pero eso tenía que ver más con el ir y venir de las copas. Varios de ellos siguieron la fiesta en casa de un valiente. Me enteré por un grupo de WhatsApp que se hizo entre todos y que también conservo. Yo, con todas las ganas que tenía de quedarme, tuve que salir corriendo, muy tarde y borracho, antes de que el Ángel exterminara mis planes de matrimonio. Estuvo cerca, Buñuel.

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