La historia de la Ciudad de México y los conciertos de rock y pop bien puede ser la historia de cualquier millennial de clase media.
En los 1990, la oferta se limitaba a ir a los festivales que organizaban las estaciones de radio: “La primera persona que llame y nos diga el nombre de la canción que acaba de sonar se lleva un pase doble; sí diga, ¿cuál es su nombre?”. O los que se armaban en CU en favor de alguna causa y el boleto era un kilo de arroz o frijol: “Nos saltamos la clase de Mate, vamos a la tienda UNAM y de ahí a ver a Tex-Tex y La Maldita”.
En los dosmiles llegaron los masivos en el Zócalo: Café Tacvba, Manu Chao, Jarabe de Palo, Silvio Rodríguez, rock y trova para una ciudad que estaba eligiendo recién a sus propios gobernantes. Fue en esta década también cuando se consolidó el Vive Latino, cuya primera edición fue en 1999.
Recuerdo el primer concierto de rock de bandas internacionales al que fui. Era 2002, mi hermano menor y yo queríamos ir a ver a Korn y a Likin Park, el combo incluía a Static-X con máscaras de payasos. “Got the life” fue ese momento de éxtasis masivo, una energía que solo se puede entender cuando estás en ese aglutinamiento donde se salta y canta al mismo tiempo. Salí sin suéter y con un esguince en el brazo. Excelente concierto.
En mi historial musical, a este le siguieron muchos más en las décadas recientes: Radiohead, Oasis, The Cure, Foo Fighters, Björk y los Chili Peppers son los más memorables. Casi puros vatos y pocas mujeres, así me crió la cultura de MTV, una deuda que se empieza a saldar —personal y colectivamente— con las mujeres que cada vez encabezan más carteles, o con festivales como el Hera.
Quienes vivimos en la CDMX somos afortunadxs, casi todas las bandas y solistas incluyen nuestra ciudad en sus giras por el mundo. Desde Michael Jackson en 1993 hasta Taylor Swift 20 años después.
Gente de otros estados de México o incluso de países cercanos vienen a un concierto o festival. Ya viajar a Coachella o a Glastonbury no suena tan atractivo como antes: los line up de los festivales de aquí lo tienen todo.
En esta edición de noviembre nos fuimos a la historia musical de la Ciudad de México, de cómo pasamos de ser un punto ocasional de grandes eventos a un cotidiano donde ya cuesta elegir a dónde mirar y dejarse la quincena y las rodillas saltando y gritando al son que nos toquen.