Cosas (interesantes pero extrañas) que hemos visto en el metro 😱
La limusina naranja y su abanico de anécdotas y episodios dignos de un mundo paralelo. Te contamos 21 situaciones extrañas en el metro.
Por: Larissa Gil
¿Qué sería de la rica vida chilanga sin las situaciones extrañas en el metro de la CDMX? Para muestra, o más bien muestras, basta viajar cualquier día y tomar la línea de tu preferencia para vivirlas en carne propia.
La limusina naranja es tierra fértil para un sinfín de anécdotas, acontecimientos extraordinarios que pueden sacar de onda (y de sus casillas) a nuestros paisanos y extranjeros.
Sin embargo, para nosotros los chilangos ya es el pan de cada día. Acomódate sabroso porque arrancamos con un recuento de las situaciones más extrañas en el metro de la CDMX.
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21 cosas extrañas en el metro de la CDMX
Corralito ambulante
Ya Chava Flores lo mencionaba en su canción de “Voy en el metro”, cuyos versos narraban los primeros meses de vida de la limusina naranja en la CDMX:
“Aquí no admiten guajolotes,
ni tamarindos, zopilotes,
ni huacales con elotes,
ni costales con carbón.”
Pero a los chilangos nada nos detiene. No faltan esos momentos de oro en los que gatitos y perritos en mochilas o trasnportadoras; pollitos o crías de granja en cajas; y hasta reptiles, arácnidos y otros animalillos poco ortodoxos viajan muy a gusto en los convoys.
Tareas express
La neta, ¿a quién no le tocó estar a tres estaciones del destino escolar terminando la tarea? Que su cálculo diferencial, que su lectura antes del examen, que su guía de biología.
La verdad es que la adaptación que los chilangos hemos desarrollado en el metro de la CDMX no tiene comparación. Parados, sentados o apretujados podemos terminar nuestras labores escolares.
Echar romance
Hace unos días hicimos una encuesta para saber cuáles eran los lugares más románticos de la CDMX y gran parte de los chilangos respondieron que ¡el metro! Pues claro que sí.
Lugar de encuentro para ir a pasear, para despedirse o para quedarse a echar los becerros prolongados, la limusina naranja resulta el idilio romántico para miles de usuarios.
Uno de nuestros lectores nos compartió una escena digna de enmarcarse: “Pues yo en particular me acuerdo de una cita que tuve en una estación del metro línea 3. Ese día quedamos de vernos bajo la luz de las lámparas. No había mucho ruido, la temperatura era agradable y lo que más recuerdo es su pelo alborotándose mientras pasaba del gusano naranja. ¡Fue súper!”.
Los predicadores
Aquí para todos hay: aquellos que anuncian el regreso de un salvador, los que conminan a los usuarios a tomar la senda de la rectitud, los que anuncian catástrofes y apocalipsis diversos o los que solo leen pasajes de textos antiquísimos o proverbios de la biblia.
Mensajes que bien podrían darnos paz o de plano sacarnos de nuestra rica vida interior.
Bocineros y vagoneros
La estirpe en el ojo del huracán. Uno va muy tranquilo inmerso en los pensamientos propios, en la charla, en la lectura o solo en la observación del entorno cuando de pronto aparecen cual pípila del siglo XXI.
Bocinas colosales cuyo bom bom descolocan a cualquiera. Más de un gesto de desconcierto se levanta en los rostros de los usuarios. Sin embargo no faltan los compradores que aprovechan esta oportunidad para abastecer su colección melómana de salsa, cumbia, rock, bossa nova, etcétera.
La pestaña hasta el cielo
Esta es una de las tantas situaciones extrañas en el metro. A quién no le ha tocado ver a las usuarias utilizar herramientas inimaginables para levantar el pestañón loco: tarjetas del metro, credencial del INE, membresía de tienda de autoservicio. La cuchara es la más común, esa ya ni la contamos.
Pero qué tal cuando sacan el lado pirómano para afianzar esa curva de pestaña: flamita de encendedor para calentar la cuchara o la credencial. Cuidado, esto solo está autorizado por expertas en el fino arte del enchinado.
Consultorio de pedicure y manicure
Uno sabe que la banda salió tarde de su casa porque con toda la despreocupación del mundo se instalan en el vagón para cortarse las uñas o ponerse el esmalte.
No faltará el niño/la niña que proteste ante tal escena mientras su madre o padre les hacen el arreglo express en las minúsculas uñas.
Salón de belleza
Siempre habrá situaciones más inverosímiles que lo anterior: un rastrillo salvaje aparece para dar muerte a esos vellitos que logran asomarse en la pierna o ¡axila! No hay que ser, necesitamos sosiego.
O también la plancha de cabello portátil que salva esos flecos rebeldes. Nomás aguas, banda, pueden quemar a alguien con esos artefactos. Lo mejor es no usarlos dentro de la limusina naranja y aplacar la melena con otros métodos.
Desencuentros y corazones rotos
¡Uffff! Sí, el metro es ecosistema para sembrar el amor, pero también para cortarle la raíz.
¿Cuántas parejitas no han terminado a la luz de las lámparas? ¿o qué promesas se habrán roto bajo el reloj de metro Pino Suárez? Las desazones y tristezas se las podría llevar el vientecito que hacen los convoys al pasar, pero nada en esta vida es así de fácil.
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Gimnasio
Por si no te ha tocado ver esta maravilla y una de las cosas extrañas en el metro de la CDMX, hay chilangos que agarran los tubos transversales como barras para levantar su propio peso. ¿Qué?
Nomás que eso sí, chavos, si en su osadía se viene abajo alguna de esas agarraderas, probablemente la justicia se los demandará y habrá que compensarlo. Mejor no jugarle al vivo.
El descenso al noveno infierno
Tacubaya, Pantitlán, Pino Suárez, San Lázaro, ¡Centro Médico! podrían ser la antesala del infierno mayor. Escenas de aglomeraciones que podrían atemorizar hasta la médula a foráneos y extranjeros. Ahora sí que uno como sea, pero ellos ¡son criaturas!
¿Cuál ha sido tu peor experiencia en estos muéganos humanos?
Arena de luchas
Esos terribles episodios en los que el andén está a reventar, los trenes no pasan (o no avanzan), el calor es infernal y encima la raza se pone bien eriza de los ánimos, ¡aguanten que estamos chupando tranquilos!
Ya de plano cuando no se pueden gobernar los humores hasta el círculo cual arena de lucha grecorromana se abre entre la multitud. No faltará aquellos que sí suelten el guamazo a mano limpia o los que solo se quedan en la mera bravuconería.
Lonche improvisado
Tiempos antes del covid (¿o no?) cuando veíamos la banda sacar el elote preparado con mayonesa y quesito, o los chilaquiles con carne que impregnaban todo el vagón con su aroma a salsita.
Tampoco faltaban aquellos chilangos que sin temor al éxito se saboreaban el chicharrón con cueritos después de una jornada de paseo en Chapu.
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Leyendas de espectros y aparecidos
¡A su máquina! Esta es una de las situaciones extrañas en el metro de la CDMX que no pasa inadvertida para los chilangos. Historias como la de la niña caníbal, el operador Platanov o las ánimas de metro Panteones abundan en el imaginario colectivo.
No faltará el chilango que emita la advertencia a aquellos osados que permanezcan en los vagones a altas horas de la noche.
Llamaradas de petate
Aunque poco frecuentes, las llamas, chispazos y humo que han salido de algunos trenes de la limusina naranja han ameritado más de un bolillo para el susto.
Esperemos que estos siniestros sean cada vez menos frecuentes.
Vendedores
El artículo de novedad para el niño, la niña, la dama o el caballero no se hacen esperar. A pesar de las restricciones por parte de las autoridades, estos personajes del metro suelen sorprendernos con la cantidad de artículos que pueden traer en su muestrarios.
La imitación o el artículo clon se encuentran entre los preferidos para la vendimia. Si eres foráneo solo cálale para que te garanticen el precio-calidad.
Cantantes
Desde los músicos avezados de la Facultad de Música hasta los principiantes o de plano experimentadores que con unas sesiones de Guitar Hero creen que ya se úeden chitar las de Bob Dylan, estos personajazos pueden amenizar o arruinar tu trayecto.
Además, si traen descompensadas sus bocinas, ya bailó porque tus oídos sufrirán el martirio durante tres o cuatro estaciones.
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Filas kilométricas
Pareciera que aquellos lejanos años de la inauguración del metro quedaron atrás. Las filas en metro Insurgentes parecen surreales, pero… un momento, esto aún pasa en varias estaciones.
Además, si te tocaba el cambio de turno de las taquilleras, paciencia, serenidad y paciencia porque eso iba para largo.
El coyotito
A todos nos ha tocado echar una siesta reparadora en lo que se llega al destino. Somos expertos en buscar cualquier huequito en el vagón o, en el mejor de los casos, alcanzar un asiento para echarse un trinque con el Juan Pestañas.
Pero aguas con dar rienda suelta al coyote porque se va al monte y cuando menos te lo imaginas ya estás en la última estación o en los talleres.
Los incautos
La mera verdad, a quién no le pasó tomar la dirección, transborde ¡o línea equivocada! La ventaja es que con la práctica uno se va curtiendo para volverse el máster que no necesitará never more el mapita de las 12 líneas de la limusina naranja.
No obstante, habrá que estar atentos para auxiliar a más de un despistado que pregunte que si en la línea azul está metro Polanco. ¡Cámara!
El performance
Desde sencillas representaciones escénicas hasta intrincados bailes que ostentan toda una mezcla de ritmos, escenografía y música (interesante pero extraña, diría la reina del chal: Paty Chapoy), estos usuarios toman los vagones como el espacio ideal para contar sus historias.
A veces uno no está de humor para seguirles el hilo, pero ¿qué sería de nuestro metro chilango sin la diversidad inacabable de estas situaciones y cosas extrañas?
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