El español que hablamos actualmente en México está lleno de palabras con ch, se trata de un sonido inagotable para la creación de nuevas voces. Acá te contamos el origen de palabras populares con ch.
El nacimiento del dígrafo ch (signo ortográfico compuesto de dos letras) se remonta al latín, pero sin duda se reforzó y generalizó tanto en escritura como en pronunciación en nuestro idioma a partir de la influencia de lenguas indígenas como el náhuatl, cuyas palabras lograron que este sonido permeara en la lengua española y se volviera uno de los favoritos para la creación de léxico nuevo. ¡Cha cha cha chaaaan!
A partir de que el español adoptara una gran variedad de voces que contenían el sonido ch, tales como los nahuatlismos chayote, chamaco, chile, chocolate; se generalizó el uso de este sonido y se comenzaron a formar palabras que lo incluían, sobre todo en el habla popular; sin embargo, con el tiempo fueron formando parte de nuestro vocabulario general.
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De acuerdo con Concepción Company, el aislamiento fonético del sonido ch, es decir, su cualidad de no ser igual a ningún otro sonido del español permitió su popularización pues es ideal para “la explotación expresiva”: ¡achis achis los mariachis!
La lingüista señala que uno de los ámbitos en los que más presente se encuentra el sonido ch es en los apodos, debido a que es un fonema que se acopla perfectamente para expresar afectos y desafectos.
Así, generalmente, los mexicanos optamos por sobrenombres que lleven ch para denominar a personas cercanas. Todos conocemos a un Nacho, a un Pancho, a una Concha o la historia de una famosa persona, todos la conocen por el apodo de Chona. (léase bailando a medio cruce de Eje Central).
Origen de palabras populares con ch
La lista de palabras con el sonido en cuestión es muy extensa; sin embargo, te presentamos una lista de voces preferidas por los chilangos, ya estas que se utilizan predominantemente en la CDMX:
Chido: palabra muy popular que significa ‘bueno, bonito o apreciable’. El lingüista José G. Moreno de Alba rastrea su origen hasta el habla o jerga de los hampones (rufianes, malandrines), la voz aparece registrada ya en el Diccionario de caló de Carlos G. Chabat en 1956.
Comenzó utilizándose en el habla de estratos socioculturales bajos, sin embargo, poco a poco fue generalizándose y se volvió propia de los demás estratos sociales. En el mundo del entretenimiento, uno de los primeros registros del uso de esta voz se encuentra en el personaje del cómico mexicano Luis de Alba que con “El Chido” popularizó aún más la palabra a principios de los años 80: ¡Chido, chido, chido!
Chale: Esta voz tiene dos acepciones. Con el sentido de “¡caray!” o “¡caramba!”, esta interjección expresa sorpresa, incredulidad o molestia: “¡Chale, me cortaron la luz!”. A veces también se usa en plural: “Chales, no hay nada en la tele”.
Varias teorías apuntan a que se trata de una contracción, es decir, de un acortamiento de interjecciones con sonidos parecidos, tales como charros o chanfle, al cual se le agrega un pronombre “le” neutro que igualmente suele unirse a otras interjecciones de origen popular como: épale, órale, újule.
Hablando de chanfle, palabra que también expresa sorpresa o contrariedad, recordemos que la difusión general de esta interjección y de muchas otras voces con ch corrió a cargo de Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, quien a principios de la década de los 70 lanzó un programa de comedia en el que todos los personajes que interpretaba tenían nombres que iniciaban con este dígrafo: el Chavo del 8, el Chapulín colorado, Chaparrón Bonaparte, el Chómpiras.
Asimismo, durante el programa se utilizaban con frecuencia palabras como: chanfle, chiquitolina o chiripiorca, ésta última se encuentra registrada en el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua (AML, 2010) con el significado de: “ataque de nervios de alguien” o “comportamiento extraño de alguien”, al parecer esta voz fue un invento de propio Chespirito.
El segundo significado de chale, de acuerdo con el Diccionario de mexicanismos de la AML remite de manera despectiva a una persona originaria de China que reside en el territorio mexicano, a un descendiente de chinos o a alguien que posee rasgos orientales: “Todos los dueños esas tiendas del centro son chales”. No hay datos concretos sobre el origen de este uso. Chale.
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Chafa: se utiliza para referirse a algo que es malo, deficiente o de mala calidad: “Estos patines salieron bien chafas”. El lingüista Guido Gómez de Silva, en su Diccionario breve de mexicanismos (2001) apunta que la voz probablemente surgió del verbo coloquial chafar, que significa estropear o echar a perder algo.
Choro: Gómez de Silva define esta palabra como “discurso largo y cansado que no interesa al oyente” como en: “Ay, mamá, ya vas a empezar con tu choro”, mientras que el Diccionario de mexicanismos de la AML agrega que se trata de un discurso poco creíble: “Te juro que no es choro, me acabo de divorciar”.
De esta voz se desprende también la palabra chorero, que es alguien que se avienta choros: “Juan es super chorero, ya no le creo nada”. Probablemente, la expresión viene del caló choro que significa ladrón, a partir de la idea de aquellos vendedores quienes echando mano de un discurso enredado pero convincente buscaban vender algún producto de manera fraudulenta y estafar al comprador. De aquí que un choro hoy en día sea un discurso aburrido y poco creíble.
Chipocludo: es un adjetivo que significa destacado, sobresaliente o importante: “Mi tarea me quedó bien chipocluda”, “El Chicharito es el futbolista más chipocludo que conozco”. Se piensa que esta palabra viene de chipocle una variante del nombre del chile chipotle más el sufijo -udo, que forma adjetivos derivados de sustantivos e indica abundancia: como en barbudo, sesudo, etc.
El chile chipotle, cuyo nombre proviene del náhuatl chilpoctli ‘chile ahumado’, era un ingrediente común en la época prehispánica y es uno de los más consumidos en México, se destaca por su sabor e intensidad. De ahí que se empezara a llamar chipocludas a las personas importantes o sobresaliente en lo que hacían.
Cháchara: quiere decir cosa de poco valor o menospreciada: “Voy al tianguis a comprar chácharas” o “Recoge tus chácharas de la mesa que vamos a comer”. Su origen se rastrea hasta el idioma italiano con la palabra chiacchiera que significa “conversación trivial”. Cháchara también significa en el español general: “conversación frívola”, pero particularmente en México, en la CDMX, la usamos como sinónimo de baratija con potencial de objeto coleccionable.
Chanchullo: significa “hacer un negocio tramposo o un fraude”: “Hicimos un chanchullo en el trabajo y me gané una lanita extra”. Esta palabra proviene de la voz chancha que quiere decir embuste, mentira, engaño; a su vez chancha se deriva de chanza, broma que se le hace a alguien: “Mi novia se enojó porque le hice una chanza”.
Chitón: es una interjección que se utiliza para pedir silencio: “¡Chitón, que ya va a hablar el jefe”. Se piensa que es una palabra de origen onomatopéyico, es decir, que surge de los sonidos que usamos para para callar a alguien: ¡shh! En español también contamos con las interjecciones chist o chis para pedir silencio, ambas se incluyen en el Diccionario de la Lengua Española.
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Chafirete: se utiliza para referirse a una persona que se dedica a conducir vehículos. Proviene de la palabra chofer, de acuerdo con Guido Gómez de Silva, además de que se utilizaba de manera despectiva pues el lingüista la define como “mal chofer, mal conductor de vehículo automóvil”.
Se trata de una palabra en desuso, sin embargo, está inmortalizada en una canción muy popular que podríamos describir como el himno de las palabras con el fonema ch: la “Chilanga Banda”: “Chambeando de chafirete / Me sobra chupe y pachanga”.
Esta canción, que describe el día a día de los chilangos, fue escrita por Jaime López en 1995, sin embargo Café Tacvba le dio una proyección masiva en la radio algunos años despupes. Esta rola es un referente muy importante del habla popular del extinto D.F., pues recoge todo tipo de términos coloquiales chilangos, además de que es una prueba de la riqueza en el vocabulario a partir del fonema ch, sobre todo en la capital de país y sus alrededores: Carcaaaaacha y se les retaaaaacha.
Fúchila: proviene de la interjección fuchi, que se utiliza para expresar asco o repugnancia, ambas voces son sinónimos: “¡Este mango ya se echó a perder, fúchila!”. La voz fuchi también dio lugar a la locución hacerle el fuchi a alguien o algo, es decir, rechazarlo o desdeñarlo, por ejemplo: “Chucho siempre le hizo el fuchi a trabajar de comerciante”. Esta palabra no sólo se usa en México, sino también en toda Hispanoamérica.
La riqueza léxica a partir del uso del dígrafo ch es innegable. Ha dado lugar a una variedad de voces que nacieron en el ámbito popular, coloquial o familiar; sin embargo, gracias a su popularización se extendió en los diversos estratos sociales chilangos y ya forman parte de nuestra identidad colectiva.
Al reconocer y utilizar estas voces, las hacemos parte del vocabulario personal, es decir, gran grupo de rasgos propios de nuestra forma de hablar y, con ello, nos adherimos a una tradición lingüística heredada de generación en generación.
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