¿Escuchas canicas por la madrugada? Es el niño fantasma que quiere jugar
Te contamos hoy la leyenda del niño fantasma en CDMX, un pequeño que sale del panteón en Tlalpan para jugar con el que se le atraviese. ¡Qué miedo!
Por: Elías Leonardo
Vivir cerca de un cementerio debe ser algo aterrador, sobre todo cuando descubres que uno de sus habitantes no descansa precisamente en su tumba. Bueno, al menos así le ocurrió a vecinos de la alcaldía de Tlalpan con el niño fantasma en CDMX cuyos restos están enterrados en el Panteón 21 de noviembre.
¿De qué va la leyenda del niño fantasma en CDMX?
Semejante revelación de espanto tiene lugar en la casa de algún chilango, puede ser con tu familia, especialmente con tu hijo, a quien el niño fantasma en CDMX, ha elegido como amigo para jugar mientras se niega a aceptar la paz eterna.
En la calle de Congreso, colindante al cementerio tlalpense, se ubican dos conjuntos de edificios que a principios de los noventa albergaron el inicio de la leyenda del niño fantasma en CDMX. Fue allí donde una madre preocupada por la salud mental de su hijo supo que un espíritu infantil vivía al interior de los condominios. Y eso fue gracias a una cámara fotográfica.
Lo que nos contaron de el niño fantasma en CDMX
Tras observar continuamente que su pequeño salía a jugar a las canicas con “un amigo” sin que hubiera alguien junto a él, la madre decidió tomar una foto para confirmar si su retoño sufría de alucinaciones para buscarle ayuda psicológica. La sorpresa fue de horror: la imagen comprobó que en efecto tenía un compañero de diversión, pero estaba muerto.
Asustada, temerosa de que fuera un espectro maligno, la mamá recurrió a un sacerdote católico para que echara agua bendita, oficiará una misa y suplicara por el descanso eterno del alma en pena. La solución religiosa surtió efecto, sin embargo, no del todo.
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La madre y su hijo se mudaron. Con su partida, el espectro infantil parecía haberse ido también, pero años posteriores (cinco para ser precisos) reapareció de otra manera.
Por las madrugadas, inquilinos de los departamentos escuchaban intensos ruidos de canicas en los pasillos de los edificios. Se despertaban y levantaban molestos para callar a quien hacía escándalo por ponerse a jugar a semejantes horas. No había nada ni nadie, salvo el ruido, que en realidad provenía de otra parte.
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Irritado por ser despertado en la madrugada, uno de los vecinos tomó la iniciativa de seguir el sonido de las canicas. Conforme caminó y abandonó su edificio, poco a poco fue dándose cuenta de que el origen era la calle. Inquieto por hallar el sitio exacto en que nacía el ruido, emprendió marcha hasta que encontró canicas tiradas frente a la puerta del panteón 21 de noviembre.
De repente oyó una risa infantil burlona. Volteó hacia sus espaldas y vio correr a un niño con dirección a la calle de Congreso, o mejor dicho rumbo a los edificios. Aturdido, nervioso, el vecino volvió a su departamento para intentar dormir, algo que no pudo lograr por la impresión de lo sucedido.
Al amanecer, cuando quiso despertar a su hijo para llevarlo a la escuela, encontró decenas de canicas tiradas en el piso de la recámara. El niño fantasma en CDMX había escogido un nuevo amigo.
Y sigue sin saberse a cuál tumba le falta un huésped infantil en el panteón 21 de noviembre. Pero no es el único cementerio que aporta espíritus a la ciudad, hay otros más a los que les falta habitantes que no quieren reposar en paz. Dale clic aquí.