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La nueva soltería chilanga: ¡Mesa para unx, por favor!

Por: María Antonieta Barragán Fotos: Rafa Amed Ilustraciones: José Carlos Marín En el censo de 2020, la Ciudad de México confirmó lo que ya se sospechaba, la soltería urbana llegó para quedarse, ya no es una moda, ni tendencia,…

Por: María Antonieta Barragán

Fotos: Rafa Amed

Ilustraciones: José Carlos Marín

En el censo de 2020, la Ciudad de México confirmó lo que ya se sospechaba, la soltería urbana llegó para quedarse, ya no es una moda, ni tendencia, ni estilo de vida, es algo más subversivo: lxs unipersonales conforman un hecho con impacto social, demográfico, político, cultural y económico; y algunxs especialistas dicen más: es una opción de vida. De la población total en la Ciudad de México, 38.1% son solteras y solteros; y en el resto del país, solo en el estatus de solterxs, sin incluir a divorciadxs, separadxs y viudxs, es de 34.2%. El crecimiento sí es escandaloso. 

Las ciudades son la punta de la lanza que arropa a todxs aquellxs que deciden lucir su celibato moderno. No lo ocultan, no se avergüenzan ni se justifican, simplemente son la consecuencia de las grandes transformaciones en la agenda feminista, el debate de las masculinidades, la revolución de las comunicaciones, la urbanización masiva, las tecnologías de la seducción y la longevidad.

Ana se toma un whisky en la barra de su bar preferido, por lo menos cada 15 días, sin compañía, sin pareja, tiene 45 años, estabilidad laboral y económica; Laura sabe que cuando llega al restaurante Alverre en Coyoacán ya no le preguntarán “¿Viene sola?” porque acostumbra visitarlo; Rubén, de 34 años, periodista, no quiere vivir en pareja, le gusta disfrutar su departamento en la alcaldía Benito Juárez, conocer gente en las aplicaciones de citas y deambular por una ciudad “sin prejuicios”.

A Mar le gusta que al comer en casa todo sea meticuloso: menú elaborado, mesa bien puesta y a disfrutarse a sí misma, “La vida sin pareja”, dice, también podría ocurrir; a Verónica, de 40 años, la educaron para ser soltera e independiente, y para tener el control de su vida: “Cada vez más, las mujeres de mi generación se atreven a decir que son solteras”; Mir lo tiene muy claro: con 37 años, su proyecto profesional es prioritario, es emprendedora en el sector de la moda, tiene una agenda vertiginosa, viaja mucho al extranjero y ha construido de manera consciente su soltería.

La marea solteril o esta nueva tribu que son los singulares, se mueve por las ciudades en una dinámica urbana que facilita lo unipersonal. Son la crema y nata del individualismo contemporáneo, le dan la espalda al estigma, a la satanización, y sin pudor proclaman su autonomía, libertad e independencia. Dicen que “están en pareja con ellos mismos”, y algunos teóricos que han estudiado el tema, como Eric Klinenberg, aseguran que es “el gran experimento social de las últimas cinco décadas”.

En 2020, el Inegi dio la sorpresa cuando documentó que la Ciudad de México tenía el rango más alto de solterxs en el país, es decir, cuatro de cada 10 personas lo son, y están concentradxs en las alcaldías Cuauhtémoc, Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Coyoacán y Venustiano Carranza. Sin embargo, quienes estudian este fenómeno demográfico y sociológico, así como los organismos internacionales, ya habían alertado desde hace dos décadas que la tendencia crecía aceleradamente, incluso la consultora Euromonitor International proyectó, en 2019, que para 2030 habrá 120 millones de hogares unipersonales. En Estados Unidos, según el último censo de 2022, 46% de la población mayor de 18 años está soltera, divorciada o viuda. Así que la sopa se está comiendo a solas y al parecer no sabe tan mal. 

Klinenberg, autor del libro Going Solo, sostiene que estas condiciones han provocado que la gente se embarque en una aventura que implica un constante aprendizaje de adaptación y desafío ante un sistema que le da un enorme peso social a la vida matrimonial. Advierte que, a pesar de ser un estilo de vida que millones de personas están adoptando, todavía se tiene que batallar con los prejuicios y los estigmas. “La gente que se resiste a aceptar estos nuevos formatos de vida lo presentan como un problema social, como un signo de narcisismo, fragmentación y una disminución de la vida pública. La realidad es que este experimento social es mucho más interesante de lo que se quiere hacer creer”. Agrega que la experiencia de vivir en solitario cambia la manera en que nos entendemos a nosotrxs mismxs y nuestras relaciones. 

Además, dice, lxs solterxs urbanxs están cambiando las ciudades y las economías. “La gente que está soltera y vive sola pasa muchísimo tiempo y gasta su dinero en lugares públicos, en bares y restaurantes, consume libros, asiste a recitales y conciertos. Le da movimiento a las calles, a los centros urbanos, y enriquece la vida colectiva”, apunta.

La soltería urbana llegó para quedarse, no es una moda, ni tendencia, ni estilo de vida, es algo más subversivo: los unipersonales son una realidad con impacto social, demográfico, político, cultural y económico. Algunxs especialistas dicen más: es una opción de vida. Los factores que la han desencadenado son diversos: prioridad al éxito profesional y laboral, los avances del feminismo, la tecnología digital, el cuestionamiento al amor romántico, la longevidad y un marcado énfasis en nuevos vínculos sexoafectivos que no comprometen la libertad e independencia. No descartan, eso sí, el encuentro con otrxs, o la posibilidad de tener una pareja, pero con acuerdos inéditos y más satisfactorios.

Ulrich Beck, sociólogo alemán que ha estudiado estas transformaciones explica que el menú amoroso se ha diversificado y las alternativas las construye el individuo según sus intereses. También advierte que ha aumentado el conflicto amoroso: “El mundo de hombres y mujeres se ha vuelto más abierto, pero también complejo y contradictorio. El sueño romántico de vivir con la persona elegida requiere de cada integrante un gran esfuerzo. Las agendas individuales se confrontan y el proyecto en común tiene que estarse negociando todo el tiempo y eso es agotador”, señala en su célebre libro El normal caos del amor.

Julio César, de 44 años, lo describe igual, “el modelo convencional de pareja requiere demasiada energía y no estamos acostumbrados a cuestionar para qué queremos una pareja, lo único que deseamos es cumplir con la expectativa familiar y social”.

El acuerdo más estable: vivir con unx mismx

Algunos estudios sostienen que hoy en día se permanece más tiempo en soltería que en pareja porque es el gran laboratorio para desplegar el conocimiento en sí mismx. Las trayectorias sentimentales son impredecibles, se entran y salen de diferentes biografías: solxs, separadxs, juntxs, unión libre, relaciones abiertas, matrimonio convencional o casas aparte. La ingeniería de la convivencia y afectos se construye al ritmo de cada unx. Para las y los unipersonales, la fortaleza —afirman— está en unx mismx.

Laura lo plantea así: “Me priorizo, diseño proyectos ambiciosos, exploro vínculos de todo tipo, aprecio mi compañía, sé lo que quiero y lo que no estoy dispuesta a tolerar; en resumen, gestiono mi libertad a mi manera”. O la visión de la ejecutiva Mir, para quien su autonomía significa tomar decisiones del presente y futuro, tener más vida social, estabilidad económica y una agenda productiva en lo profesional.

La palabra elección tiene un gran valor en el grupo de personas solteras que Chilango entrevistó para este reportaje. “No somos gente que no encuentra pareja”, solo “personas que eligen la vida en solitario”. Hay una constante en todas ellas: la búsqueda del bienestar personal y emocional, actividades que les brinden alegría y crecimiento en todos los ámbitos. Entienden, y así lo han reflexionado, que la salud mental y la felicidad no siempre se presentan en paquete conyugal y que la soltería no es una enfermedad de la que hay que curarse. 

Ana, viuda desde hace 16 años, admite que ha sido un proceso con altibajos porque llegó a pensar, debido a críticas familiares y amistosas, que su estabilidad estaba en encontrar una pareja que la protegiera, incluso le sugirieron que “le bajara” a su personalidad, pero ahora dice: “¡Por qué tengo que cambiar mi personalidad! No estoy dispuesta a bajar mi capacidad intelectual ni mi mamonería”.

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El modelo convencional de pareja se resquebraja, pero todavía se mueve

Laura y Julio César apuntan que hay una frustración y desencanto sobre cómo las convenciones amorosas siguen resistiendo: “Pensaba que mi generación, los millennials, habíamos roto con la idea del modelo de pareja, pero no es así, en las redes sociales lo vemos con frecuencia, no han conseguido la titulación, no se ha construido un proyecto profesional, pero anuncian un compromiso matrimonial”, afirma Laura.

Comenta que muchas de sus amigas temen quedarse solas y aceptan relaciones desiguales e incluso de abuso. “Ha funcionado muy bien para el neoliberalismo hacernos creer que no es un asunto sistémico ni estructural sino individual, y que no tener pareja es sinónimo de problemas de autoestima”. 

Julio César, por su parte, señala que desde el siglo pasado vimos cómo se fracturó el acuerdo conyugal con la evidencia de matrimonios asfixiantes, violencias domésticas, relaciones posesivas, esquemas afectivos desiguales, abuso psicológico, inequidad en la crianza de lxs hijxs y en las tareas domésticas y de cuidados, pero aún así persiste la “promesa de la felicidad y el bienestar emocional si tienes pareja”. Comenta que son pocas las personas que se cuestionan para qué quieren una pareja o si están preparadas para la cohabitación.

Mari, comunicóloga de 30 años, hace una reflexión al respecto: “Hace unos años me causaba mucho conflicto no tener una relación amorosa porque pensaba que mi valor como persona dependía de que alguien me eligiera, cortejara y me diera cariño. Me costó tiempo, terapias, pero ahora me acepto como soy y me gusto”.

Mar, periodista de 38 años, afirma que falta mucho para deconstruir el dueto idílico: pareja=felicidad, así como la asociación histórica entre soledad y depresión, por lo que a la gente se le hace muy fácil asegurar que al encontrar a alguien desaparecerá ese estado mental. David, de 37 años, apunta: “El canon de pareja es una inercia difícil de cambiar, y las instituciones conservadoras también contrataacan dándole más facilidades a la institución matrimonial”.

Pero hay personas, por otro lado, que desde el seno familiar reciben la consigna de que lo mejor es mantenerse en soltería. Es el caso de Verónica y de sus dos hermanas, a quienes su madre les aconsejó que estudiaran para que no les tocara “alguien como su padre”. Ellas han seguido al pie de la letra la recomendación.

En cambio Andrea, de 31 años, ha decidido tomarse un descanso, hacer una pausa para redescubrirse y rescatar sus deseos más profundos porque desde los 19 años ha “vivido una relación tras otra”. Confiesa que tiene temores porque sí piensa que una pareja le haría la vida más fácil, pero también está dispuesta a construir una soltería creativa que le brinde felicidad y libertad.

David opina que la soltería contemporánea es una soltería con nuevas interpretaciones, y echa por tierra el mito del fracaso, “Hay una resignificación del concepto y eso es un avance”.

“Antes pensaba que tener pareja era cuestión de suerte, pero con el tiempo lo veo de otra manera, mis filtros son más selectivos y la vara es más alta”, expresa Beatriz, de 31 años y madre soltera.

Luz, de 35 años, analiza su soltería desde la experiencia de haber vivido con una pareja que no funcionó. “Es como quitarse un zapato que te queda apretado y abrir puertas de autoconocimiento. Ahora tienes una relación, pero contigo misma. Para mí eso es la soltería contemporánea”.

La versatilidad de los vínculos afectivos

La soltería contemporánea pinta su raya y se hace visible. Guste o no, se ha convertido en la nueva aventura de una parte importante de la población de los países occidentales, va sacando la cabeza con un nuevo rostro, no es moral ni amoral, simplemente es una forma de vida llena de matices, circunstancias, elecciones, libertades, aprendizajes y retos. Emergen propuestas inéditas de relaciones sexoafectivas y sí, algo tienen de subversivas porque desafían la convención amorosa.

El menú de la diversidad y de opciones de vida hoy se han convertido en las divisas más preciadas. El culto a la persona, a la libertad individual, al yo, cobran un valor sin precedentes, con lo que se desencadenan nuevas formas de relacionarse, y al parecer es un fenómeno irreversible.

El filósofo alemán Peter Sloterdijk lo describe como “el recogimiento fervoroso del individuo sobre sí mismo”. Es la práctica del individualismo emocional, intelectual y sexual. Viven sin culpa su condición libertaria, incluso algunos la exhiben y la presumen. No descartan la embriaguez amatoria, el goce erótico, el placer sensual, pero no necesariamente es su prioridad, ni donde se finca la seguridad para andar por la vida. Experimentan distintas posibilidades de armar sus biografías y tejen escenarios de flexibilidad y elección personal.

Bella de Paulo, investigadora estadounidense y con más de diez libros sobre la soltería, y una férrea defensora de esta condición, advierte que es dañino seguir promoviendo que las personas que no tienen pareja son incompletas e infelices. Eso degrada a la gente y minimiza otro tipo de relaciones que son igual de gratificantes, “es como si no importara cuántas personas cariñosas tienes en tu vida, y entonces estás solo. Esa es una visión mezquina de la conexión humana”.

Para las generaciones jóvenes como Mariana, periodista de 30 años, hay una nueva forma, más libre, de entender las relaciones afectivas que ya no pasa por la creencia de que una sola persona debe darte estabilidad amorosa y desechar otro tipo de vínculos. “Yo salgo con diversas personas con las que convivo de diferentes maneras y acuerdos, a su vez, ellxs también pueden tener otras relaciones y eso antes era impensable. Estas nuevas formas nos quitan la carga de los celos, la infidelidad, la monogamia y el sufrimiento”. Reconoce, incluso, que hay un cuidado mutuo y una ética de responsabilidad afectiva, “vínculos” con quienes se acuerdan diferentes códigos. Pero lo prioritario en su decisión de soltería, advierte, es su desempeño profesional.

Guadalupe, comunicóloga de la misma edad, refrenda estas ideas, “yo no vivo mi soltería como mi tía, yo tengo varios vínculos”. Advierte que hay que tener mucho cuidado con juzgar a las mujeres que tienen relaciones intermitentes y frecuentes, “son libres de estar solteras o buscar pareja”. 

Explica que para ella sus redes de amistades tienen un lugar prioritario y un compromiso casi contractual de apoyo en todos los terrenos. “No son amigas que veo cuando no tengo pareja o estoy aburrida, son un compromiso real y sólido”, agrega. 

En cambio para una generación como la de Norberto, de 40 años, estas nuevas formas de relaciones “tienen algo de liberador”. La educación que recibió, reconoce, ha sido judeocristiana,  moralizante y llena de culpas. “Estoy aprendiendo a vivir con otras pautas y dinámicas interpersonales que me permitan disfrutar el momento sin preocuparme si serán estables o no”. 

Para Luz, el empoderamiento y la etiqueta de soltera tiene riesgos si se entiende como un radicalismo feminista. “No hay que juzgar a las mujeres que admiten que quieren apapacho emocional y sexual, y que les gusta que les paguen las cuentas”. 

“Sé que a los jóvenes se nos juzga, comenta Rubén, de tener relaciones vacías, frías y sin compromiso, pero el guion fabricado, la fórmula del deber ser no me interesa. Prefiero que todo ocurra sin planes ni predisposiciones idílicas”. 

Creencias y estereotipos, enemigos de la vida impar

A pesar de las grandes transformaciones que la sociedad ha logrado en la percepción que tiene sobre la vida en soltería, no falta quien insista en que hay que sacar del hoyo de la soledad a aquellxs que quieren cama y finanzas solitarias porque el bienestar físico y psicológico se compran con rutinas maritales y crianza de hijxs. Y sobre todo, que la confianza social se gana con el cónyuge al lado. 

Ha despertado tanto interés el crecimiento solteril, que diversas universidades del mundo financian investigaciones meticulosas para comprender si realmente hay diferencias sustanciales entre las personas casadas y las solteras. Algunas incluso desmitifican las supuestas bondades de estar en pareja, sobre todo, la leyenda de que la felicidad y la salud física y psicológica la otorga el mundo conyugal. 

En 2016 se publicó una de las investigaciones más ambiciosas sobre el estado emocional de las personas solteras, realizada en la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, titulada “Happily Single. The Link Between Relationship Status and Well-Being Depends on Avoidance and Approach Social Goals”, que involucró a 4,000 personas, de entre 18 y 92 años, y en la que se documentó que estar solterx no reduce la satisfacción o el bienestar de las personas y que incluso es una protección contra el daño emocional que podría generar una relación.

Todo indica, según el informe, que es un asunto de temperamento y personalidad. Algunas personas evitan los conflictos y la confrontación, y se mantienen alejadas de lo que saben de antemano puede causarles estrés y ansiedad. No todxs, apunta la investigación, tienen la aptitud para los altibajos que representa una relación. En cambio, aquellxs con rasgos más diplomáticos disfrutan estar emparejadxs porque no les causa ninguna alteración las discusiones que entraña conciliar la vida en pareja.

Otro estudio que echa por tierra que lxs solterxs son antisociales, neuróticxs, irresponsables y egoístas, fue el realizado por el doctor Birk Hagemeyer, de la Universidad de Jena, en Turingia, Alemania. El perfil que descubrieron es que las personas solteras son menos propensas a la inestabilidad emocional, son amables y responsables, incluso más que la gente con pareja. Otro dato es que las personas que disfrutan de la soledad no son más introvertidas y que incluso disfrutan de participar en actividades sociales, además, gestionan mejor su estado de ánimo y presentan menos explosiones de mal humor y frustración. También se encontró que las personas más extrovertidas viven con temor e incomodidad estar solas, al grado de sentirse fracasadas si no tienen pareja.

Pero tal vez el reporte más contundente que se ha realizado es el que desafía que las personas que se casan son más saludables. “The Ambiguous Link Between Marriage and Health”, publicado en 2017 en la revista Social Forces, de Oxford Academic, expuso los hallazgos del Swiss Household Panel, un estudio de 16 años de una muestra nacional de más de 11,000 adultxs suizxs. A lo largo de ese tiempo las personas informaron que su salud estaba ligeramente peor que la que tenían cuando estaban solteras.

El sociólogo Matthijs Kalmijn, quien dirigió la investigación, encontró que las personas recién casadas estaban un poco más satisfechas con su vida, pero con el tiempo esa satisfacción se había erosionado. También revisó las implicaciones negativas del divorcio y concluyó que pueden llegar a ser mayores que las positivas que otorga un matrimonio. La singularidad de este estudio es que, a diferencia de otras investigaciones, se le da seguimiento al divorcio y se concluye que la gente termina menos feliz que cuando estaba soltera. Es decir, las relaciones conyugales no son la panacea ni la garantía de una vida feliz y placentera.

De todos estos hallazgos se desprende que la soltería merece tener su propia base científica y una mirada multidisciplinaria. Por eso, el libro Singular Selves (2023), de Ketaki Chowkhani y Craig Wynne, ha sido bien recibido por la comunidad que lleva décadas estudiando la emergencia de esta tendencia mundial. En el texto se hace un cruce interseccional que toma en cuenta la etnicidad, el papel de los medios de comunicación, la sociología de las emociones, los privilegios, la salud, las condiciones de vida, el mercado laboral, el género, la edad, la clase social y las finanzas.

Las finanzas unipersonales

La economía de las personas solteras es un tema controvertido. Cada quien tiene sus tesis, sus rutas y sus planes. Aunque coinciden en que una cartera de a dos siempre tiene más beneficios, o posibilidades de mejorar la calidad de vida, también están convencidxs de que no es un factor que deba definir la convivencia con alguien. “La soledad financiera es estresante —dice Mariana— pero tiene más que ver con nuestra generación porque enfrentamos problemas laborales y de vivienda”.

Aunque algunas de las personas entrevistadas pueden costear un hogar unipersonal, también es cierto que para otras el recurso del roomate alivia el gasto doméstico y les permite evitar situaciones precarias y de vulnerabilidad. La estabilidad laboral es clave en sus estrategias de vida, pero también lo es el ahorro, “el guardadito”, invertir, si se puede, en un patrimonio, sobre todo con la mirada en el futuro.

Muchxs de ellxs saben que todavía cuentan con el soporte familiar que les permite sentirse segurxs, pero no olvidan que sus madres y padres envejecen, y que a largo plazo ese apoyo desaparecerá. “Soy una privilegiada porque cuento con mi red familiar”, admite Guadalupe.

Otrxs ya le invirtieron al fondo del retiro porque quieren una vejez con calidad de vida, como lo ha hecho Mir. Norberto, por su lado, gestiona sus finanzas de la manera más sana porque le interesa mantener un ritmo de vida que entraña viajes, diversión y salud. Ana reconoce que para tener una vida soltera hace falta un nivel socioeconómico solvente. En cambio Nallely, periodista de 34 años, se ha hecho cargo del cuidado de sus padres y debe distribuir sus ingresos en el hogar familiar. “Tengo un hermano, pero como está casado piensa que yo debo aportar al gasto doméstico y de cuidados”. Graciela reclama que es una sociedad diseñada para una economía de pareja y compartir gastos: “Eso complica la realización de muchos proyectos”.

“Mis padres ya me dieron mi regalo de aceptación a mi soltería”, reflexiona Mar cuando explica que le heredaron un espacio donde vivir “en el entendimiento de respeto a mi elección de vida”.

La realidad, dice Julio César, es que un solo ingreso es una gran desventaja, pero también opina que cuando se tiene más dinero se consumen cosas innecesarias, “si estoy solo administro mejor mis gastos y no tengo arrebatos superficiales”, añade.

A Cecilia sí le despierta envidia que el peso de los gastos se distribuya entre dos, ella tiene un hogar unipersonal: “Me hago cargo de todo”. Se da cuenta de que hay inequidad también a la hora de los regalos familiares, a las parejas les regala algo a cada uno, y a cambio recibe solo un obsequio. “Acordé con ellos regalar uno por pareja”. Lo mismo ocurre con la cena navideña, por ejemplo, donde el presupuesto se hace con base en las familias, “Ah, no, ya me quejé, no es lo mismo más de dos integrantes que yo sola”, reclama.

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El tema del dinero es tan complicado que hasta por eso descartas o te descartan, expresa Luz, “es el gran móvil de rupturas”. Cuenta que en una cita donde hubo química luego el susodicho desapareció, tiempo después se enteró que fue porque “no me ofrecí a pagar la cuenta de los tacos”. Para ella, hablar de dinero es más delicado que confesar que eres soltera.

El mercado de la pareja vende, señala David, pero las empresas no han volteado a ver el crecimiento de la soltería: “Si en unos años más la ciudad rebasa el 50%, esto se pondrá interesante y obligará a políticos y comerciantes a ofrecer servicios y políticas públicas pensados para este segmento”.

El mundo es muy grande y caben los que quieren compartir tortilla, mezcal y pozole con el ser amado; y también quienes quieren comerse el menú del día en una mesa para uno. Así que a disfrutar la vida en el paquete que se elija.

SOLTERÍA CITADINA ¿CDMX FRIENDLY CON LXS SINGULARES?

“No me intimida pedir mesa para una”, dice Laura, académica y comunicóloga, pero reconoce que plantarse a tomar una copa en cualquiera de los bares de la ciudad es más complicado porque en lxs demás puede surgir la idea de que “anda buscando”. 

Norberto opina que la ciudad es amigable, pero con matices porque “mis amigas sí la pasan mal yendo a bares y cines solas”. Aunque reconoce que la metrópoli es diversa también apunta que está planeada para moverse en pareja, con un mensaje sistemático de “construye familia”.

Nallely observa que en los detalles mercantiles está la discriminación o la falta de sensibilidad para visibilizar a la gente que no tiene pareja. En los cines el precio de los combos, los asientos del transporte, las promociones en conciertos, salones de baile, planes turísticos, “siempre al dos por uno”.

Los asientos VIP de las salas de cine están diseñadas para ir acompañada, “Es el recordatorio de no estar emparejada”, apunta Cecilia.

Julio César también señala que en las porciones de comida, en la compra de comestibles siempre hay unidades pensadas para la familia. “Si quiero comer un hotdog me obligan a hacerlo toda la semana”, dice Graciela, refiriéndose a las presentaciones del pan Bimbo.

Está dividido el trato en los restaurantes: mientras para unos el servicio es de respeto y no discriminación, otrxs apuntan que sí han sentido que no los ubican en las mejores mesas del sitio, incluso los “han mandado a la barra”.

Las entrevistadas aceptan que, invariablemente, a las mujeres tarde que temprano se les cuestiona por qué están solteras cuando asisten a lugares públicos, sobre todo, en la vida nocturna.

Hay que admitir que todavía quedan algunos espacios de sexismo, machismo y misoginia, pero la Ciudad de México avanza en diversi- dad, inclusión, oportunidades profesionales, tolerancia a los estilos de vida, espacios de entretenimiento culturales y sociales.

Mir así lo considera: “Yo veo cada vez más a personas solas en una mesa, sin sentirse inhibidas”. Dice que nunca ha padecido la ciudad porque asume su condición, incluso la disfruta. Sin embargo, Verónica pone el dedo en la llaga al describir la percepción que todavía tiene la sociedad cuando ve a una mujer sola en un bar. “Es como si me hubieran dejado plantada o tuviera que recurrir al alcohol por depresión, además de que predomina la idea de que las mujeres sin pareja son amargadas, insatisfechas o poco atractivas”.

Donde está la principal coincidencia sobre la desventaja de la ciudad de México es la referente a renta o adquisición de vivienda, son pocas las unidades habitacionales planeadas para hogares unipersonales, los alquileres son elevados y los créditos bancarios, inaccesibles. Prácticamente toda una generación de jóvenes está condenada a vivir con sus padres o con roomies.

David explica que los desarrollos urbanos y la oferta inmobiliaria están pensados para la familia tradicional, también hay sesgos en la aceptación de la gente soltera por zonas, aunque todavía “esto es local, no a gran escala”, y está limitado a ciertas colonias y alcaldías.

Concluye que, si la ciudad realmente quiere ser vanguardista, debe observar sus cambios en la dinámica poblacional y lxs solterxs requieren políticas públicas más adecuadas a la transformación de la sociedad.


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