¡Vencí al coronavirus! Historias de sobrevivientes de covid-19
¿Cómo cambia la vida de los sobrevivientes de covid-19? Estas son las historias de tres chilangos que lograron superar la enfermedad.
Por: Andrés Rangel Garrido
Hace un mes, Modesto estaba en terapia intensiva, aferrándose a la vida, hasta que logró ganar la batalla y ahora anhela festejar su cumpleaños 67. Arely encontró en la meditación un aliado para soportar los dolores y síntomas de la enfermedad, puesto que vive sola. Iván halló en su pareja los cuidados y el ánimo para que ambos vencieran al coronavirus. Los tres son sobrevivientes de covid-19, virus que ha matado a más de 5 mil personas en México.
El nuevo coronavirus SARS-CoV-2 ha dejado un saldo en México de, al menos, 59 mil 567 personas contagiadas, de las cuales 37 mil 325 han vencido a la enfermedad, es decir, dos de cada tres personas logran vencer a la enfermedad, de acuerdo con cifras oficiales actualizadas hasta el pasado 21 de mayo.
Modesto, Arely e Iván son tres de esas personas que han superado el contagio y los tres coinciden en recomendar que quedarse en casa, lavarse las manos y seguir las indicaciones sanitarias es lo mejor que podemos hacer, porque no desean que nadie viva el sufrimiento que les tocó pasar.
Historias de sobrevivientes de covid-19
Modesto Nicolás Sánchez acababa de llegar de un viaje familiar, cuando le avisaron que su hermana se había contagiado de covid-19. Para disipar las dudas, su hija, quien trabaja como médica internista en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, le pidió a su padre que se realizara una prueba.
En cuestión de horas, los síntomas comenzaron a aparecer y, una vez comprobado el diagnóstico, el hombre de 66 años de edad fue ingresado a terapia intensiva, no sin antes pedirle a sus hijos que concluyeran sus proyectos, pues él estaba consciente que, por su edad, corría el riesgo de morir.
Ya en terapia intensiva, Modesto fue intubado y sedado desde el 22 de abril. El tratamiento médico y el ruido de los aparatos que lo mantenían con vida, dice, le ocasionaron alucinaciones. “Esos ruidos de las computadoras se empiezan a transformar en una tortura. Llegué a pensar que si tuviera un bisturí me hubiera abierto las venas, porque eran insoportables esos ruidos robóticos”, asegura.
En otra de sus alucinaciones, Modesto viajaba desde Oaxaca, donde nació, hasta la Ciudad de México, y el camino estaba lleno de piedras y cerros que se convertían en animales, humanos y criaturas sobrenaturales. La mayoría de los escenarios eran desérticos y él lo atribuye a que uno de los síntomas más fuertes que tuvo fue de deshidratación.
Tras permanecer dos semanas en terapia intensiva, sin comer y sin respirar por sí mismo, Modesto fue trasladado a la sala de observación, donde permaneció la mayor parte del tiempo dormido, conectado a un tanque de oxígeno.
Sin embargo, cuando recuperó la conciencia, se enteró que su hermana sí había sido una de las 6 mil 500 víctimas mortales que la covid-19 ha causado en el país.
Finalmente, el pasado 11 de mayo fue dado de alta. Aunque su estado de ánimo ha mejorado, aún no recupera su fuerza física. “Yo pensé que iba a salir caminando, y no fue así. Fueron mis hijos por mí, me cargaron, pero decían que parecía un trapo deshecho, que pesaba como roca”, cuenta.
Desde entonces, Modesto está en casa descansando. Aún depende del tanque de oxígeno, siempre utiliza cubrebocas y debe ser muy puntual con sus medicamentos; sin embargo, quiere festejar su cumpleaños 67 en junio próximo y celebrar el hecho de ser uno de los afortunados sobrevivientes de covid-19.
Tacos para festejar
Arely Melo regresó de África el 22 de marzo. Debido a la alta probabilidad de haber contraído el virus durante su viaje, ella decidió aislarse por voluntad propia en su departamento. Su propósito era no tener contacto con nadie, hasta comprobar que no estaba contagiada; no obstante, los síntomas aparecieron cinco días después de su regreso al país.
“El 27 de marzo comencé con los primeros síntomas. Ardor de ojos, sentía que mi párpado se quemaba, como si me hubieran aventado ácido. Tenía mucho cansancio, un agotamiento impresionante. Al otro día comencé con ardor en la garganta, pero me revisé y no estaba roja. También tenía escurrimiento nasal, ojos llorosos. El domingo (29 de marzo) empecé con fiebre, tenía 38 grados”, recuerda Arely, quien al principio atribuyó los síntomas al cambio de horario por su viaje intercontinental.
A partir de que el malestar se intensificó, la joven de 36 años decidió mandar un mensaje al 51515, una línea de atención habilitada por el Gobierno de la Ciudad de México. Para ese momento había 993 casos confirmados y 20 defunciones en todo el país, pues apenas había pasado un mes desde que se registró el primer caso.
Un día después, se volvió a comunicar a la misma línea. Ya tenía tos seca y empezaba con dificultades para respirar. Personal médico acudió a su casa a realizarle una primera prueba. Cuatro días después, le confirmaron el diagnóstico: positivo a covid-19.
“Durante esos días, amanecí sin olfato, no distinguía ningún aroma ni sabor y llegó el dolor de cabeza. (Los médicos) Me dijeron que no había problema, que no iba a morir, pero que sí estuviera pendiente de todos los síntomas y principalmente de mi nivel de oxigenación. Si el oxígeno bajaba de 90 tenía que ir al hospital. Lo mismo si la temperatura rebasaba los 38”, relata Arely, quien estuvo al pendiente de sus síntomas con ayuda de un oxímetro, que sirve para medir la saturación del oxígeno en la sangre.
Durante los días posteriores al diagnóstico, Arely permaneció aislada únicamente con su gato, para evitar contagiar a alguien.
Esa situación ha sido el momento de mayor incertidumbre que ha experimentado la joven. “Yo no me quería morir y mi opción no era rendirme. La opción era estar lo más tranquila posible para ver cómo actuaba mi cuerpo. Todo abril prácticamente lo viví con la enfermedad, sufrí dolor de cabeza y pequeñas descargas eléctricas todos los días”, recuerda.
Para ella, los principales problemas de esta enfermedad es que no hay tratamiento o vacuna aún y, sobre todo, que se vive en soledad.
El pasado 28 de abril, una semana después de haber dejado de sentir los síntomas, Arely decidió realizarse una segunda prueba. El resultado fue el mismo: positivo a covid-19. La carga viral no había desaparecido de su cuerpo.
Para no deprimirse, Arely reanudó algunas actividades físicas dentro de su departamento, como caminar, practicar yoga o subir y bajar un peldaño.Asimismo, aprovechó su labor como reportera y documentó su proceso con anotaciones, videos y fotos que compartió en sus redes sociales.
“A mí no me gustaría que alguien más pasara por esto. Es mejor estar encerrado en casa, viendo series y descansando, porque para los sobrevivientes de covid-19 nos es muy difícil volver a la normalidad. Perdí 10 kilos, mi cuerpo apenas se está adaptando al nuevo peso, casi no tengo fuerza”, explica Arely, quien el 15 de mayo se hizo otra prueba, que finalmente salió negativa.
Para celebrar que es una de las sobrevivientes de covid-19 y que había vencido al virus, lo primero que hizo fue pedir unos tacos de pastor.
El temor de ser asintomático
A mediados de abril, Iván Urbina —un enfermero de la Unidad Médica Familiar 7, ubicada al sur de la CDMX— su pareja y, al menos, 10 de sus compañeros de trabajo se contagiaron de covid-19. El problema es que Iván nunca presentó los síntomas relacionados con la enfermedad, como tos, fiebre o dolor de cuerpo.
“Empezaron a sentir síntomas y nuestros jefes decidieron que nos realizaran la prueba a todos. En el proceso sentí ansiedad de saber que me podría sentir mal, es angustiante que te pidan hacerte una prueba de una enfermedad que a lo mejor te va a matar”, confiesa el hombre de 30 años.
Los resultados de la prueba fueron positivos, por lo que, aunque Iván no tenía síntomas, se tuvo que aislar en su casa, donde vive con tres familiares, entre ellos, su madre, una adulta mayor.
“Durante el aislamiento pensaba ‘a lo mejor ahorita no siento nada, pero quizá mañana empezaré con tos o me falte la respiración’. Era un miedo constante. No quería escuchar a nadie toser. Me angustiaba porque yo sería el culpable”, confiesa Iván, quien permaneció confinado en una habitación junto con su pareja.
Tanto Iván como su pareja son enfermeros, por lo que, durante el aislamiento, se cuidaron con mayor ahínco uno al otro, usando todo el tiempo cubrebocas, lavándose las manos y desinfectando las superficies con cloro.
Para Iván, el daño fue más emocional que físico, porque el estrés al que estuvo sometido fue inmenso.
Finalmente, el pasado 4 de mayo recibió los resultados de su “prueba de salida”, la cual arrojó que la carga viral en su organismo había disminuido, por lo que resultó negativa.
“Tuve la ventaja de que me tocara a los 30 años, porque tengo la fortaleza suficiente, eso no quiere decir que me sienta invulnerable. El hecho de ser sobrevivientes de covid-19 no quiere decir que baje las medidas de precaución, o que sea más descuidado atendiendo pacientes. Por fortuna yo fui asintomático, a diferencia de otros compañeros que tuvieron síntomas graves y sufrieron mucho”, concluye Iván, quien hace dos semanas regresó a su trabajo.
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