El fantasma de la Casa de los Azulejos y otros espectros del Centro
La Casa de los Azulejos y otros edificios antiguos resguardan más de un secreto. Conoce las leyendas de fantasmas en restaurantes de la CDMX.
Por: Jesús Campos
El centro histórico tiene los inmuebles más antiguos de toda la ciudad. Entre ellos se encuentran edificaciones que fueran conventos y casonas coloniales, pero con el tiempo se convirtieron en santuarios de parroquianos. Te contamos cuatro leyendas de fantasmas en restaurantes de la CDMX que, a decir de lo que cuentan sus trabajadores y comensales, tienen apariciones fantasmales.
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Leyendas de fantasmas en restaurantes de la CDMX
En los muros de estos edificios han pasado cientos de historias de corte fantástico. Según la creencia popular, algunas energías desconocidas se quedaron atrapadas en estos sitios después de que la tragedia se concretara a través de la muerte.
El apuñalado de la Casa de los Azulejos
A finales de 1828 en pleno caos provocado por la fuga de reos en el llamado Motín de la Acordada, el oficial Andrés Palacios, irrumpió en la casona del exconde Andrés Suárez de Peredo, en ese entonces propietario de lo que hoy conocemos como la Casa de los Azulejos, en busca de venganza.
Nadie sabe si por motivos pasionales o políticos, pero el cuerpo del noble novohispano fue hallado apuñalado y sin vida en las escaleras que actualmente nos conducen a los baños del restaurante Sanborns.
No es de sorprenderse que en más de una ocasión, varios comensales y trabajadores hayan comentado que vieron una sombra en este sitio ya entrada la noche.
Las creencias populares nos dictan que el alma en pena estará condenada a repetir una y otra vez el evento que causó su muerte como recordatorio de que ahí, en ese espacio y en otro tiempo, murió alguien de una manera vil y despiadada.
Probablemente el fantasma acabará sus apariciones cuando algún comensal o trabajador logre comunicarse con él, y preguntarle al conde qué necesita para pasar al más allá.
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La monja enfermera del Café Tacuba
Desde 1912, el Café de Tacuba ha sido uno de los lugares consentidos de la Ciudad de México, de tal suerte que no es raro presenciar enormes filas de comensales esperando en la calle más antigua de América su turno para ingresar al lugar.
En épocas virreinales, el sitio donde se ubica el restaurante formó parte del Hospital del Divino Salvador para Enfermas Dementes, que estuvo cuidado en su primer etapa por jesuitas y posteriormente, en el siglo XIX, bajo el resguardo de las monjas Clarisas. A ellas justamente son a las que les debemos nuestra espectral historia.
Contadores de leyendas como German Argueta e incluso, personal que trabaja en las instalaciones, relata que por aquellos tiempos uno de los internos del lugar, obsesionado por el amor que le tuvo a una de las religiosas, decidió seducirla pero al no corresponder a sus sentimientos le quitó la vida.
Seguramente se habrán dado cuenta, esto no podría haber pasado ya que el hospital solo albergaba a mujeres, pero la leyenda generalmente puede más que la historia y en la actualidad ocurren cosas raras en este sitio.
Más de uno cuenta como cuando vas a los baños o rumbo a la cocina del restaurante, suele aparecerse ya entrada la noche una monja toda vestida de blanco, que a menudo se le confunde con una enfermera.
Los mismos trabajadores dicen que sienten la presencia detrás de ellos, como si estuviese esperando a que en algún momento, alguno se apiade de ella y le pregunte ¿qué es lo que quieres? Lamentablemente aún no ha nacido el valiente.
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El monje de la Hostería de Santo Domingo
La afamada y antiquísima Hostería de Santo Domingo lleva ese hagiónimo porque en otras épocas fue parte del extinto convento del mismo nombre.
En tiempos coloniales, el inmueble que poseyeron los monjes dominicos fue de un tamaño colosal, pero durante el periodo del presidente Juárez fue segmentado a tal extremo, que en la actualidad solo queda la iglesia.
Desde épocas juaristas data el restaurante más antiguo de la Ciudad de México, uno de los obligados cuando se visita la capital, y es que tiene de todo, hasta un fantasma.
Se dice que al caer la madrugada varios de sus trabajadores han visto la figura lúgubre de un fraile que camina por los distintos sitios del lugar.
Muchos lo han encontrado en la cocina, otros en cambio aseguran que es en el bar donde más le gusta estar. Una verdad innegable es que no son pocos los que han tenido encuentros con el monje.
Las creencias populares dan fe sobre seres guardianes en los antiguos edificios religiosos. En la Edad Media por ejemplo, se hablaba de los emparedados: humanos e incluso bebés que eran enterrados junto a las columnas de los conventos, catedrales y puentes para que sirvieran como vigilantes de las construcciones.
Se piensa que el fantasma de la Hostería de Santo Domingo pertenece a este grupo, pero eso no le prohíbe que de vez en cuando se eche una copita.
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El pianista del Café Bagdad
En medio de la plaza de la Aguilita, llamada así por el mito prehispánico del águila que señalaba el sitio donde se erigiría el pueblo de Huitzilopochtli, se encuentra un pequeño sitio donde la cultura y el arte convergen para demostrar que el barrio de la Merced ostenta mucha historia: el icónico café Bagdad.
Es uno de los mejores lugares del rumbo si quieres echar chisme a gusto y disfrutar expresiones artísticas que distintos colectivos del rumbo llevan a sus paredes. Incluso cuentan que hasta sucesos sobrenaturales tiene.
Se dice que al caer la noche, un piano suena en la parte posterior del garito. Nadie explica el porqué del sonido ya que nunca han tenido este instrumento en sus instalaciones.
La gente que trabaja en el sitio así como su dueño nos relata que jamás ha molestado a alguien el pianista fantasma. Quizá sean de esos ecos que se quedan atrapados en las casas antiguas y que se contentan solo con ser escuchados de vez en cuando.
¿Qué sería nuestros restaurantes sin seres sobrenaturales? Nuestra ciudad fantástica nos cuenta historias de otros tiempos, de vidas antiguas y de terribles cosas que sucedieron y dejan huella en la imaginación de una urbe que tiene fantasmas, hasta para la hora de la comida.
Te rogamos que si alguna vez te toca presenciar ya sea al monje de la Hostería de Santo Domingo, la enfermera fantasma del Café Tacuba, el apuñalado de la Casa de los Azulejos o el melancólico pianista del Café Bagdad les preguntes qué necesitan para ir al más allá.
Quizá nosotros les podamos ayudar. En caso de ser un tesoro no nos cuentes. Ese solo es para ti.
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