Big Brother tiene 30 años y es analista financiero. Hace algunos años unos amigos le hablaron del servicio escort; desde entonces contrata una o dos veces por mes la compañía de lo que él mismo llama una “mujer bella, inteligente y complaciente”. Ahora que, si hay algo importante que celebrar solicita el servicio de dos chicas, ya que para él no hay nada mejor para combatir las presiones y el estrés. Recomienda el servicio pero advierte: «Business are business: ¡No te enamores!»

Big Brother es el nickname que usa al participar en el foro divas.com.mx, un espacio en el que los clientes suelen hablar de diversos temas: negocios, viajes, arte, literatura y hasta filosofía; pero sobretodo de las chicas, musas inspiradoras de auténtica poesía erótica. La muestra está en los relatos que hacen algunos apasionados foristas. Kaltar escribe: «…nos fundimos como un solo cuerpo y, con movimientos rítmicos y salvajes, fui sometido por esta hembra que se transforma a la hora de mar. Aún desnuda sobre el sofá, me preguntó con voz angelical: ¿“Te gustó, mi amor?” Totalmente domado la miré, me perdí en sus ojos y sonreí al tiempo que prendía otro cigarro».

Se autodenominan “la cofradía” y se han integrado tanto que trascienden el espacio virtual reuniéndose mes tras mes en mega fiestas en donde las mismísimas divas son las anfitrionas y todos quieren ser invitados. El derecho de admisión cuesta caro, se obtiene hasta registrar en el foro el menos tres experiencias con las chicas, es decir, previo consumo mínimo de 6 mil pesos. El líder del comité organizador me dice: «imagínate a unas 80 personas, empresarios, tomando una copa con 30 chicas en traje de noche. Por el nivel de la gente que va no se permite el clásico comentario barbaján de: «Ay mamacita, qué buena estás…» A las escort se les trata como damas y ellas a los clientes los tratan como caballeros».

El público es heterogéneo —la mayoría tiene entre 22 y 35 años, aunque hay clientes de hasta 70 o más— pero un factor común es por fuerza, una capacidad adquisitiva que les permite darse este tipo de regalos. «depende de las ganas de cada quién de sentirse», sentencia Angelina. Tal vez, otro sea la necesidad de compañía. «hay gente que no puede estar sola. Un día viaja la esposa o la novia, y tal vez no tienen ganas de sexo, pero te llaman porque no quieren dormir solos. No es preciso decir que vendemos sexo, lo principal es que vendemos compañía. A mí me han pagado 3 mil pesos por desayunar con alguien.»

Pacto con el diablo

Han pasado unos minutos cuando el mesero vuelve con el pretexto de atendernos. Quiere cosechar una nueva sonrisita y Angelina no la niega. «Debes ser muy afortunada en el amor», le digo, pero su respuesta me desmiente. Le pregunto incrédulo si acaso una vez fue rechazada. « No, no fui rechazada, pero se trata sólo de eso. Si yo no le enamoro no me sirve, tiene que ser de dos. Y a mí lo que me pasa es me enamoro en cinco minutos pero me desenamoro en cinco segundos. Pacté con el diablo: soy afortunada en el dinero, pero desafortunada en el amor.»

Tal vez ése sea el destino de una diva que vive para sus clientes. Cinco segundos de encanto y luego nada.

Angelina ha sido generosa al conversar más de una hora. Su celular ha estado sonando y para ella no hay nada más importante que le llamado de un cliente. Oigo como le habla: que será cuestión de minutos para que se encuentren y pasen un buen momento. Es una profesional, así que, irremediablemente me despido.