Durante esta cuarentena, los cubrebocas se han vuelto tan indispensables como las llaves, la cartera o el celular para salir a la calle. Esta situación ha sido aprovechada por algunos chilangos, quienes los producen y venden casi en cada esquina. Pero, ¿de verdad es buen negocio la venta de cubrebocas? Esto nos respondieron algunos vendedores.
La tarde del 30 de marzo, Camilo Sanabria estaba desesperado, al ver que las ganancias de su negocio de uniformes industriales estaban disminuyendo drásticamente. Cuatro empleados dependían de ese local de la calle Isabel La Católica, en la zona centro de la CDMX.
De pronto, Camilo tuvo una idea: confeccionar cubrebocas y distribuirlos entre sus vendedores de uniformes. Aunque nunca había hecho uno, tenía toda la infraestructura para producirlos de forma masiva. Sin pensarlo dos veces llamó a sus proveedores y les pidió tela de propileno, nylon y neopreno, así como algunos plásticos flexibles. Una semana después ya estaba vendiendo miles de mascarillas por toda la ciudad e incluso en algunas zonas del Estado de México.
“Me vino como anillo al dedo. Me hablaron de varias farmacias grandes del centro porque ya no tenían cubrebocas y los ‘chinos’ se los estaban dando bien caros. Algunos colegas de la competencia ya habían empezado en la venta de cubrebocas, pero nadie, que yo supiera, a producirlos. Ahora sí que nos pusimos las pilas”, recuerda Camilo, quien al inicio no sabía si aquel giro era ilegal, pero asumió el riesgo debido a la necesidad de la gente.
Producir cada pieza le cuesta 40 centavos a Camilo, quien vende a 1.80 pesos cada unidad cuando se trata de pedidos al mayoreo (a partir de 10 piezas). Es decir, por cada mil piezas que vende, gana mil 400 pesos. La mayoría de los vendedores de cubrebocas que le compran se llevan al menos dos mil unidades, las cuales revenden a tres pesos por unidad en farmacias, mercados, tianguis y tiendas de abarrotes.
En las tiendas, el precio de los cubrebocas va de los cinco a los 100 pesos, dependiendo su composición, ya que algunos, como los lavables, tienen doble capa de neopreno, cintilla metálica ajustable en la nariz y cuerdas flexibles. En entrevista con Chilango, Camilo reveló que producir uno de estos cubrebocas le cuesta máximo cinco pesos, pero recibe una ganancia de hasta 10 veces su valor.
¿Qué tan buen negocio es la venta de cubrebocas?
Elsa Yáñez, comerciante en Iztapalapa, confiesa que ella y su familia siempre buscan producir y vender productos de moda, como finger spinners, que supuestamente liberan el estrés en menores de edad, audífonos, cargadores baratos para celular y ahora cubrebocas.
“Siempre nos hemos dedicado a replicar cosas. En este caso los cubrebocas porque están de moda. Lo que hacemos es conseguir la tela para coserlos nosotros mismos. Algunos los vendemos en la Central de Abastos, donde muchos comerciantes se surten, y otros ya vamos viendo dónde. La idea es moverlos a como dé lugar”, explica Elsa, quien considera que su innovación radica en poner diseños en las mascarillas.
Al día producen aproximadamente diez mil unidades, las cuales venden a tres pesos cada una por mayoreo (más de 50 piezas).
La familia Yáñez vende tres tipos de cubrebocas: sencillos (de propileno azul), de neopreno y de diseño (nylon). “Estos últimos son los más vendidos”, asegura Elsa, pues “a la gente le gusta lucir diferente, con el logo de su equipo, algún superhéroe, princesa, caricatura, luchador, banda, etcétera”.
Al ser productores, como Camilo y otros locatarios del Centro Histórico, las ganancias durante abril y mayo para la familia Yáñez han sido buenas; sin embargo, dicen que cada día hay más personas que se dedican a la venta de cubrebocas.
Aquí también hay reventa
Carlos Ruiz compra el centenar de cubrebocas a 100 pesos en la calle de Correo Mayor, en el Centro Histórico de la CDMX. Una vez que se surte, este comerciante revende cada pieza en 15 pesos o tiene la promoción de tres cubrebocas por 30 pesos.
Él se dedica a vender sus productos en diversas colonias de la alcaldía Venustiano Carranza, como Moctezuma 2da Sección, Jardín Balbuena, Federal e Ignacio Zaragoza, cerca del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Carlos asegura que no necesita tener un local, pues a bordo de su automóvil recorre calle por calle junto con su esposa, tocando los timbres o anunciando mediante un altavoz la venta de cubrebocas, caretas, guantes y próximamente gogles y overoles.
De acuerdo con el experto en finanzas personales, Bernardo De la Serna Rodríguez, la venta de cubrebocas ya perdió su auge, debido a la excesiva competencia; sin embargo, algunos vendedores se están diferenciando de los demás no solo por vender más barato o por sus diseños sino por llevar sus productos a domicilio.
“El negocio ya no se sostiene comprando barato y vendiendo caro. Hay que darle al cliente lo que pida, y si quiere que se los lleven a su casa hay que llevárselos. No es posible saber si las buenas ganancias de este negocio emergente durarán más tiempo, pero lo seguro es que mientras mayor oferta menor demanda, y mientras más venta de cubrebocas haya, ya no será tan buen negocio”, explica.
Esto pasa en todos los negocios de la informalidad, ahonda el experto, “principalmente en tianguis o mercados, donde muchos puestos venden lo mismo y se pelean por los mismos clientes. Este negocio fue bueno al inicio, pero ahora ya no tanto, por la competencia. Si quieren sacarle provecho hay que pensar en maneras de diferenciarse de los vendedores que hay en cada esquina”, sugiere Bernardo.
Jimena Basurto y su novio empezaron a vender material de protección sanitaria en la esquina de su casa desde la primera semana de mayo. Su puesto se ubica cerca de la estación del Metro Tacubaya, donde cientos de personas transitan para ir a sus trabajos.
“Si no hubiera ya tantos vendedores de cubrebocas, la verdad sí sería un buen negocio, pero ni modo, esto pasa siempre”, señala Jimena, quien al día recibe una ganancia neta de 500 pesos en la venta de cubrebocas, pues asegura que la mayoría de las personas prefieren comprar en supermercados o en el centro, donde pueden conseguirlos más baratos.
A diferencia de los vendedores anteriores, José Fernando compró un millar de cubrebocas a cuatro pesos, y los revende en 10; no obstante sólo ha podido vender la mitad en tres semanas.
José Fernando nunca había sido comerciante, pero se quedó sin empleo y vio una gran oportunidad de ganar dinero vendiendo mascarillas. El problema, dice, en la zona de Acoxpa, donde vive y vende las mascarillas, hay por lo menos 15 comerciantes más, en las gasolineras, semáforos, plazas y parques, por lo que dice, para él, la venta de cubrebocas no ha sido tan buen negocio como para Camilo, Elsa, Carlos y Jimena.
A continuación te compartimos un video de la fábrica de cubrebocas de la CDMX.
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