Afrodescendientes en los libros de texto de la CDMX

¿Sería grave que la Secretaría de Educación Pública no incluyera en su contenido de primaria la llegada de los españoles? ¿O que negara la existencia actual y las contribuciones de los pueblos indígenas? Sin embargo, eso hace la SEP…

¿Sería grave que la Secretaría de Educación Pública no incluyera en su contenido de primaria la llegada de los españoles? ¿O que negara la existencia actual y las contribuciones de los pueblos indígenas? Sin embargo, eso hace la SEP con las personas afrodescendientes en los libros de texto: reproducir falsedades históricas y negarlas de nuestro presente.

La mayoría hemos crecido con esa historia incompleta. Quizás por ello no nos resulte tan grave desconocer las contribuciones de las personas de raíces afro, como borrar de los libros a los europeos o a los indígenas. Investigaciones históricas, como las de Aguirre Beltrán hace más de 70 años, demuestran que en ciertos momentos del periodo virreinal hubo más africanos y afrodescendientes que europeos en nuestro país.

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Más allá de la cuestión numérica, tampoco están representados los aportes a México de las mujeres y hombres afrodescendientes en los libros de texto de la SEP. Se ha demostrado que en la Ciudad de México trabajaron en los ámbitos domésticos, comerciales, religiosos y políticos; ejercieron múltiples oficios y participaron en la construcción, por ejemplo, de la Catedral metropolitana. Lograron liberarse gracias a su propio esfuerzo y, en otras ocasiones, se resistieron exitosamente a la esclavitud. Lucharon en la guerra de Independencia y defendieron las fronteras nacionales.

El segundo presidente de México, Vicente Guerrero, era afrodescendiente. Además, pelearon en la Revolución Mexicana y actualmente se ubican en todas las entidades del país, incluyendo la capital.

Los afrodescendientes en los libros de texto de la SEP aparecen, pero de manera mínima. No solo eso: se oculta su presencia actual y sus contribuciones a nuestra cultura. El desconocimiento sobre las poblaciones afrodescendientes alimenta el círculo vicioso del racismo que vulnera sus derechos.

«Por si fuera poco, en el libro todavía se habla de razas humanas, a pesar de que las investigaciones científicas demuestran que no existen»

En el libro Estudio de la entidad donde vivo, obligatorio para el tercer año de primaria en la CDMX, se asegura que las personas africanas «no tenían derechos ni podían ejercer algún oficio de forma libre, pues eran esclavos» (p. 83). Esto es falso: durante el periodo virreinal muchas de las personas africanas fueron esclavizadas y enfrentaron situaciones adversas, fue más común de lo que se cree que lograran liberarse a lo largo de su vida y que emanciparan a sus hijos.

Incluso como esclavos, los afrodescendientes gozaron de ciertos derechos: al matrimonio o a denunciar a los amos. Y sí ejercieron oficios de manera libre, sobre todo los descendientes de africanos; un ejemplo de ello fue el famoso pintor Juan Correa, que el mismo libro menciona para resaltar su importancia… ¡pero omite señalar que era mulato! (p.89).

El libro tampoco habla acerca de los valiosos conocimientos que mujeres y hombres africanos compartieron sobre cultivos y animales que eran desconocidos en América, como el trigo, el arroz, la sandía, la jamaica, los caballos o las vacas. No se menciona su participación –crucial– durante la guerra de Independencia y ni siquiera el origen africano de Vicente Guerrero, a quien sí reconoce como «el jefe insurgente más importante» (p.95).

Por si fuera poco, en el libro todavía se habla de razas humanas, a pesar de que las investigaciones científicas demuestran que no existen. Los estudiantes de la CDMX de tercer grado de primaria deben resolver una sopa de letras donde los «mestizos» son definidos como personas nacidas «de la mezcla de razas» (p.84).
La Encuesta Intercensal del Inegi de 2015 revela que en la CDMX hay más de 160 mil personas que se reconocen como negras, afromexicanas o afrodescendientes, lo que la ubica en el quinto lugar a nivel nacional. Este dato también se oculta.

El gobierno mexicano está en falta con sus propias promesas, ya que mediante el Programa Nacional por la Igualdad y la No Discriminación (2014-2018) se comprometió a: «Incorporar en libros de texto de educación básica los aportes de la población afrodescendiente en la conformación del país» (objetivo 3.1.6).

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A escasos meses de que el ciclo escolar y el sexenio presidencial terminen, los afrodescendientes en los libros de texto siguen siendo representados de manera incompleta o reproduciendo estigmas.

Gracias al esfuerzo de organizaciones de la sociedad civil y de la Comisión de Derechos Humanos local, la reciente Constitución Política de la Ciudad de México reconoce los derechos de las personas afrodescendientes y afromexicanas. Además, en 2016 la Ciudad de México fue declarada Sitio de Memoria de la Esclavitud y de las Personas Afrodescendientes, por la Unesco y con el apoyo del INAH. En 2015 inició el Decenio Internacional de los Afrodescendientes proclamado por la ONU, y desde 1975 México está obligado a cumplir con la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial.

Contar de manera digna la historia de los afrodescendientes en los libros de texto sigue siendo una deuda histórica y nada de lo anterior parece convencer a la SEP del derecho que tenemos todas y todos los mexicanos de conocer nuestra propia historia y presente. ¿Qué otra cosa, si no racismo, puede estar detrás de tantas omisiones?

Cristina V. Masferrer León es profesora e investigadora de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto Nacional de Antropología e Historia (DEAS-INAH). Autora del libro Muleke, negritas y mulatillos. Niñez, familia y redes sociales de los esclavos de origen africano de la Ciudad de México (INAH,2013) y de artículos sobre racismo y discriminación en México. Integrante de la Red de Investigación Interdisciplinaria sobre Identidades, Racismo y Xenofobia en América Latina y de Afrodescendencias en México AC.

@chilangocom

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