La virgen muda miraba a José María, también lo hacían el niño Dios y una imagen de Jesús, pero el ladrón continúo el robo y, dicen, salió de ahí hasta con una ostia en la boca. Aquí inicia la historia de la mano cortada en la Merced.
En abril de 1823, el Convento de la Merced fue saqueado de madrugada dando origen a la leyenda de la mano cortada en la Merced. Uno de los barrios más antiguos de la Ciudad de México, donde las casas de la Nueva España comenzaron a instalarse.
José María Salinas entró al Convento de la Merced (en la calle de Uruguay 170) a solas. Él planeaba robar todas las joyas del templo con ayuda de dos amigos (quienes al final se echaron para atrás) y, al vender el motín, se delató solo.
El ladrón fue condenado a una muerte inminente, pero la población (como señala este libro) pidió que se le cortara la mano de un hachazo y que fuera clavada en el atrio del templo.
La gente tenía la creencia de que la derecha era “la mano más pecadora”, así que esa mano de Salinas tendría descanso sobre una concha de cantera debajo de un nicho con la escultura de Santiago Apóstol.
¿Cómo llegó ahí la mano cortada en la Merced?
La mano estuvo guardada en el Convento de la Merced muchos años. Durante ese tiempo los religiosos la preservaban con cariño, de tal manera que, cuando solo quedaban los huesos, mandaron hacer una mano de bronce. La mano de bronce se perdió durante la Reforma, pero la leyenda comenzó a crecer.
Se dice que la mano cortada de la Merced fue utilizada por una bruja para un conjuro y que sus huesos fueron utilizados como ingredientes de una poción. De tal acto no existe registro, pero fue un acaudalado caballero que decidió usarla como decoración de la casona (hoy “casa de la manita”) y desde entonces permanece en la esquina de Jesús María con Manzanares.
Hoy, en esta calle conviven tiendas de telas, mercerías y el comercio informal. Una tarde cualquiera se puede ver a “los toreros” (vendedores informales) salvando sus lonas repletas de mercancía de los operativos, pero, si subes la mirada la mano cortada en la Merced sigue ahí, clavada, detenida entre el tiempo y las leyendas que rodean las calles del Centro Histórico.
Dónde: Jesús María esquina con Venustiano Carranza/Manzanares, Centro Histórico.