Emerger del concreto: los ríos olvidados de la Ciudad de México
Vivimos en una ciudad que se fundó en un valle donde el agua era abundante: 45 ríos desembocaban en la parte baja, en donde se acumulaba toda esta agua.
Por: Colaborador
Este video y texto forman parte de Historias de Agua, una serie de contenidos sobre el agua en la Ciudad de México, los cuales son realizados por Isla Urbana con el apoyo de Oxfam México.
Por Nabani Vera Tenorio
Vivimos en una ciudad que se fundó en un valle donde el agua era abundante: 45 ríos —hay quienes plantean que eran más— desembocaban en la parte baja, en donde se acumulaba toda esta agua y daba forma a los cinco lagos en los que se asentaron los antiguos mexicas. En temporada de lluvias era tanta la cantidad de agua que se precipitaba que los lagos se fusionaban en un solo cuerpo de agua.
Después de la conquista de Mesoamérica también llegó la desecación; los europeos estaban acostumbrados a que por sus ciudades corriera agua y no a que esta se mantuviera estancada, por lo cual optaron por abrir un hueco en el cerro para que el agua se drenara: el Tajo de Nochistongo. Este fue construido entre los siglos XVII y XVIII, y reconocido en su época como una de las obras más importantes y trascendentes en ingeniería hidráulica del continente.
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A partir de la construcción del Tajo, el agua que antes desembocaba en los lagos comenzó a correr a través del valle y ser expulsada al río Tula, en Hidalgo. Durante casi 200 años los ríos corrieron a cielo abierto por la Ciudad de México. Sin embargo, con el aumento de la población y el mal manejo de los desechos, los cuerpos de agua se convirtieron en fuentes de suciedad y peste al recibir todas estas descargas, por lo cual fueron entubados como una medida sanitaria urbana. Con el entubamiento de los ríos se cristalizó el conflicto histórico entre los habitantes, los gobiernos de la capital de México y el agua. Hasta el día de hoy, a pesar de que sufrimos por su carencia, seguimos sin saber muy bien cómo gestionar el agua para aprovechar la abundancia que nos brinda el espacio que habitamos.
En esta Historia de Agua quisimos dar a conocer un caso en el que se intentó rescatar un río moribundo de nuestro valle, el río Magdalena. Fue un esfuerzo que sumó las intenciones del Gobierno de la Ciudad de México, la Secretaría de Medio Ambiente, academia, actores de la sociedad civil y algunos habitantes de la urbe; sin embargo, nunca se logró concretar el rescate. De esta experiencia nos surgen varias preguntas: ¿qué se debe hacer para lograr un rescate efectivo de un río en la ciudad?, ¿es posible?, ¿qué papel juegan el gobierno, la ciudadanía y los especialistas?
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En esta cuarta entrega de Historias de Agua, el Dr. Manuel Perló, investigador de la UNAM y la exsecretaria de Medio Ambiente de la CDMX, Martha Delgado —dos de los actores principales en todo este proceso—, nos platican sobre el proyecto de rescate del río Magdalena, que comenzó en 2006. Nos transmiten la importancia de intentar regenerar un río y la responsabilidad compartida que debe existir para mantener con vida estos cuerpos de agua que atraviesan nuestra ciudad.
Una de las principales conclusiones que tomamos de esta indagación es qué el papel que juega la ciudadanía en el rescate de los ríos urbanos es medular. Como ciudadanos nos toca exigir al gobierno una adecuada rendición de cuentas en la implementación de estos proyectos, así como estar dispuestos a ceder parte de nuestros espacios y modos de vida. Revivir nuestros ríos nos beneficia a todas y a todos; conseguirlo sería un indicador de que podemos lograr la regeneración de nuestros entornos ambientales, aludiendo a una toma de conciencia medioambiental que mucha falta nos hace.