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25 de Noviembre: Una lucha urgente ante la violencia estructural

El 25 de noviembre no es solo una fecha para recordar las violencias, sino también para conmemorar las resistencias.

Ana Cristina Pozos Lazo, becaria de la Coordinación para la Igualdad de Género en las UNAM.

Hablar del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, implica enfrentar la realidad que atraviesa contextos y cuerpos. Año tras año, esta fecha nos hace reflexionar sobre las víctimas de feminicidios, de desapariciones forzadas, de violencia física, psicológica, económica y patrimonial, cuyas cifras persisten o aumentan.

Más allá de los números, están las vidas truncadas de mujeres y niñas, las historias que no se cuentan (pensando en la cifra negra), las luchas invisibilizadas de las mujeres indígenas, afrodescendientes, con discapacidad, de la diversidad sexo-genérica, cuyas experiencias se ven intersectadas también por otras formas de opresión. En un mundo donde la violencia se normaliza y minimiza, esta fecha se vuelve un llamado urgente a la acción colectiva.

Origen del 25 de noviembre

El 25 de noviembre conmemora el asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal en 1960 en República Dominicana, tres activistas conocidas como “Las Mariposas”, brutalmente asesinadas por su oposición al régimen de Rafael Trujillo.

Décadas más tarde, su memoria sigue viva, recordándonos que la lucha por los derechos de las mujeres no ha terminado. A nivel global, este día simboliza una oportunidad para denunciar la impunidad, exigir justicia y visibilizar las distintas formas de violencia que persisten en nuestras sociedades.

Una violencia que atraviesa contextos y cuerpos

La violencia de género no es un problema individual, ni mucho menos hechos aislados. Es una manifestación del sistema patriarcal que históricamente ha relegado a las mujeres y disidencias de género a espacios de subordinación y exclusión.

En México, esta violencia adopta formas brutales, con casos como el feminicidio de Fátima Cecilia, una niña de 7 años asesinada en 2020, evidencian las fallas profundas del sistema judicial. Hace 10 meses comenzó el proceso del juicio oral, pero debido a una incapacidad médica de la jueza, se declaró nulo y tendrá que hacerse de nuevo. El próximo 15 de noviembre su familia comenzará un nuevo juicio, prolongando su búsqueda de justicia y evidenciando la revictimización que sufren las familias.

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De manera similar, el doble feminicidio de Alejandra Rivas y su hija María José, de apenas un año en Colima, ocurrido a inicios de mes, ha evidenciado la falta de protección para mujeres en situaciones de violencia extrema y resaltado las reacciones revictimizantes por parte de la sociedad. 

Para las mujeres racializadas, migrantes, con discapacidad y de la diversidad sexual, estas violencias se intersectan con otros sistemas de opresión como el racismo, la xenofobia, el capacitismo y las LGBTfobias. Las mujeres racializadas enfrentan despojo territorial y exclusión de servicios básicos; las migrantes, violencia en sus trayectos y políticas que las desprotegen; las mujeres con discapacidad sufren abusos y negligencia incluso en entornos que deberían ser seguros; y las mujeres de la diversidad sexo-genérica, especialmente las trans, enfrentan alarmantes niveles de violencia, con México como uno de los países con mayor número de transfeminicidios. Estas problemáticas evidencian que no todas las violencias son visibles y que las respuestas deben ser interseccionales, contemplando las múltiples opresiones que atraviesan a las mujeres y disidencias de género.

Personas trans realizaron una marcha en Alameda Central en demanda de justicia y en memoria de los últimos transfeminicidios en la Ciudad de México y algunos estados del país. FOTO: ADOLFO VLADIMIR /CUARTOSCURO.COM

La impunidad y el discurso público

En un país como México, donde más del 95% de los feminicidios quedan impunes, el sistema judicial se convierte en un cómplice silencioso de la violencia.Tan solo el año pasado, se cometieron más de 3000 homicidios de mujeres, de los cuales solo el 24% fue investigado como feminicidio, y de las cuales menos de la mitad recibieron una sentencia. Las denunciantes suelen enfrentar obstáculos que van desde la revictimización hasta la negligencia de las autoridades. La falta de perspectiva de género en las instituciones perpetúa un ciclo de impunidad que deja a las víctimas y sus familias sin justicia.

Por otro lado, el discurso público juega un papel fundamental en la perpetuación de estas violencias. Declaraciones misóginas por parte de figuras políticas y públicas, la normalización de la violencia en los medios de comunicación y redes sociales, con personajes como el Temach, y los discursos que señalan a las víctimas o justifican las agresiones con mensajes como“¿Para qué fue a buscarlo?”, “Algo habrá hecho”contribuyen a un entorno hostil para las mujeres y disidencias de género.

Hermana, aquí está tu manada: El poder de la resistencia colectiva

El 25 de noviembre no es solo una fecha para recordar las violencias, sino también para conmemorar las resistencias. Cada grito, pinta y pañuelo morado representa un acto político de transformación.

Las colectivas feministas y organizaciones de la sociedad civil han liderado la creación de refugios, redes de apoyo psicológico y orientación legal, acuerpando a las víctimas y sus familias y amplificando sus historias para presionar, así como proyectos de educación con perspectiva de género, enfrentando las deficiencias del Estado. Sin embargo, esta lucha no debe recaer únicamente en las activistas y sobrevivientes, es necesario un compromiso conjunto que involucre a instituciones y comunidades.

La educación es clave para desmantelar la violencia de género desde sus raíces. Promover una educación con perspectiva de género que cuestione los roles tradicionales, desmonte los estereotipos y fomente relaciones igualitarias es una medida imprescindible. Además, se requieren políticas públicas que no solo sancionen la violencia, sino que la prevengan, apuntando a las causas estructurales que la perpetúan.

Mujer consciente, se une al contingente: Un llamado a la acción

En pleno 2024, no podemos permitir que el 25 de noviembre sea solo un evento simbólico en el calendario. Esta fecha debe ser un recordatorio de la urgencia de transformar las estructuras que perpetúan la violencia de género y garantizar la vida, seguridad y dignidad de todas las personas. Esto implica reconocer que la violencia no solo afecta a las mujeres cisgénero, sino también a personas trans, no binarias y otros grupos históricamente marginados, cuyas experiencias suelen ser invisibilizadas.

Además, es necesario entender que las opresiones no actúan de manera aislada; el racismo, la xenofobia, el capacitismo y las LGBTfobias se articulan con el patriarcado y agravan las desigualdades.

La lucha por una realidad más digna y un mundo libre de violencias no puede ser individual, es colectiva, interseccional y profundamente política. No podemos hablar de igualdad sin cuestionar las estructuras de poder que sostienen la discriminación. No podemos hablar de justicia mientras persista la impunidad que deja a las víctimas y sus familias sin respuestas.

Cada grito, cada marcha y cada acción deben ser un paso hacia un cambio real, hacia la construcción de una sociedad que no solo aspire a la igualdad y la justicia, sino que las haga una realidad tangible. La resistencia continúa y con ella, la esperanza de un mañana más justo.


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