¿Quién no quiso un perro cuando era pequeño? Nos llamaba la atención su melena, su tamaño y su forma tan peculiar de amarnos, de jugar con nosotros y de consolarnos cuando nos regañaban los mayores de casa por no atenderlos como debe.
Ya de grandes un perro siempre nos acompaña en nuestra soledad, esta ahí sin reprocharnos nada cuando escribimos o miramos en la televisión un interminable maratón de series.
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Entre la historia y lo sobrenatural: leyendas de perros en la CDMX
Además de compañeros en vida, los canes también han sido representados y concebidos como custodios y guías en el mundo de los muertos. Por ello, nos daremos a la tarea de conocer los significados que esconde el mejor amigo del hombre, así como las mitologías y relatos sobrenaturales cuya presencia protagónica nos ha admirado y atemorizado.
Los perros y la muerte en el mundo prehispánico
En febrero de 2011, el arqueólogo Leonardo López Luján reportó el descubrimiento en las excavaciones de la casa de las Ajaracas, que se localiza justo frente al Templo Mayor: el esqueleto de un can ricamente ataviado con orejeras de turquesa, collares de cuentas de jade y muñequeras con cascabeles de oro que fue colocado como guía del inframundo en una de las ofrendas más grandes que se haya sabido jamás del mundo prehispánico.
Es así que uno de los símbolos universales y seres sobrenaturales más antiguos de la humanidad es el perro. Si hacemos un ejercicio de honestidad histórica nos encontramos con que su presencia ha sido tan importante en nuestra historia que no existe cultura alguna que haya omitido la importante labor de nuestro compañero más leal.
Tanta importancia tienen nuestros colegas peludos, que no solo nos acompañan en vida sino que ya después de muertos les exigimos, como último favor, que nos encaminen hacia nuestra última morada.
De ahí que la función más común que lleva a cabo en el mundo sobrenatural sea la de guía o psicopompo, nombre que algunos estudiosos le dan a los seres que conducen las almas al mundo de los muertos. Se cree que el perro ayuda al espíritu humano a que no pierda el camino que le fue destinado al momento de morir.
Existen muchos ejemplos de esta labor mítica a lo largo del mundo. Varios arqueólogos, en diferentes estudios sobre el mundo prehispánico en Mesoamérica, han descrito al perro como parte fundamental para la entrada al inframundo.
En los mitos que explican el cosmos nahua, recogidos por Bernardino de Sahagún, el dios Xolotl tenía la labor de llevar al sol por la tarde y conducirlo a través del inframundo para después renacer por la mañana.
Era entendido como la parte contraria de su hermano gemelo Quetzalcóatl. Si bien, la serpiente emplumada era el lucero del alba y el dador de vida, el dios perro era el lucero vespertino, la otra parte de Venus que conocía la oscuridad y sabía el camino para entrar y salir del mundo de los muertos.
Es por esa relación con el curso de la noche que en rituales funerarios prehispánicos encontramos perros xoloitzcuintle, cuyo sacrificio se llevaba a cabo para enterrarlos con su humano familiar.
Se creía que podía guiarlo por los nueve mundos del Mictlán. En esta forma de comprender el mundo, las cualidades nocturnas del perro eran de mucha ayuda para no perder el camino correcto, así como para cruzar los nueve ríos que conformaban el mundo de los muertos.
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Perros terroríficos en relatos chilangos
Pero nuestro amigo peludo no solo fue representado como un ser benéfico y leal a los humanos. Su relación con lo lunar y los espacios nocturnos le otorgaron el carácter de un ser que, por habitar en la oscuridad, encarnó los miedos ancestrales que se encuentran en la mente de la humanidad.
Por ejemplo: en lugares donde aún hay una presencia rural importante en la Ciudad de México, como las alcaldías de Xochimilco y Milpa Alta, se cuentan historias de perros muy grandes y negros que aparecen en encrucijadas y prohiben el paso de los viajeros con un gruñido amenazante.
El que lo ve, presiente que no es un perro común y corriente. Se les describe con abundante pelo y ojos amarillos o rojos que brillan intensamente en la oscuridad; pareciera ser una combinación de perro y lobo.
Generalmente se presenta en caminos abandonados para obstruir el paso, como si resguardara algo, pero también puede aparecer detrás de ti y perseguirte. Algunas historias relacionan a este perro espectral con el demonio, por lo que se toman como signos de mal augurio y presagios de muerte.
También se cuenta que si el perro negro no tiene cola, se trata de un brujo que ha tomado la forma de perro gracias a un pacto demoniaco. En la Zona Metropolitana del valle de México no tiene un nombre especial, pero en algunos lugares del sur del país o Centroamérica se le conoce como cadejo.
Se piensa que si es blanco, se trata de un ser benéfico que guiará tu camino, pero si el color es negro, seguramente buscará hacerte mal. El color negro define de forma inconsciente el miedo que tenemos a lo desconocido, a lo que nos depara el destino y al terror biológico que tenemos a ser devorados por un depredador.
Símbolo de lo oculto, conocedor de los caminos hacia el inframundo, guardián de senderos y moradas sobrenaturales, el perro es un ser que ha acompañado al hombre incluso antes de ser Homo Sapiens y que anhelamos que nos guíe en el camino más difícil, el que aún no hemos recorrido y del que nadie aún tiene noticia.
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