Erika Romo Romo, Colaboradora de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM
La idea del amor de pareja que hemos aprendido en la sociedad ha estado acompañada de una serie de promesas sobre todo lo que ese modelo de amor trae consigo. De entrada, se nos promete que en el paquete de la pareja viene también la felicidad eterna, la realización de nuestra existencia humana, el éxito y un buen estatus frente a la sociedad.
Este modelo de relaciones que ponen al amor de pareja como centro de la vida, que supone la existencia de un amor único, eterno, casi mágico, capaz de vencer todos los obstáculos y, claro, heterosexual; forma parte de lo que desde los feminismos se ha nombrado como amor romántico, el cual históricamente ha tenido – y tiene aún – un papel importante en la subordinación de las mujeres. Es por ello que hoy sigue siendo necesario mirar y pensar con cuidado nuestras formas de amar y desear.
¿Cómo podemos cuestionar nuestras ideas del amor romántico?
Quizá un buen lugar para empezar es dudar de las cosas que el amor ha prometido traernos y voltear a ver todo lo que, en cambio, nos busca arrebatar. Esta podría ser una lista muy larga, pero propongo aquí tres puntos que me parecen centrales:
- La imaginación
Los moldes con los que hemos crecido marcan que el amor se siente como mariposas en la panza, que si no te cela significa que no le importas, que después de un tiempo de relación hay que empezar a vivir en conjunto y luego casarse, que si es amor verdadero no te va a gustar nadie más. Vivir nuestras relaciones desde esas narrativas puede resultar cómodo y sencillo porque son las historias que nos encontramos todo el tiempo por todos lados. Sin embargo, creo que uno de los grandes costes de estos moldes es que nos impiden pensar en otras alternativas más honestas con lo que en verdad queremos, más comprensivas de nuestras posibilidades de acompañar y cuidar a alguien, más cercanas a nuestros proyectos personales, más atentas a nuestras incomodidades, a nuestras heridas, más dispuestas a entablar vínculos que se tejan en conjunto y no se asuman como ya hechos.
Esto no quiere decir que una relación que podría considerarse más tradicional (como tener una relación monógama y heterosexual) sea, de cajón, una relación patriarcal; pero sí es una invitación a reflexionar las dinámicas que se sostienen desde ahí y a mantenerlas como espacios que nos permitan amar desde lugares auténticos que nos hagan sentido.

- El tiempo
Una de las grandes hazañas del amor romántico es instalarse en la vida de las personas aun cuando no se tiene pareja. La idea de que el verdadero amor llegará en algún momento a nuestras vidas se coloca como un pilar en los futuros que ansiamos y suele convertirse en un pensamiento intrusivo que nos hace dedicar mucho (pero mucho) tiempo a fantasear con el momento en que eso se concrete, a pensar en cómo cambiaría nuestra vida, en los planes que podríamos hacer, las canciones que podríamos dedicar si tuviéramos una pareja.
De nuevo, con esto no busco decir que procurarle tiempo a nuestros afectos sea un desperdicio; al contrario, es una manera potente de contrarrestar este mundo cada vez más individualista; sin embargo, vale la pena hacer un balance sobre la cantidad de tiempo y energía que dedicamos a estas fantasías prefabricadas del amor romántico y que nos distraen de las cosas (las hermosas y las terribles) que, en efecto, ocurren en nuestra realidad.
Este acaparar el tiempo ocurre también con quienes están en una relación, especialmente para las mujeres. Como muestra, basta ver las estadísticas nacionales donde se muestra que al casarse, las mujeres pierden más de siete horas libres, mientras que los hombres ganan casi tres. ¿No tendrá esto que ver con el tiempo que se supone que debemos entregar por amor? También pensando particularmente en quienes nos relacionamos con varones que han sido socializados en esta sociedad patriarcal ¿Cuánto tiempo no se ha ido intentando y esperando que la otra persona al fin cambie, al fin abandone su violencia?
- El amor propio
El amor romántico está infestado de contradicciones; por un lado se supone que nos da certezas y por otro se la pasa llenándonos de dudas y miedos a no ser suficientemente bonitas, musculosos, delgadas, adinerados, inteligentes, sexys, o a ser demasiado intensas, demasiado sensibles; total, que para sus estándares nadie nunca cumple a cabalidad con lo necesario para sentir plenamente que alguien nos puede amar como somos.
Aquí habría que pensar también en todo lo que ese frustrado anhelo de amor nos lleva a hacer; en todo el tiempo, nuevamete, e incluso los recursos que invertimos para sentirnos más deseables; en todo lo que llegamos a intentar cambiar de nuestros cuerpos y personalidades con tal de agradar, de sentir que “merecemos” amor.
Ensayemos formas libres de vivir el amor
Aunque la profundidad con la que hemos arraigado el amor romántico a nuestras prácticas puede ser abrumadora, no hay que abandonar la convicción de que podemos crear, ensayar y habitar otras maneras de vivir y buscar el amor.
Sin duda, esto requiere mucha paciencia personal y colectiva, porque aunque cada vez hay más representaciones y reflexiones de otros esquemas relacionales, lo cierto es que aun cuando pensamos críticamente sobre estos temas, a veces la práctica de esos pensamientos requiere procesos más lentos y calmados.
Procuremos acompañarnos en el camino de redes amorosas que estén ahí para sostenernos cuando el amor romántico siga haciendo de las suyas y para abonar cada semilla que pongamos para cultivar amores dignos y libres.