Los juegos del hambre: ¡Acá más tortas!

En estos últimos años los tacos han dejado atrás (y por mucho) a las tortas, que son tan chilangas y omnipresentes como los tacos, pero no se les adjudicó el mismo coolness.

Como todo en el mundo de la comida, especialmente si hablamos de la comida callejera en nuestra ciudad, el panorama es siempre cambiante, evoluciona.

Se están cumpliendo 10 años del día que empecé la investigación que desembocaría en mi primer libro ¡Acá las tortas! que publicamos bajo el sello de Editorial Planeta en 2015. Un libro que, aunque fue uno de mis máximos orgullos en su momento, hoy lo siento viejo. Y no solo es por ese síndrome que tenemos los escritores de no poder leer algo que publicamos hace tiempo sin sentir algo de roña.

Nosotrxs cambiamos, nuestro estilo de escritura cambia… y lo mismo sucede con la escena gastronómica. Hoy, algunas de las torterías que elegí para aquella recopilación de historias torteras ya no son buenas, otras ya ni existen y, claro, hoy hay nuevas torterías que merecerían un espacio. Esta columna es un primer llamado a una segunda edición. 

¿Por qué es necesario? Porque en estos últimos años los tacos han dejado atrás (y por mucho) a las tortas, que son tan chilangas y omnipresentes como los tacos, pero no se les adjudicó el mismo coolness que ha atrapado al mundo como lo hicieron los tacos.

Aceptémoslo: hay días en que se nos antoja mucho más una torta que un taco. ¿Por qué? Por su panosidad, su monchis, su portabilidad, su mordidota, su chipotle y su aguacate… por un chingo de razones.

Que no se nos olivde, las tortas compuestas, como se le conoce a las tortas chilangas, nos hablan también al oído. Debemos traer de vuelta la cultura tortera a la conversación, para que a las cantinas no se les olvide lo importante que es tener una buena cubana o una de la milanesa. No podemos dejar morir la cultura de tortas frías, aquella que comenzó Armando en el centro y continuaron las Texcocanas, las Margaritas y el Monje Loco. Enaltecer nuestras –tan nuestras– tortas de tamal y el nuevo jugador: las de chilaquil.

La Ciudad de México es tan tortera como taquera le pese a quien le pese. Vale la pena mencionar también las ahogadas, las cemas, las guacamayas y las del Wash (que ya se consiguen en Cananea, en la Juárez, por cierto) para incluir a los cuates de provincia. La neta la neta, no hay muchos países con sándwiches tan ricos como los nuestros. Piénsenlo bien. Es hora de hablar de tortas otra vez. 

Cargo además con una asignatura pendiente. Y es que después de mucha entrevista en la que me preguntaban por mis tortas favoritas, yo torpemente trataba de ser lo más políticamente correcto mencionando algunas de las torterías del libro, ignorando la respuesta que más me acomoda hoy: mi torta favorita es la de jamón, que hacemos en casa con bolillo, queso fresco, jitomate, aguacate, cebolla, mayonesa y unos chilitos. Que venga ¡Acá más tortas! Se la debo a la de jamón. 

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