De la proporción lacustre que rodeaba la gran Tenochtitlán ahora solo quedan algunos cuerpos de agua entubados o, en su defecto secos o en desuso. Sin embargo, los registros en códices y en volúmenes coloniales nos revelan los secretos de las leyendas de las aguas en CDMX.
Leyendas de las aguas en CDMX
Cuántas veces no hemos clamado y reclamado a Tláloc los tremendos chubascos que caen en la Ciudad de México, como sucedió apenas hace unos días.
Sin embargo, esas atribuciones no son fortuitas. Tláloc, entre otras figuras del séquito de dioses prehispánicos son los protagonistas de los mitos y leyendas acerca del origen del mundo, del agua, de los seres humanos, entre otros elementos de acuerdo a la cosmogonía prehispánica.
Si aún no te sabes los relatos que explican cómo surgieron los cuerpos de agua presentes en el Valle de México, checa esto.
Las primeras aguas
De acuerdo con la versión recopilada por Andrés González en el libro Leyendas del agua en México, el agua fue creada por Hutzilopochtli y Quetzalcóatl. De forma paralela, también crearon un lagarto gigante llamado Cipactli.
Después de este primer trabajo de creación, ambos dioses se reunieron con sus hermanos para traer a la vida las deidades del agua: Tláloc y Chalchiuhtlicue.
Esta dupla de dioses resguardaban en el Tlalocan, es decir el paraíso, todo tipo de aguas: las de lluvia, las de aguanieve o granizo, las aguas malas o que no dejaban crecer la milpa, entre otras.
Sin embargo, los esposos Tláloc y Chalchiuhtlicue no podían llevar el agua de lluvia a todas partes, así que recurrieron a unos mensajeros o ministros llamados tlaloques para que distribuyeran las aguas pluviales.
De esta manera Tláloc asumió su poderío y control como el dios de la lluvia y Chalchiuhtlicue la de las aguas terrenales, es decir, los manantiales, ríos y todas las corrientes subterráneas.
El mítico Aztlán
El mito fundacional de la gran Tenochtitlán no tendría sentido sin el punto de donde partieron los antiguos aztecas para cumplir la profecía. Pero, ¿dónde se ubicaba Aztlán?
De acuerdo a las representaciones ilustradas del código Boturini, este lugar se ubicaba en un cerro rodeado de aguas. Debido al mito detrás de esta representación resulta complicado ubicarlo históricamente.
Sin embargo, con base en las descripciones coloniales de Cristóbal del Castillo y Chimalpahín se estima que dicha ubicación coincide con territorios nayaritas.
El viaje al que sería el ombligo del imperio mexica implicaba peligros, sin embargo, las esperanzas de los aztecas descansaba en el cumplimiento de la epifanía revelada: encontrar un águila posada en un tunal devorando una serpiente.
De acuerdo con la leyenda, así se cumplió el mandato divino y el emblema fue ubicado en un islote rodeado por las aguas.
El Tollan y la fundación de Tenochtitlán
Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, vivía en un paraíso, en una ciudad mítica llamada el Tollan. Cabe mencionar que este nombre se atribuyó a varias ciudades prehispánicas, entre ellas Tenochtitlán.
Es importante aclarar que la fundación de esta ciudad prehispánica y el establecimiento de otros reinos colindantes fue posible gracias a la distribución del lago, que en realidad no era uno solo sino un conjunto de cinco subcuencas.
La antropóloga Teresa Rojas menciona que este sistema estaba formado por espejos de agua poco profundos y con fondos más o menos planos. También había pantanos y lagunetas. En las orillas de estos cuerpos de agua florecieron las ciudades de los reinos del Valle de México.
Gracias a las condiciones de estos pequeños lagos, los pobladores construyeron diques para controlar las inundaciones, trazaron canales para encauzar las aguas. Las chinampas y las balsas formaron parte del modelo de cultivo y transporte en este territorio lacustre.
¿Te sabías estos mitos y leyendas de las aguas en CDMX? Cuéntanos qué otras historias en torno a los orígenes de nuestro territorio chilango te gustaría conocer.
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