La que se conociera en antiguas crónicas como la calle de la Encarnación, por ser parte del convento que llevó su nombre durante siglos, la calle Luis González Obregón es uno de los sitios del centro histórico lleno de fantasmas, aparecidos y seres sobrenaturales. Una ubicación imprescindible de las leyendas de la CDMX.
En este recorrido conocerás algunas casas que esconden trágicas historias poco conocidas entre los chilangos y que vale toda la pena recordar.
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Leyendas de la calle Luis González Obregón
La calle Luis González Obregón está ubicada entre República de Brasil y Argentina. Con apenas 205 metros de largo, está repleta de leyendas y lugares de mucha historia.
Ya desde su nombre, nos invita a recordar al más grande cronista que tuvo la ciudad; creador del México Viejo y que todo chilango que se respete debe leerlo sí o sí.
La casa de don Luis y el misterio del fantasma
En la que fuera su casa y que actualmente es una librería, ahí en el número 9, se cuenta que en tiempos coloniales, fue propiedad de un conquistador español y tiempo después vendida a la familia Vega pero, tras una disputa entre familiares, quedó deshabitada.
El lugar poco a poco se caía en pedazos y los vecinos comenzaron a contar historias de seres sobrenaturales, ya fueran fantasmas o duendes, que arrojaban piedras a los que pasaban por la calle.
Tiempo después, un tal Luis de Dorantes se hizo de aquella casa abandonada y casi de forma inmediata, comenzaron a ocurrir experiencias del más allá.
Se cuenta que era un apasionado de los libros viejos, así que no ponía mucha atención a lo que pasaba en casa por estar leyendo, hasta que se apareció ante sus ojos el fantasma de un caballero de la Orden de Santiago.
Al poco tiempo su esposa María tuvo la visión espectral de un clérigo mercedario. Pareciera de cierta forma, que aquellos pleitos familiares en épocas pasadas, hicieron que los antiguos miembros de la familia Vega quedaran atrapados en aquella casa, principalmente la fuente que era el lugar de las apariciones.
Dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias, Luis y su esposa pactaron entre sí, preguntarle al fantasma el porqué de sus apariciones, esperanzados de que algún tesoro estuviera enterrado en la casa.
Pero dice el refrán que no pidas porque se te puede conceder, y a estos dos les llegaron visitas de ultratumba a la alcoba. Sin embargo, al final decidieron pedir ayuda a un religioso jesuita para exorcizar la casa y olvidarse de una buena vez del tesoro.
Sabemos que hubo una última aparición fantasmagórica. Frente a don Luis, el monje espectral señaló dos tablas de la duela que, al quitarlas, revelaron lo oculto: unos documentos antiguos en una sábana blanca.
Inmediatamente Luis trató de leerlos pero nadie supo que decían ya que perdió el conocimiento. Se cuenta que el fantasma tomó aquellos antiguos documentos y se los llevó con él.
Siempre pensé que aquella leyenda era un homenaje a don Luis González por parte de Artemio del Valle Arizpe (escritor, abogado y diplomático), pero las leyendas no entienden de tiempo y de verdades y, al pasar a la antigua casa, vi la fuente aquella de la leyenda y un albañil me dijo: ”No me la va a creer, pero varios compas se han visto a un monje en esta fuente”.
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La terrible historia de un amor fallido en La Encarnación
Frente a la Casa de don Luis, en el predio con el número 16, encontramos la antigua casa de “El poeta del hogar”: el cronista Juan de Dios Peza. Su obra abarca al menos un centenar de leyendas en rima, algunas de ellas en colaboración con el gran Vicente Riva Palacio, quien fuera de los escritores más importantes que hubo en el siglo XIX en México.
Una de sus leyendas dejó testimonio de la triste historia que escondían las paredes de su hogar.
Se cuenta que en el siglo XVII de forma repentina, la virreina cayó enferma de gravedad. Todos los vecinos de la noble y leal ciudad de México pensaron que no saldría con vida pero, de manera sorpresiva, logró vencer a la muerte.
La ciudad llena de júbilo hizo una celebración en el palacio real por la buena noticia y Clara, la antigua dueña de la casa de Juan de Dios Peza, asistió a la fiesta.
Don Carlos, primogénito del virrey, quedó perdidamente enamorado de ella solo con verla. Inmediatamente se acercó para bailar con ella pero Clara no accedió a la invitación, aunque después de tanto insistir no quedó más remedio que bailar una pieza con él.
Sorprendido el hijo del virrey ante la distancia que ponía entre ellos la hermosa española pidió saber dónde vivía y ella aceptó decirlo. No se le podía decir que no al hijo de un virrey.
A su regreso la esperaba Gonzalo de Tapia, quien fuera el verdadero amor de Clara y que sabiendas de la hermosura de su novia, no dudaba que algún español le hiciera cortejo.
Ella le contó que fue el hijo del virrey el que la sacó a bailar y que solo quedó en eso. Los celos inmediatamente surgieron en Gonzalo, que le advirtió de la fama de don Carlos como mujeriego y conociéndole seguro buscaría manchar su honor.
Pero don Carlos, que había seguido a Clara hasta su casa, veía lleno de ira (escondido en una esquina de la calle) cómo entre las rejas de la ventana los dos enamorados charlaban. Furioso esperó a que el galán se despidiera para retarlo a un duelo a muerte lejos de la casa de la bella dama.
A la mañana siguiente, sorpresivamente el virrey visitó a la familia de Clara para pedir su mano en nombre de su hijo y dio una semana para conocer la respuesta.
Nerviosa por lo que la petición representaba, no sabía qué hacer para salir del embrollo sin ofender al virrey, cuando de pronto llegó la noticia de que Gonzalo había sido asesinado en la calle de San Ildefonso.
Devastada, pidió a su madre que la ingresara como monja al Convento de la Encarnación. Su madre accedió y dio al convento la casa para que sirviera como celda a su hija en su nueva vida de religiosa.
Una semana después don Carlos, muy seguro de que accedería a casarse con él por la muerte de Gonzalo, se encontró con la noticia de que Clara había decidido hacer sus votos con Cristo y no renunciar a la promesa de amor que le hiciera a Gonzalo.
Si en 50 metros de recorrido por la calle del cronista de la ciudad se cuentan un par de leyendas, imagina cuántas más hay delante nosotros.
Recomendación de oro para todo chilango valiente y ansioso de las historias y memorias de la CDMX: recorre esta hermosa calle por la noche.
Sin embargo, deberás ir preparado por si notas que de algún rincón de la calle arrojan una piedra o si se asoma la silueta de un caballero, cuéntales con voz firme que conoces a don Luis González y a Juan de Dios Peza, que gracias a ellos aún viven sus figuras espectrales en las sombras de la ciudad fantástica.
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