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¡En burros! Ante escasez de agua, así la reparten en esta comunidad de CDMX

Esto también es CDMX: un pueblo en Xochimilco está tan aislado que las pipas no llegan y la única forma de acceder al líquido es con burros.

En plena capital hay comunidades donde, para asearse las manos, lavar los trastes o tomar una ducha, no basta con abrir el grifo. Pero quizás en ningún lugar de CDMX es tan difícil acceder al agua como en Santa Cruz Acalpixca.

Se trata de un pueblo originario en la alcaldía Xochimilco que se extiende sobre las faldas del cerro Cahuilama. Los puntos más altos de esta comunidad son tan difíciles de acceder que es imposible que lleguen pipas a surtir agua.

Así, ante la escasez de líquido, el único medio que muchos habitantes tienen para acceder al agua potable son los burros.

Foto: Ángel Pérez

Burros reparten agua en esta comunidad de CDMX

Don Isidro vive en una de las casas ubicadas en la parte más alta del cerro. Todos los días baja junto con sus tres burros hasta el Pozo S-7 del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) para abastecerse de agua.

Foto: Ángel Pérez

Carga a cada uno de sus burros con cuatro galones de 20 litros y emprende una pesado regreso de aproximadamente 40 minutos a pie, colina arriba. Esto es rutina de todos los días. El agua apenas alcanza para su familia de seis:

“[El agua] no dura. La usamos para bañarnos, para los trastes. Cuando se lava, hago dos viajes. Así sufrimos aquí. No hay agua”, comenta.

Foto: Ángel Pérez

Con ironía, se queja de que en otros lugares el agua se desperdicie:

“Nosotros hasta el agua de lavar la ropa la apartamos para echarle al baño. Y hay otros que riegan sus plantas con la manguera”.

Por supuesto, el caso de Isidro no es aislado. Como él, muchos vecinos de Santa Cruz Acalpixca no tienen acceso al agua potable. Los asentamientos de la parte más alta del cerro son irregulares. Hay hogares que llevan más de 20 años allí. Sin embargo, siguen sin ser regularizados y sin acceder a agua potable. Simplemente no hay tuberías que lleguen hasta arriba.

Las pipas de agua encuentran dificultades para llegar a los puntos más altos de Santa Cruz Acalpixca. / Foto: Edgar Ulises Segura

Ante esta situación, los burros son indispensables. Isidro los usa para llevar agua a su propio hogar, pero también para ganarse la vida repartiendo líquido a otros vecinos.

Foto: Ángel Pérez

Así es el trabajo de los repartidores de agua en burro

Chilango acompañó en su jornada a repartidores de agua que trabajan con burros en Santa Cruz Acalpixca.

Cada uno de los burros carga 80 litros de agua, que Isidro vende en $40. Para tener una idea de lo mal pagado que es el esfuerzo del arriero y sus burros, una comparación es ilustrativa: una botella de tan solo un litro de agua que compramos en una tienda antes de subir el cerro para mantenernos hidratados durante el recorrido costó $9.

Foto: Ángel Pérez

Si Isidro vendiera el agua que transporta al mismo precio que una tienda, ganaría $720 por burro. En cambio, por sus tres burros cargados con 240 litros de agua cobra apenas $120.

Como si el precio que da fuera demasiado caro, Isidro se justifica:

“Está en $40 el burro, 120 por los tres. Es que lo que comen los burros también está muy caro. Está en 200 pesos [la paca de avena] y tenemos que comprar dos todos los días. A veces les damos maíz o lo que cae, tortilla dura cuando hay”.

El trabajo es arduo tanto para humanos como para animales, sobre todo en plena onda de calor. Los repartidores y sus burros caminan kilómetros cuesta arriba con temperaturas superiores a los 30 ºC.

Luego de algunas horas de trabajo, a los burros ya les tiemblan las patas. Además de los 80 litros de agua que llevan a cuestas, también tienen que aguantar fuetazos. Su nutrición está lejos de ser óptima. Y con este clima, ellos también necesitan más agua.

Foto: Ángel Pérez

Privatización del agua en plena CDMX

La jornada de los repartidores de agua en Santa Cruz Acalpixca comienza en el Pozo S-7, ubicado en la parte más baja del cerro.

En el entendido de que muchas partes de esta comunidad carecen de tuberías que las conecten con la red pública de agua potable, cualquier persona puede acceder a este pozo y extraer agua.

Desde hace al menos un par de décadas, los repartidores que trabajan con burros y llevan agua a los puntos más inaccesibles se surten en este pozo. Sin embargo, en años recientes comenzaron a llegar al lugar enormes camionetas para llenar tinacos y tambos de agua que después venden a precios más caros.

“Ellos ya encontraron aquí un negocio. Porque como aquí no se les cobra nada, el agua es libre, ellos pueden sacar el agua que ellos quieran. Luego hay como unas 8 o 9 camionetas. Ahí se la pasan toda la mañana, toda la noche. Todo el día están ahí. Algunos se llevan hasta 1,800 litros”, relata un repartidor que trabaja con su burro y que prefirió permanecer en el anonimato.

Camionetas privadas extraen agua del pozo para venderla. / Foto: Edgar Ulises Segura

Estas camionetas han desplazado a los repartidores en burro, acaparando a los clientes de todos aquellos puntos de la comunidad a los que pueden acceder. Como pueden transportar mayores cantidades de agua, la venden a precios más accesibles. Además, hay puntos a los que pueden llegar más rápido que los burreros. Por ello, algunos vecinos prefieren recurrir a los camionetas en lugar de a los repartidores tradicionales.

Ante esta situación, los repartidores en burro se han visto desplazados. Algunos incluso dejaron de trabajar. Mientras antes había cerca de 10 repartidores en la zona que trabajaban con burro, ahora solo quedan tres.

Estos tres repartidores en burro resisten porque siguen existiendo zonas del cerro a las que las camionetas no pueden acceder: brechas de terracería sumamente estrechas, interrumpidas por piedras o maleza y extremadamente inclinadas:

“Es ahí donde nosotros dejamos agua, donde ya no llega la camioneta. Porque ellos [quienes operan las camionetas] nos han quitado toda el área. Nosotros tenemos aproximadamente 10 años acarreando agua, o más, entegándole a la gente, pero ahora la gente se acostumbró a la camioneta porque lleva más agua”, relata un repartidor.

Foto: Ángel Pérez

Ante la falta de estructura hidráulica, repartidores, ya sea en burro o en camionetas, realizan el trabajo que no hace el Estado: llevan agua a esta comunidad.

Por su parte, las autoridades toleran esta práctica. De hecho, una lona colocada en pleno pozo pide dar prioridad a los repartidores que trabajan en burro.

Foto: Edgar Ulises Segura

Sin embargo, el contraste es marcado. Mientras los repartidores que trabajan con burros llevan agua a lugares que de otro modo son inaccesibles, los grupos operan con camionetas lucran con un recurso público. Es la privatización del agua en plena CDMX, un tema que durante las campañas electorales de 2024 todos los partidos políticos dijeron rechazar.

Chilango consultó al Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) sobre la regulación de la extracción de agua en este pozo. Sin embargo, no obtuvo respuesta.

La vida sin un grifo de agua

Acompañamos hasta su hogar a Isidro, quien trabaja repartiendo agua en burros y vive en la parte más alta de Santa Cruz Acalpixca.

Aquí los grifos de agua, tan cotidianos en la mayoría de los hogares de CDMX, no existen.

Foto: Edgar Ulises Segura

Isidro almacena en tambos y cubetas el agua que acarrea con sus burros. La utiliza para cocinar, lavar ropa y trastes, para bañarse e incluso para beber. Su economía no le permite costear garrafones de agua purificada. En ese sentido, el Pozo S-7 es, literalmente, su fuente de vida.

Sin embargo, son cada vez menos las personas que le compran agua. Una vecina de la zona comentó a Chilango que las camionetas pueden llenarle en un solo viaje un tinaco de 1,100 litros y tres tambos de 100 litros cada uno. En cambio, Isidro y sus tres burros pueden llevar un máximo de 240 litros por viaje. Para esta vecina, la compra de agua implica un gasto de al menos $1,200 al mes.

Foto: Edgar Ulises Segura

Si bien los repartidores en camioneta ofrecen una opción más ágil y asequible a algunos vecinos para abastecerse de agua, también se trata de una práctica que contribuye más a la sobreexplotación.

“Hay que tomar en cuenta que aquí se va a acabar esto, algún día se va a secar y ya no va a haber agua”, reconoce uno de los repartidores.


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