“Fui torturada sexualmente por muchos policías”, es una de las declaraciones de una de las once mujeres que acusaron al Estado mexicano de tortura sexual durante la dura represión en San Salvador Atenco, Estado de México, el 3 y 4 de mayo de 2006. Norma Jiménez, a quien pertenece la aterradora frase que abre mi texto, ha contado que no es posible saber cuántos fueron sus verdugos: “Me habían tapado la cara con mi propio suéter […] Tomaban turnos e invitaban a otros para subir al autobús en donde abusaban de mí. ‘Vengan a probar a esta perra’, se decían”. El caso fue llevado ante Corte Interamericana de Derechos Humanos que, en una sentencia considerada histórica, declaró que el Estado mexicano era culpable. Eso ya lo sabíamos. ¿Las sanciones? Las seguimos esperando.
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A inicios de julio de este año detuvieron a dos policías. ¿Su delito? Violar a una mujer. La sometieron, aprovecharon que ella estaba intoxicada con un solvente y, en el interior de un hotel de la alcaldía Cuauhtémoc, la obligaron a sostener relaciones sexuales con ambos. Se sabe que no se puede confiar en la policía y menos en nuestro país. En otros lugares del mundo, la policía también viola, como en el caso de la chica argentina que fue violada en un descampado o el caso de la neoyorkina de 18 años que fue abusada sexualmente durante su arresto. En el “menos peor” de los casos, elementos policiales han sido identificados como perpetuadores de la violencia doméstica, como en el Reino Unido.
La madrugada del pasado 3 de agosto una joven de 17 años de edad fue violada por cuatro policías dentro de una patrulla en la alcaldía de Azcapotzalco. Presentó la denuncia ante la Fiscalía de Delitos Sexuales y la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSP) de la ciudad abrió una carpeta de investigación. Ella estaba regresando de una fiesta y, a un par de calles antes de llegar a su casa, se dio cuenta de que la estaban siguiendo. Eran ellos quienes la subieron por la fuerza a la unidad para, supuestamente, llevarla a su casa. Lo que sucedió fue que cada uno de los cuatro elementos de SSP abusó sexualmente de ella. Después la abandonaron, riéndose de ella.
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Ella fue valiente y denunció. Y ni hablar de la revictimización en el Ministerio Público y el escarnio en redes sociales donde es común toparse con un “Una menor, sola, a las 2 de la mañana, en un país en el que los machos matan a sus mujeres? Bueno, le salió barato [sic]”.
No queremos otro crimen silenciado. Ustedes no nos cuidan para nada, pero nosotras nos estamos cuidando. Y no nos vamos a callar. Saldremos a marchar contra este y muchos abusos en los que incurre la policía contra las mujeres aquí. La noche y las calles también son nuestras. No queremos ser valientes sino libres.
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