Se trata de un secreto industrial que solo él conoce. Filiberto Vázquez Dávila, investigador e ingeniero bioquímico del Instituto Politécnico Nacional, es la única persona que sabe la fórmula y los procesos exactos para crearla.
Hablamos de la tinta indeleble para votar, un pigmentador de piel que cada tres años todos presumimos después de acudir a las urnas. En cierta forma, en las manos de este científico está parte de la democracia nacional.
Se pone en el pulgar derecho después de participar en las elecciones, para evitar que la gente vote más de una vez.
No se trata de una pintura o una tinta en sentido estricto, sino de un pigmento que se combina con las proteínas y aminoácidos de la epidermis del dedo. Solo entonces se tiñe de café.
“Esta reacción química hace que sea imborrable: únicamente podría quitarse arrancándose la piel”, explicó el investigador.
“Por eso la mancha dura de tres a cinco días. Eso la vuelve segura para las campañas electorales. Soy el único que entra al laboratorio y la prueba, aunque haya hasta 100 personas trabajando en las formulaciones”.
¿Cómo surgió la tinta indeleble para votar?
Todo empezó con una convocatoria del entonces Instituto Federal Electoral (IFE).
Vázquez Dávila envió su propuesta, con la que venció a fórmulas de países como Japón, Francia e Inglaterra, pues era el único pigmento que no se borraba.
Desde entonces se ha dedicado a fabricar la solución que, sin querer, resultó antimicrobiana, fungicida, bactericida y biocida. Por eso, su uso es totalmente seguro frente a covid-19, aunque esté en contacto con los pulgares de cientos de personas.
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Por la importancia de la tinta indeleble para votar, cada periodo electoral es necesario hacerle pequeños cambios a la fórmula. De esta manera, aunque desde 1994 mantiene como base el ácido acético, la mezcla ha sido mejorada para que sea imposible de replicar.
Su producto se fabrica y envasa en una pequeña planta del Politécnico y, para producir las 30 o 40 toneladas que el INE necesita para unas elecciones, requiere tres meses de trabajo.
Tan importante y exclusivo pigmento no puede patentarse por dos razones: sus constantes actualizaciones y porque revelar el proceso y los químicos que contienen representaría un riesgo de seguridad nacional.
El IPN vende la tinta indeleble para votar a otros países para sus elecciones, entre ellos República Dominicana, toda Centroamérica y algunas naciones sudamericanas.
Y no solo se comercia para procesos electorales, sino como un sistema de seguridad para instituciones y empresas con las que existen convenios exclusivos, siempre y cuando no pidan el mismo color que se utiliza en las votaciones mexicanas.
Filiberto Vázquez Dávila es investigador de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas y ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2001.
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