En este municipio mexiquense hay más que delincuencia. Aquí la crónica sobre cómo hacer turismo en Ecatepec, tras visitar sus construcciones prehispánicas, museos y hasta una obra del ingeniero civil francés Gustave Eiffel.
Por Memo Bautista / Fotos: Fabián García Barajas
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No es la primera vez que camino por San Cristóbal Centro, la cabecera municipal de Ecatepec; sin embargo, nunca lo había hecho como turista. El sol de primavera pega fuerte. El rebote de la luz con el pavimento lastima los ojos.
Llegar al centro de este municipio que diario aporta notas de violencia a periódicos y noticiarios no es difícil. Del Centro Histórico de la Ciudad de México a San Cristóbal Centro son poco más de 24 kilómetros: alrededor de una hora de camino cuando el tránsito vehicular fluye. Sin embargo, la ciudad y su Zona Metropolitana no se distinguen por su movilidad y esa hora fácilmente se puede convertir en dos o dos horas y media. Según la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, un millón 677 mil 678 personas viven en el municipio, buena parte de las cuales se mueven entre Ecatepec y la capital del país para trabajar o estudiar.
Para llegar en transporte público hay que tomar una combi o un camión en el Metro Indios Verdes, pero, aunque más tardado, es más seguro seguir hasta la estación Ciudad Azteca y después viajar en Mexibús (el año pasado el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública –SESNSP– reportó mil 904 denuncias de robos con violencia cometidos en combis y camiones en el municipio).
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Lugares para hacer turismo en Ecatepec
Morelos en la memoria y el olvido
La plaza pública de San Cristóbal se ha convertido en punto de reunión de los habitantes del centro del municipio. En 2012 fue remodelada y dos años después se entregó con bancas, botes y señalética en colores rojo y verde. Uno camina entre andadores que conducen a un skate park, al área de juegos infantiles, al reloj central, al kiosko, a un pequeño teatro al aire libre, a un par de plazuelas o a una serie de esculturas modernas (vandalizadas con pintas y con las cédulas informativas borradas o despegadas) alusivas a los pueblos que dieron origen al municipio. También está la estatua de José María Morelos y Pavón, líder de la Independencia que fue asesinado en este municipio (de ahí el nombre Ecatepec de Morelos).
Al llegar al monumento veo que las manos del dirigente del ejército insurgente están sobre las espaldas de Mariano Matamoros y Hermenegildo Galeana, los dos revolucionarios que combatieron a su lado. También observo las carpas que por un par de semanas albergan una feria del libro, con la Sierra de Guadalupe como fondo de la postal.
“Quedó bonita la plaza. Yo vengo con mi familia después de la misa en Catedral — comenta Carmela, señora de más de 60 años que pasea con uno de sus nietos por el lugar—. No vengo tan seguido porque vivimos en Ciudad Azteca y San Cristóbal nos queda lejos. Además, por mi edad, ya me cuesta trabajo estar subiendo y bajando de la combi, y me pone nerviosa que alguien se suba a asaltar. Pero cuando mi hijo y mi nieto me traen en el coche me la paso bien”.
A un lado de la plaza, cruzando la calle Benito Juárez, se levantan la antigua iglesia y el convento de San Cristóbal, construidos en el siglo XVI. Destacan sus líneas doradas en los muros interiores. En el altar, con exagerados rayos dorados, sobresale la imagen del corpulento y gigantón San Cristóbal cargando al Niño Jesús.
Llama la atención una pequeña ermita pegada al templo: es la Capilla Nacional de Morelos o Tumba de Morelos. El 22 de diciembre 1815, fecha del fusilamiento del prócer, su cuerpo fue sepultado en la parroquia de San Cristóbal. Noventa años después se colocó la primera piedra de la capilla.
Conforme me acerco al recinto llega un tufo a orines. Justo a la entrada, en el piso, hay una bolsa de plástico desgarrada, una botella de refresco vacía y unos pantalones de mezclilla. Al lado de ellos, una mancha húmeda es la fuente del mal olor. Un paseante cuenta que un vagabundo ha tomado la entrada del sitio como refugio. La puerta del lugar está cerrada con cadena y candado, pero a través de la reja se aprecia el monumento erigido al generalísimo. El lugar está polvoriento y lleno de basura. Al fondo, a la única ventana seccionada de la construcción le falta un vidrio. Las palomas se paran en el marco, su excremento escurre sobre las paredes y deja restos verdiblancos en el piso.
“¿Saben si abren la Tumba de Morelos?”, pregunto a una pareja sentada en una banca cercana, adonde no llega la pestilencia. “¡Uy!, ahí siempre está cerrado –contestan–. Nomás lo abren el 22 de diciembre, en el aniversario de su muerte. Ese día entran, limpian y vuelven a cerrar”.
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Paso de peregrinos
Atrás de la antigua parroquia se puede observar la moderna catedral, que en 1998 ayudó a construir el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, quien en los años 70, antes de dedicarse al apostolado, fundó el banco Inbursa junto con Carlos Slim. El edificio parece una casa de campaña, lo que es significativo, pues Ecatepec es sitio de paso para los peregrinos que se dirigen a la Basílica de Guadalupe.
La gente compra comida en los negocios que rodean los templos y la plaza cívica y se sienta a comer en una de las plazuelas. Las parejas platican e intercambian besos, mientras que otros ven pasar la vida alrededor del kiosco. No se respira inseguridad. Es curioso, porque en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), realizada por el INEGI en marzo pasado, Ecatepec es el sexto municipio del país con mayor percepción de inseguridad: 92 por ciento de los habitantes consideran que vivir aquí es inseguro.
“Aquí en Ecatepec es muy importante formar parte de alguna organización ciudadana. Si tú vas a los negocios, normalmente vas a encontrar etiquetas de las organizaciones. Es difícil estar desprotegido”, dice Sandra Rodríguez, directora de Visitas Guiadas México, una prestadora de servicios turísticos que ofrece visitas a sitios de interés.
Municipio libre y antiguo
Se cree que Ecatepec fue constituido en 1824, el mismo año en que nació el Distrito Federal, hoy Ciudad de México. En 1877 el pueblo de San Cristóbal Ecatepec fue elevado al rango de villa y el 17 de febrero de 1919 la Ley Orgánica Municipal lo reconoció como municipio libre integrante del Estado de México. Pero su historia es más antigua. Hace 10 mil años este municipio mexiquense fue hogar de mamuts; en el cerro de Ehécatl, los antiguos habitantes dejaron pinturas rupestres en las que representaron al viento a través de un caracol, así como un monolito en el que registraban la rotación del sol.
Las primeras poblaciones fueron Coatitla, Chiconautla, Xalostoc y Tulpetlac, que en diferentes etapas rindieron tributo a los señoríos de Xaltocan, Azcapotzalco y Tenochtitlán. Con la llegada de los españoles nacieron los pueblos que formaron el municipio: San Pedro Xalostoc, Santa Clara Coatitla, Santa María Tulpetlac, Santa María Chiconauhtla, Santo Tomás Chiconauhtla, Tecpayocan Coatlalpan (rebautizado como Guadalupe Victoria) y San Cristóbal Ecatepec, cada uno con su respectivo templo colonial. De hecho, el sitio web del gobierno municipal, dirigido desde enero de 2019 por Luis Fernando Vilchis Contreras, presume las iglesias de los pueblos.
“Nos abocamos al turismo religioso y queremos abrirnos a diferentes vertientes — explica Anaí Esparza Acevedo, directora de Desarrollo Económico municipal—. Estamos promoviendo nuestros museos, para que sean conocidos. Además de fomentar el turismo local, nos vamos a concentrar en hacer una coalición regional para intercambiar lugares y empezar a conocernos”.
La funcionaria destaca que la seguridad es uno de los tres pilares del nuevo gobierno municipal y detalla: “Ha disminuido 20 por ciento el robo a vehículos. Si no generamos una certidumbre de seguridad a las empresas, se van a ir. Estamos impulsando estrategias para mejorar la imagen de Ecatepec”. Sin embargo, las cifras no la respaldan: entre enero y marzo pasados, el SESNSP contabilizó 496 denuncias por asaltos en el transporte público de Ecatepec, 154 más que en el mismo periodo del año anterior.
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De la sierra al parque
Al avanzar hacia la Sierra de Guadalupe, en la prolongación de la calle Agricultura, a las faldas del cerro, se encuentra el Parque Ecológico Ehécatl, un lugar de nueve hectáreas de extensión, tamaño similar al del Parque México en la Condesa. En este sitio se encuentran un aviario, una granja didáctica, un museo de dinosaurios, un jardín botánico, un herpetario, un zoológico y hasta un lago artificial.
“Hay más de 400 animales de 80 especies —precisa uno de los guías que trabajan en el parque—. En la granja didáctica tenemos una zona de contacto de animales, en la que los niños pueden convivir con corderos, cabras o conejos”.
Los caminos de adoquín y cemento del parque están rodeados de extensiones de pasto recortado, arboles y flora de la región, como magueyes y cactus. Vecinos de la zona juegan futbol en las áreas verdes. No hay basura. El museo de dinosaurios es prácticamente del tamaño de una sala grande de un museo convencional, pero es suficiente para explicar y exhibir a esos gigantes. En total se necesitarían por lo menos dos días para recorrer todos los espacios del lugar; sin embargo, la mayoría de los visitantes son atraídos por el lago, que se parece más a una alberca de grandes dimensiones, con lanchas de pedales.
“Yo vengo seguido. Vivo cerca, en Venta de Carpio —platica un visitante de 40 y tantos años. Lo acompañan su esposa y tres hijos, además de su hermana y su sobrina—. Hoy traje a mi hermana para que conozca el lago. Viene mucha gente, traen a chavitos de las escuelas. He platicado con gente que viene de los alrededores, hasta de la Ciudad de México. Se divierten, aunque tratan de irse temprano por la inseguridad. Aquí adentro es muy tranquilo, pero allá afuera uno nunca sabe”.
Durante el recorrido hacia Ecatepec sorprende no encontrar publicidad del parque y saber que no tiene un sitio web oficial. “Lo que aquí hace falta es difusión —explica Ricardo Zapp, de 22 años—. En el Mexibús puedes ver los eventos del Papalote, conciertos o lo que pasa en el Centro de la Ciudad de México, pero no lo que sucede aquí”.
Cierto. En el único lugar en el que hay propaganda sobre Malinalco, Teotihuacán, Tepotzotlán y otros destinos turísticos del Estado de México es en la estación Las Américas, en el transbordo de la línea 2 del Mexibús, pero no hay nada sobre Ecatepec, aunque Anaí Esparza asegura que la cuenta oficial de turismo municipal creció 3 mil seguidores durante el primer trimestre del año.
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Un museo con ADN latino
A un costado del Parque, en el número 6 de la calle Nicolás Bravo, se encuentra la Galería de Arte del Genoma Mesoamericano. No hay pierde: es la casa con la fachada que reproduce el Templo de Quetzalcóatl de Teotihuacán. En 10 salas, a través de esculturas excéntricas, colores pastel, imágenes humanas o religiosas intervenidas con muñecos, fotos de la política mexicana y dibujos, este sitio explica el ADN latinoamericano, nacido a raíz de la conquista.
“La base teórica de la exhibición son más de 300 libros, muchos de ellos españoles, que nos hablan de la grandeza de nuestros padres mayores —explica Ifigenia Márquez, quien junto a José de Jesús Sánchez comenzó este proyecto hace 14 años—. Si nuestros padres mayores fueron grandes, ¿por qué nosotros no?”, señala la mujer ante los turistas antes de iniciar el recorrido.
“Yo nunca había venido. Ahorita que salimos del parque nos llamó la atención”, comenta Genaro, que llegó acompañado de su esposa y sus dos hijos. Los pequeños quieren tocar todo, pero no se puede. Al final del recorrido, Genaro se siente apabullado. Es mucha información, su rostro está desconcertado: “Voy a regresar con más calma, sin los niños, para verlo mejor. Es que son un montón de cosas. Si está bueno, pero se necesita calma”.
El puente ‘francés’ de fierro
A unos 10 minutos de San Cristóbal Centro, en auto o en transporte público, se llega al Centro Comunitario Casa de Morelos, sobre la Antigua Carretera México-Pachuca. La Casa Real del Desagüe, como también se le conoce a esta residencia colonial construida en el Siglo XVIII, es una especie de castillo que en un momento de la historia sirvió como punto de descanso para los virreyes que se dirigían a la Ciudad de México. Este lugar fue declarado Monumento Histórico el 2 de febrero de 1933 y desde principios de la década de 1990 fue concebido como centro comunitario.
Además de talleres culturales y actividades artísticas, en la Casa de Morelos se imparte un seminario de cultura de Ecatepec, mientras que el museo exhibe un mamut de 12 mil años de antigüedad. La osamenta (encontrada en 1995 en la colonia Ejidos de San Cristóbal) está prácticamente completa, lo que la convierte en una pieza única en el mundo. “Estamos prontos a abrir un mamutario. Ahorita está en construcción”, adelanta Anaí Esparza.
A sólo unos metros está el Puente de Fierro, construido en 1870 por Gustave Eiffel. La torre que diseñó en París es el símbolo de Francia y un ícono europeo, mientras que el puente de Ecatepec está en el abandono. La construcción funcionó hasta los años 50, cuando la carretera México-Pachuca sustituyó las vías del tren. Con el tiempo, el número de automóviles aumentó y la mole de hierro dejó de ser útil. En el año 2000, el muralista Miguel Bueno Herrera convirtió la estructura en el Centro Cultural Puente de Arte; en 2016 dejó de funcionar como tal.
Por fuera se observa que las láminas de fibra de vidrio que funcionaban como paredes se están cayendo. Por dentro, la estructura está grafiteada. De día hay policías de tránsito apostados frente a él, pero al atardecer el sitio se vuelve inseguro. “No hay policías suficientes para cubrir la periferia del municipio —señala Moisés Rosas, uno de los periodistas fundadores de la revista digital EKTPNC, que relata historias sobre el municipio más allá de la violencia—. El dilema que tiene Ecatepec es que es un municipio muy grande”.
De acuerdo con Sandra Rodríguez, no existe un proyecto para recuperar el Puente de Fierro. Anaí Esparza, sin embargo, promete que el nuevo gobierno trabajará en su recuperación; adelanta que las obras tendrán un costo de entre 2 y 3 millones de pesos y tardarán aproximadamente dos años y medio en concluirse.
Cruzando la calle está el Albarradón de San Cristóbal, una obra hidráulica prehispánica que servía para regular los lagos de Zumpango y Xaltocan y evitar inundaciones en el Valle de México. Tras su reconstrucción durante la época de Colonia y modificaciones en los siglos XIX y XX, este sitio ha sido vandalizado en algunos tramos. “La banda —yo creo—grafitea por ignorante. “¡Ah!, tengo una pared donde rayar”, piensan, pero si conocieran el valor histórico tendrían una diferente visión”, agrega Moisés.
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El cielo es el límite
En el paradero de Indios Verdes, una ruta del Mexibús conduce hacia el Mexicable, un teleférico para que quienes viven en San Andrés de la Cañada bajen más rápido y con mayor seguridad de la montaña. Un mural de Frida Kahlo y tres esculturas que forman la colorida obra Familia de Elefantes, del artista plástico oaxaqueño Fernando Andriacci, desentonan con el panorama.
“En esta periferia no hay turismo como tal —dice la reportera Guadalupe Barbosa, habitante de la zona—. Desde la construcción del Mexicable comenzaron a mostrar la zona como turística. Han venido a grabar series, documentales, pero no creo que esto sea turístico. En realidad, es una zona pobre ¿Qué es lo que pueden ver?, ¿cómo asaltan? Es folclorizar la pobreza, mostrar como exóticas a las personas que viven aquí”.
En cuanto uno sube a la cabina comienza el viaje. Abajo se alcanza a ver el templo colonial de Santa Clara de Asís. Tere, la guía de turistas, cuenta que cada 12 de agosto la gente abre sus casas para regalar platos de mole, arroz, pozole y demás guisos que preparan, mientras que por la noche se elaboran los coloridos tapetes de aserrín, para que la procesión religiosa pase sobre de ellos a la mañana siguiente. Después de unos seis minutos, queda atrás Santa Clara y se asoma San Andrés de la Cañada. Todo es color gris y obra negra. Se ve el crecimiento desordenado de la zona.
“Para muchos fue algo nuevo. Empezaron a colorear las casas. Trajeron a artistas urbanos que empezaron a hacer obras en los techos y así llamar la atención cuando se viera hacia abajo, porque en realidad no había nada que ver. Eran sólo casas, techos, calles y nada más. Nada atractivo”, recuerda Moisés.
Ecatepec cuenta con otros sitos para visitantes. No muy lejos del Mexicable está el Museo de Historia Natural de Ecatepec, en Jardines de Santa Clara. Otra opción es el Centro Cultural Las Américas. La Iglesia de la Quinta Aparición en Santa María de Tulpetlac, el pueblo de Xalostoc y la colonia Piedra Grande, sede de la Casa Club Ramones, o la colonia Rinconada de Aragón, con sus murales realizados por una treintena de artistas urbanos, son otras alternativas turísticas, así como El vigilante, escultura del artista Jorge Marín con una altura similar a la de un edificio de 10 pisos, ubicada en la entrada al municipio por la carretera México-Pachuca.
Concluye Moisés: “Ecatepec es como en todos lados: si no conoces, vas con el miedo de no saber si te van a asaltar o por dónde moverte, pero yo creo que eso está más en uno”.
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