Una de las calles más concurridas del centro histórico es la de Moneda. Al estar tan cerca del Zócalo, goza de un número inmenso de chilangos que día a día la ha caminado durante siglos sin advertir que en ella han ocurrido historias increíbles; narraciones que encontramos en viejos libros, esos que nutren lo que algunos denominamos como la ciudad fantástica y que a continuación les contaremos.
4 leyendas de la calle de Moneda
Si eres un andante asiduo del Centro Histórico seguro has pasado por ella decenas de veces, sin embargo, ahora pondrás más atención a los detalles, pues estas leyendas te darán una visión paralela a su memoria histórica.
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Extrañas apariciones en el Museo de las Culturas
Antes de que se pusiera la primera casa de moneda de América y que por ello llevara el nombre de la calle de Moneda, casi medio siglo antes de que esto ocurriera y los españoles pisaran la gran Tenochtitlán, existía en los palacios mexicas, un habitáculo todo pintado de negro, lúgubre y solitario, que sirvió al Tlatoani Moctezuma como espacio de meditación.
En esta morada los sabios platicaban con él de dioses y señales que venían del mundo sobrenatural. Los españoles en distintas crónicas le llamaron a este sitio “Las casas denegridas”.
Los primeros cronistas como Bernardino de Sahagún y Diego Muñoz Camargo, escribieron que, antes de la llegada de los españoles, entre 8 y 10 años antes, distintas manifestaciones sobrenaturales se dieron en la gran Tenochtitlán. El gran historiador Miguel León Portilla los llamó “Los presagios funestos” en el ya clásico libro La visión de los vencidos.
Ocho fueron los mensajes que los dioses del mundo prehispánico enviaron a Moctezuma: rayos que caían e incendios inexplicables en los templos sagrados, cometas que llenaban el cielo nocturno, la diosa Cihuacóatl que lloraba: Hijos míos ¿a dónde he de llevarlos?, llamas que ardían por encima del lago y lo hacían hervir, pero de todos ellos, hay dos que ocurrieron justamente en la calle de Moneda.
El primero es el del encuentro de una garza parda de cráneo deformado que llevaba incrustado un espejo de obsidiana. Se cuenta que al encontrarla en el lago, de forma inmediata, fue llevada a las casas de lo negro ante la presencia de Moctezuma.
En aquel espejo, el tlatoani pudo ver cómo desde tierras remotas, hombres montados en venados vendrían a su ciudad a hacer la guerra. Justo después de la revelación, el animal mítico desapareció, aunque ahí no quedó la cosa.
Días después de este extraño suceso apareció entre las calles de la gran urbe mexica, un hombre de dos cabezas o bicéfalo, también llamado Tlacanzolli, un ser monstruoso que fue llevado ante el gobernante mexica y que al verlo desapareció sin explicación alguna.
Actualmente el Museo Nacional de las Culturas se ubica donde estuvieron las Casas de lo negro, así que si algún día buscas ayuda del otro mundo, Moneda número 13 es una buena opción. Aunque resulte increíble, aún quedan vestigios de las Casas Nuevas de Moctezuma y son visibles dentro del Museo.
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La Llorona Cara de Mula
El alcohol siempre fue considerado algo maligno y en tiempos coloniales era parte del pecado de la gula, ya que embriagarse llevaba irremediablemente a otros pecados como la pereza o la ira.
Así, la relación entre el borracho y los seres sobrenaturales nocturnos que castigan su conducta es inseparable. La iglesia de la Santísima fue testigo de una lección que la ciudad fantástica le dio a un célebre borracho que para seguir la farra había inventado una ingeniosa danza y canto que rezaba:
Ándele compadre
Baile la botella
Que si me la quiebra
Me la pone nueva.
Con una serie de piruetas, tomaba la botella desde el piso hasta la boca para beberla ante el asombro de todos. Una madrugada, caminando ya hacia su hogar, vio a una mujer con velo y vestido blanco que bailaba frente a una botella, justo a las puertas de la iglesia que fuera siglos después la preferida de la emperatriz Carlota.
Con las manos lo llamaba y sin pensarlo dos veces caminó hacia la mujer para bailar con ella la botella. Al acercase comenzó a escuchar sonidos como si de un animal se tratase.
De pronto, la mujer descubrió el velo de su cabeza mostrando el cráneo descarnado de un caballo que en las cuencas, a manera de ojos, dos llamas se asomaban.
El espectro poco a poco se fue bailando mientras desaparecía lentamente hacia atrás. De nuestro borracho lo último que se supo fue que no volvió a tomar jamás y pedía limosna ahí en la puerta de la Santísima. En algunos lugares de México y Centroamérica, conocen a este terrible espectro como la Siguanaba.
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Espantos en la calle de Moneda
Los espantos de vecindad han sido un verdadero clásico en la Ciudad de México y en la época del porfiriato los periódicos de esos tiempos, registraron algunos de los extraños sucesos que los vecinos contaban, eso si, siempre dudando de su credibilidad por resultar sensacionales.
Uno de esos relatos ocurrió el 24 de marzo de 1888, en el número 2 de la calle Cerrada de Moneda. Exactamente frente a la antigua iglesia de Santa Teresa, en la actual calle de Licenciado Verdad.
Se decía que rondaba un fantasma en las noches y se aparecía justo en la fuente del patio de la vecindad, los vecinos alarmados ya no querían salir de noche.
Algunos vigilaron incesantemente la fuente, principalmente en esas horas que se dan los encuentros con el más allá. Después de mucho esperar se manifestó el fantasma y un vecino en un verdadero acto de valentía, se acercó a enfrentar al espectro y poner fin de una vez por todas a la situación.
Tremenda fue la sorpresa que se llevó al ver que el terrible espanto carecía de sábana blanca y grilletes cómo se estilaba en la época, es más, ni ropa traía, era un borrachito que aprovechaba el miedo de los vecinos para bañarse en la fuente.
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Muerte inexplicable en la cantina El nivel
Otro suceso extraordinario que se rescató en tiempos del porfiriato ocurrió en la legendaria cantina El Nivel, fundada en 1857 y que se ubicaba justo en la esquina de Moneda y Seminario.
Este sitio es uno de los lugares con más historia de toda la ciudad. En tiempos prehispánicos albergó ni más ni menos al Templo al Dios de las sombras, de la noche, la magia, el cambio y lo oculto: Tezcatlipoca. Más adelante fue la primera cede de la Real y Pontificia Universidad de México.
Ahí, el diario Argos registró que en noviembre de 1904, un anciano al que le gustaba la bebida, gritó que se le habían manifestado un grupo de esqueletos, muertes y fantasmas para decirle que solo le restaba un día de vida.
Sus compañeros de borrachera le dijeron que estaba alucinando por el alcohol. Al día siguiente se presentó nuevamente en la cantina y después de tomar una copa gritó: “El plazo se ha cumplido”. Acto seguido cayó sin vida. Pocos podrán presumir en el más allá que su última copa fue en el templo de Tezcatlipoca.
Muchísimas más historias tiene la calle de Moneda, llena de templos, museos, comerciantes y transeúntes. Al caer la noche, ya cuando la gente se marcha y la soledad se hace presente, abre paso a damas blancas, seres monstruosos de dos cabezas y aves que presagian el futuro.
Te recomendamos caminarla, eso sí, lo más sobrio posible, no vaya a a ser que la ciudad fantástica te quiera corregir a su manera.
Referencias
Miguel León Portilla, La visión de los vencidos, UNAM, México,1999.
Artemio del Valle Arizpe, Cuentos del México antiguo: Historias de vivos y muertos: leyendas, tradiciones y sucedidos del México virreinal, Porrúa, México, 2009.