A unos metros de metro Chabacano, sobre la avenida homónima, se esconde un secreto: un lugar de encuentro donde cientos de hombres se han dado cita durante la pandemia de covid-19.
¿Qué hay aquí para que tantos asiduos visitantes hayan decidido poner en riesgo su salud en plena contingencia sanitaria? Un oasis de citas y encuentros sexuales.
La historia del club clandestino abierto en pandemia
Nada indica en la fachada de este lugar su giro como famoso sitio de ligue y encuentros, que desde hace algunos años ha funcionado como refugio para HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres) ante entornos que históricamente los han condenado bajo adjetivos estigmatizantes.
Solo al acercarse un poco más y al poner en marcha el ojo clínico se puede leer un discreto rótulo sobre un interfón. Las letras “C.A.” y justo enseguida “1º piso” indican que hemos llegado.
En el transcurso de una hora entran al menos 20 hombres. Algunos vienen solos, otros acompañados. El ritual de los visitantes se repite: primero mirar hacia ambos lados de la calle para cerciorarse de que nadie los vea, como quien sabe que está por hacer algo al margen de las reglas.
Lo que sigue es presionar el botón y esperar la confirmación a través de la bocina del aparato para ingresar al club clandestino abierto en pandemia.
Adentro ocurre lo mismo que en todos los sitios de encuentro similares: sexo casual en espacios oscuros que facilitan el anonimato, para después tener la opción de ir al área de mesas a echar la chela —ahora sí en un espacio más iluminado— con el ligue.
Algunos se saltan este último paso: sencillamente vienen, buscan su encuentro sexual y au revoir: si te vi ni me acuerdo.
Estos espacios, que podrían parecer imposibles para quien no se encuentre familiarizado con la cultura underground gay, en realidad han fungido por décadas como sitios de refugio y socialización.
Es más: figuras imprescindibles dentro de la historia homosexual —y la no homosexual —como el mismo Carlos Monsiváis recurrieron a estos lugares— que combinan la protección ante un mundo exterior hostil y el fetiche por lo clandestino.
La falta de regulación como obstáculo para la implementación de políticas sanitarias
Sitios como el C.A., club clandestino abierto en pandemia, tan presentes en la vida sexual de la comunidad gay, se encuentran totalmente ausentes en el documento que emitió el gobierno de la CDMX respecto a la transición hacia la nueva normalidad.
En el comunicado no existe una sola referencia a estos espacios, a diferencia de otros giros como los restaurantes, los bares o los cines.
Lo único que podría hacer una alusión a ellos es lo contenido en el apartado que se refiere a los establecimientos donde se practiquen deportes y/o que tengan saunas, que dice al calce:
“No podrán operar las áreas y espacios comunes cerrados que se presten a mucha cercanía entre usuarios, por ejemplo: áreas de pesas, área de spinning, albercas techadas, salas de usos múltiples, vestidores, baños de vapor y clínicas de masaje y spa”, apunta el documento.
Lo anterior podría tomarse como referencia, ya que los pocos lugares que están regularizados se han registrado bajo estos rubros (saunas, baños de vapor).
La omisión de lugares como el C.A, club clandestino abierto en pandemia, en los protocolos sanitarios es un problema. La seguridad de los asistentes a estos sitios de ligue como la de sus trabajadores podría garantizarse con el desarrollo de medidas sanitarias y laborales específicas.
Sin embargo, a falta de lineamientos claros continúan operando en la clandestinidad.
Respecto a este tema, el experto en salud pública, derechos sexuales y reproductivos, el doctor Ricardo Baruch nos dice:
“Creo que al igual que cualquier otro negocio, los lugares de encuentro deberían estar registrados; además, también deberían pagar impuestos y tener ciertos estándares de seguridad”
Ricardo apunta que tiene conocimiento acerca de cierta formalidad en algunos establecimientos: “Sé que existen algunos espacios formales con licencia de gimnasio o baños públicos. Pero he sabido de casos de asaltos a todos los asistentes a un espacio de encuentro, o gente que tiene una sobredosis ahí dentro y no hay protocolos de seguridad como sí los puede haber (aunque sea parcialmente) en negocios formales”.
Cuando la ley de la oferta y la demanda está por encima de la salud pública
La operación clandestina deja en la “buena voluntad” de los sitios de encuentro el hecho de si respetan o no las reglas impuestas a otros establecimientos, como la Jornada Nacional de Sana Distancia.
Algunos de estos sitios siguieron las recomendaciones gubernamentales: cerraron sus puertas en cuando se emitió la emergencia sanitaria y a través de sus redes sociales comunicaron el cese de actividades a su audiencia.
Además, el Chikro y otros lugares de encuentro han utilizado sus diversos canales de comunicación (Facebook, Instagram, Twitter) para sumarse a las campañas de información que no solo involucran a sus usuarios sino a la población en general.
Lamentablemente no es el caso de todos los negocios con este giro y para muestra un botón. El C.A., club clandestino abierto en pandemia, no solo ha continuado con sus operaciones sino que no ha hecho una sola recomendación sanitaria a sus usuarios, lo cual lo ha convertido en un lugar de alto riesgo para contagios de covid-19.
La falta de disposición para acatar las normas de sanidad tiene dos caras de una misma moneda: la alta demanda por estos lugares y la búsqueda por mantener capitalizando el negocio.
“Al igual que otros establecimientos, la gente no quería dejar de tener ingresos y la demanda siguió ahí. El problema es que cuando se trata de espacios como los lugares de encuentro, es mucho más fácil la transmisión comunitaria de covid-19″, anota Baruch.
Por otro lado, Ricardo comenta que si bien la vida sexual activa es parte de la cotidianidad, se tuvieron que tomar acciones en los clubes para contener la pandemia y evitar la propagación de covid-19: “Muchos negocios sí se sacrificaron y cerraron sus puertas, incluyendo bares y antros que también son parte fundamental de la vida gay”.
Para Baruch también es importante abordar estos temas desde una perspectiva de salud pública y no desde la moral: “Es importante no estigmatizar a las personas que acuden a estos espacios, pero por el bien de todos, tenemos que hacer un esfuerzo para mantenernos alejados del virus”.
Mientras tanto, el club clandestino abierto en pandemia sigue presumiendo en sus redes sociales que, como ha sucedido durante toda la contingencia, sus instalaciones están a tope: anaqueles abarrotados con las mochilas de sus visitantes —como si de trofeos se tratase. “Cerramos a las 10 PM, ven, tenemos casa llena”, escriben a través de su cuenta de Twitter.
Afuera de las instalaciones del A.C. una señora con una bolsa enorme de mandado se ajusta el cubrebocas sin saber lo que a unos cuantos metros de ella está ocurriendo. Porque lo que no se ve —al menos en la ingenuidad de nuestro imaginario— no puede hacernos daño.
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