Hace unos días irrumpió en las redes sociales una especie de “confesionario virtual”: la aplicación Sarahah. Si bien la palabra “Sarahah” puede traducirse del árabe al español como “franqueza” u “honestidad”, la verdad es que lejos de utilizarse como la plataforma de retroalimentación sana para la que fue concebida, se ha transformado en una herramienta violenta y hasta de acoso.
Imaginemos esto: si ya las redes sociales eran un hervidero de comentarios negativos, descalificaciones y agresiones, ¿qué hacía falta para que la cosa se saliera de control? El total anonimato. Precisamente así como opera esta app: la bajas, te registras, compartes tu perfil en redes sociales y ¡voilà!, cualquiera puede dejarte mensajes sin rostro ni nombre.
Como usuario frecuente de redes sociales la bajé y si bien no recibí realmente ninguna agresión, pude ver que muchos de mis amigos sí recibieron mensajes de odio que iban desde el raciclacismo hasta la homofobia, pasando por críticas fortísimas por apariencia física.
Después de analizar este súbito boom, pude aproximar algunas conclusiones:
¡Ego, ego, ego! ¡Queremos más ego!
Si bien la aplicación no permite contestar directamente a la persona que te hizo una confesión, insulto, o crítica, sí existe la opción de hacer un screenshot de su comentario para posteriormente compartirlo en redes. Casualmente, muchos de estos comentarios son de gente confesando amores secretos. Y claro, ¿a quién no le gusta saberse objeto de deseo? Eso siempre cae de perlas en el ego. Por eso tantos de los screens que vemos en Facebook o Twitter son sólo para reafirmar esa necesidad de sabernos queridos o deseados. Y entre más confesiones de este tipo, mejor: ¡más medallas para la egoteca!
Internet es cíclico (o la espiral que nunca se acaba)
Aunque la existencia de Sarahah es relativamente reciente —al menos en nuestras tierras, porque en EU se volvió popular desde julio, desbancando en el ranking de descargas a Facebook Messenger o Netflix—, no es la primera vez que un confesionario anónimo se populariza. Hace un par de años el portal ask.fm era la web de mensajes sin rostro por excelencia. Y si bien fue creado para para que cualquiera que estuviera dado de alta pudiera hacerte una pregunta, muchas veces lo que ahí se escribía ni siquiera eran preguntas, sino insultos y agresiones. Y como toda moda de internet, ask.fm terminó por diluirse, como seguramente también le pasará a Sarahah cuando pase la fiebre.
Internet: ese gran agresor sin rostro
Es claro que uno de los ingredientes para la popularización de estas redes es el anonimato, una especie de anarquía virtual donde todo se vale y donde nadie es responsable. Si en foros o diversas páginas es muy común ver a trolls profesionales o incluso a personas —esas sí, con nombre y apellido— agredirse sin miramientos, era sólo cuestión de volver más oscura y diluida la identidad de los agresores para que sus dichos fueran cada vez más lejos. En Sarahah hay racismo, clasismo, misoginia, acoso sexual, homofobia, xenofobia y todo lo que se acumule. ¿Quién es el responsable? Nadie. Somos una generación cobarde, especialista en tirar la piedra y esconder la mano.
Cuando tus “amigos” no lo son tanto
Es curioso ver cómo a quienes uno supone como sus “amigos” en redes sociales, en realidad no lo son tanto. Sí, la aplicación tiene un motor de búsqueda para que cualquiera te pueda contactar, pero es claro que muchos de los mensajes de acoso provienen de personas que tienen acceso a información íntima, como lugares que visitas, tus círculos de amistades, las actividades a las que te dedicas, etc. Y los agresores se valen de esa información para hacer llegar mensajes que van de lo ofensivo hasta lo francamente creepy. ¿Pues no que éramos amigos? ¿Por qué no les ponemos simplemente “contactos”, querido Zuckerberg?
Siembras lo que cosechas
Suena crudo, pero dicen que cuando el río suena es que agua lleva. Tal vez recibes tantos mensajes de *hate* porque, o no has aprendido a seleccionar bien a las personas a las que admites en tus redes sociales, o bien eres una persona francamente pesada y las personas ven en aplicaciones como Sarahah la oportunidad de decirte esas cosas que les molestan de ti pero que no se atreven a decirte cara a cara. A cada uno le tocará analizar si en realidad no existe algo qué poder corregir y entonces el propósito original de esta app se habrá cumplido.
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Estas fueron sólo algunas cosas que podemos concluir a partir del furor causado por Sarahah. Y si bien es muy probable que esta aplicación caiga en el olvido de manera tan repentina como llegó, sí nos pone sobre aviso acerca de esas dinámicas tóxicas que que como “cibersociedad” estamos asumiendo.
Habrá que recordar que las redes sociales no son una especie de “universo alterno”, y que detrás de ellas hay seres humanos generando mensajes de odio que, lamentablemente, no siempre se quedan en lo virtual.
¿Tú ya la bajaste? ¿Qué opinas de ella?