Me encuentro boca arriba en una plancha de operación. Un médico y dos residentes manipulan mis genitales. Siento tres pinchazos en los testículos: es la anestesia local. Mi pene está sobre mi pubis, apenas asegurado con micropore. Las piernas me pesan, mis manos se buscan inquietas. Sudo. Cierro los ojos. Trato de distraerme. Estoy a punto de perder la fertilidad para siempre.
Los pasos de la vasectomía sin bisturí en México
Dos semanas antes, una doctora de planificación familiar del Instituto Nacional de Perinatología (INPer) me hacía una serie de preguntas: «¿estás seguro que te quieres hacer la vasectomía sin bisturí?, ¿no quieres tener otro?, porque ya no hay vuelta atrás».
Desde hace un año y medio soy papá. No deseo más hijos, por eso recurro a la vasectomía sin bisturí, el método anticonceptivo permanente para hombres. El cuestionario que me hizo la doctora es parte del protocolo. La vasectomía se recomienda a personas mayores de 30 años y que tienen al menos dos hijos. Luego del interrogatorio, la mujer me lleva a una cama de exploración. Me quito el pantalón y la ropa interior. Ella y otras dos residentes palpan mis testículos y les dan un ligero jalón.
«Cuando hay alguna masa u obstáculo que no permita tener contacto adecuado con los cordones espermáticos, várices en el escroto, un quiste muy grande, una tumoración dependiente del testículo que dificulte la palpación de los cordones, procuramos no operarlos aquí», me explica el doctor Mauricio Osorio Caballero, ginecólogo y biólogo de la reproducción del departamento de Salud Sexual y Reproductiva del INPer, el encargado de mi cirugía. «Con tocarlo te das cuenta si va a ser candidato», agrega.
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El médico me muestra algunos números. Solo en 2017, el INPer aplicó 1,189 tratamientos hormonales, realizó 1,003 salpingoclasias (cirugía en la que se ligan las trompas) y 1,145 mujeres eligieron el DIU (Dispositivo inteuterino). Nada que ver con los 51 procedimientos que se practicaron a hombres. No es extraña la cifra. En mi grupo de amigos soy el único que se ha esterilizado. Algunos no lo ven necesario y consideran que un condón es más que suficiente, otros dejan la responsabilidad en la mujer. Durante todo el proceso, solo una vez vi en planificación familiar a otro hombre que se presentó por el mismo motivo que yo. La vasectomía representa apenas 1.2% de los métodos anticonceptivos aplicados en ese Instituto.
En México, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (2014), solo 2.7% de los varones nos hemos practicado una vasectomía, cifra que contrasta con el 22% que registra Canadá o el 21% de Reino Unido, países en los que los hombres se esterilizan más que las mujeres, según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas.
«Entre más alto es el nivel cultural y socioeconómico del individuo más se somete a la vasectomía sin bisturí», me aclara el doctor Osorio. «En Inglaterra, por ejemplo, la tasa de vasectomías y salpingoclasias es muy semejante. Ahí te puedes dar cuenta que el nivel cultural tiene mucho que ver, porque el varón ya no tiene tantos tabúes, se concientiza de su participación en este tipo de problemas y acepta el método con mayor factibilidad», dice
Cuando pregunté en Faceboock qué opinaban de la vasectomía hubo quien dijo que provocaba eyaculación seca, que estábamos hechos para procrear, que si no quería tener hijos tuviera relaciones sexuales con otro hombre, que «la fábrica» no se cerraba o que pronto me uniría al «club splenda», por aquello de endulzar y no engordar.
«Muchos infieren que vamos a cortar testículos, otros que la virilidad está vinculada a la fertilidad, que van a dejar de tener erecciones. Hay quien piensa que va a ser sometido a bullying», cuenta el doctor Osorio, que también habla de científicos detractores de la vasectomía sin bisturí, quienes la vinculan con cáncer de próstata o con ateroesclerosis. «Todo eso (la teoría) se tira cuando se descubre que hubo fallas en sus estudios, como una alimentación a base de grasas en los monos con los que experimentaron», detalla.
Luego de la consulta, uno de los folletos que me obsequiaron enlista las ventajas de la vasectomía sin bisturí: no afecta la salud ni la vida sexual o la masculinidad, su efectividad es cercana a 100%, el procedimiento es ambulatorio, la recuperación es pronta y es una forma en la que el hombre participa en la planificación familiar.
«Uno de los beneficios es la tranquilidad de saber que vas tener relaciones sexuales sin ser fértil», destaca el doctor Osorio. «Se han hecho estudios de parejas que incrementan el número de relaciones sexuales una vez que estos fueron operados, por la tranquilidad que esto ofrece, de no estar pensando que se vaya a embarazar en un momento en que no lo están deseando», añade.
Tras la prueba, resulté candidato al procedimiento. Mi bolsillo agradeció que la vasectomía sea gratuita en el sistema de salud público mexicano. En hospitales privados cuesta hasta 16,500 pesos.
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II
Días después de la prueba estoy en la sala de procedimientos, acostado, con el saco escrotal afeitado. Una sábana a la altura de mi cintura, como si fuera una pantalla, me impide ver lo que hacen allá abajo. El doctor Osorio, a quien más de 700 vasectomías realizadas en siete años lo convierten en un experto, explica a sus pupilas cómo hacer una pequeña perforación en el escroto, cómo envolver al testículo con la mano para exponer los conductos, cómo ponerlos en los dedos, cómo cortar capa por capa y demás pasos de la cirugía, que inventó en 1974 el médico chino Li Shun Quiang, quien eliminó el uso del bisturí, y que el Instituto Mexicano del Seguro Social trajo al país 15 años después, en 1989.
No siento dolor, pero percibo la temperatura de las manos que envuelven mis testículos. Estoy tenso. Los dedos de mis pies están encogidos. Un penetrante tufo de plumas quemadas de pollo entra inunda el lugar. Están cauterizando los cortes del conducto.
Esa tarde la pasé con una bolsa de hielo entre las piernas tras la operación: mi saco escrotal estaba hinchado. «Es probable que tengas dolor durante la recuperación», me advirtió una de las residentes. A diferencia de otros sujetos, quienes aseguran que sufrieron dolor durante la semana de convalecencia o mostraron un moretón, no experimenté molestias, a menos que hiciera algún esfuerzo. Al siguiente día, yo estaba como si nada. Un pequeño trozo de micropore era la única señal de que tenía una milimétrica herida.
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III
Tres meses después de la operación estoy en el laboratorio. Debo dejar una muestra para asegurarnos que mis espermas ya no nadan entre el líquido blanco del semen y no tener sorpresas como la de Antonio Cromartie, exjugador de la NFL, quien pese a realizarse la vasectomía sin bisturí cuando tuvo a su undécimo hijo embarazó a su esposa tres veces más. Caso contario al de los exfutbolistas brasileños Pelé y Ronaldo, quienes se sometieron al procedimiento para evitar más casos de paternidad no confirmadas.
Para esta nueva prueba me dan un pequeño recipiente de plástico y una sábana. Entro a un pequeño almacén convertido en cuarto del placer solitario en beneficio de la ciencia. «Ahí está el reposet, ahí pones la sabana. No manipules el video, nosotros lo hacemos desde afuera», me indica una mujer. Mientras veo una película porno, escucho los buenos días de los trabajadores que llegan al laboratorio. Dos horas después me dan el resultado: un papel que certifica que el conteo de espermas en el semen es negativo. Los que siga produciendo los absorberá mi cuerpo.
Cuando llego a casa, cargo a mi hijo y le doy la noticia: «vas a ser hijo único». Seguro no me entendió. Aunque a veces su sonrisa pícara me hace pensar que sí sabía a qué me refería y los beneficios que eso le implican.
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