Chilango

Tomemos los muros de la ciudad

Foto: Lulú Urdapilleta

Hace casi cien años José Vasconcelos llamó a los artistas más reconocidos del país a usar los muros no sólo como un lienzo, sino como una herramienta política. Hoy son ciudadanos quienes transforman sus barrios mediante el arte urbano. Un nuevo muralismo en la CDMX invade ya las calles..

Chulada: Central de Muros

Han pasado seis meses y nadie se ha atrevido a hacer un sólo tag sobre ellos. El mural de la nave K por ejemplo –un jaguar color rosa con manchas azules, pintado por el artista japonés Kenta Torii– luce igual de colorido que en octubre del año pasado: nadie lo ha tocado desde su inauguración.

Lo mismo ocurre con los otros 26 murales pintados en la Central de Abasto (CEDA). Itze González y su socia Irma Macedo son las responsables de todo. Desde hace más de medio año, pasan la mayor parte de su tiempo en el mercado. Su colectivo We Do Things trabaja bajo una premisa: el arte y el diseño son herramientas capaces de transformar espacios y personas.

En 2017 lograron un convenio con la CEDA con el objetivo de crear una galería a cielo abierto. Hoy son ya 26 murales, realizados por artistas nacionales y extranjeros, los que conviven con las frutas, las verduras, los huacales y los diablitos de los comerciantes. Lograr un proyecto Central de Muros se convierta en realidad requiere de un andamiaje delicado, en el que participan varios sectores. «Este tipo de proyectos suceden con el apoyo tanto de gobierno como de industria privada. Pero, al final, el ciudadano es el brazo ejecutor, un brazo que no tiene el gobierno –explica Itze–. De esta forma la industria privada también puede aportar socialmente».

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El comienzo fue difícil: los trabajadores de la Central miraban con recelo a los artistas y al equipo que los acompañaba. No entendían muy bien qué hacían allí. Curiosos, algunos locatarios se acercaron a los primeros muralistas que dibujaban sobre esas paredes de más de seis metros de alto por veinte de ancho y que, hasta hace pocos años, no interesaban a nadie. Pronto, algunos niños y jóvenes se apuntaron para asistir en la pintura.

Algo ocurrió entonces: los locatarios, los clientes, los administradores, los transeúntes ocasionales, todos adoptaron el proyecto como algo propio. El nuevo muralismo en la CDMX, además de proporcionar un minuto de descanso visual en el ajetreo diario del mercado de mayoreo más grande del mundo, permite generar identidad, barrio.

A seis meses no sólo nadie ha grafiteado o dañado los murales: incluso el espacio donde se exhiben parece mucho más limpio de lo que antes estaba. Esto, en un lugar como la Central de Abastos, donde a cada hora se generan toneladas de basura orgánica e inorgánica, debe tomarse en cuenta. «Tiene mucho que ver con que integramos artistas locales. Chavos que trabajan en la Central», explica Itze. Para ella, los murales aportan algo más que un goce estético: permiten que la comunidad cree una identidad colectiva, forje nuevos vínculos y se reconozca en el espacio. ¿Quién vandalizaría algo que es suyo?

Nuevo muralismo en la CDMX

La palabra muralismo en México está ligada de forma irremediable al movimiento artístico que dio identidad al país después de la Revolución. Es una palabra grandiosa pero su peso histórico asfixia, es difícil dotarla de un nuevo sentido que alcance a nombrar los nuevos movimientos de arte mural.

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No se trata de suplir a Rivera, Orozco y Siqueiros ni de querer alcanzar su lugar en la historia. Pero un nuevo muralismo en la CDMX está cambiando el rostro de las calles.  Bardas, fachadas y costados de edificios dan cuenta de ello; desde los bordes y periferia de la ciudad hasta el centro histórico, en barrios con altos índices de pobreza, en zonas marginales, en colonias populares o en barrios gentrificados es posible encontrar paredes que se han llenado de color.

Hoy, el muralismo no viene acompañado de un manifiesto sino de una pluralidad que hace imposible encasillarlo. Las obras son diversas en sus temas, en sus técnicas; hay murales decorativos y piezas críticas. Algunos de los artistas presumen décadas de trayectoria, estudios formales de artes plásticos o diseño gráfico, otros tienen una formación autodidacta y callejera.

Hace mucho que las obras que pueblan los muros de la ciudad han dejado de ser sólo ‘pintas’ ilegales, improvisadas en la oscuridad y la prisa de la noche. Para que un mural aparezca en la calle, con todo lo que implica y todo lo que cuesta, fue necesario hacer llamadas, reuniones, contratos, asambleas vecinales, bocetos y probablemente renta de equipo: proyectores, grúas, andamios, hamacas. Eso sin contar la gestión de patrocinios, permisos o compra de materiales.

Si el muralismo urbano vive hoy un momento de auge en México, como en muchas ciudades del mundo, es porque existen curadores y gestores que trabajan –a menudo detrás de cámaras, en el anonimato– para hacerlo posible.

A diferencia de cierta simplicidad del movimiento muralista de los años 20 y 30, en la que era claro cómo el gobierno, a través de José Vasconcelos, comisionaba los murales, hoy las posibilidades y las dificultades aumentan. Aunque el gobierno de la ciudad y las marcas se han ido sumando a un tren que ya marcha a todo vapor, son los ciudadanos quienes han impulsan el nuevo muralismo en la Ciudad de México.

Arte urbano de Guerrero a Tlatelolco

Durante más de cinco décadas, sólo la publicidad llegó a sustituir el gris lánguido de sus muros. Inaugurado en 1964, el edificio Veracruz, dentro de la unidad habitacional Nonoalco Tlatelolco, permaneció desnudos de color y de atención. El abandono de su fachada –que en algún momento significó modernidad– se volvió un elemento más del deteriorado paisaje urbano.

Fue en 2012 –durante el festival de arte urbano All City Canvas, uno de los principales impulsores del nuevo muralismo en la CDMX y en otras ciudades– que la fachada de un edificio contiguo –el Chihuahua– se convirtió en un lienzo gigante para el artista español Escif. De una semana a otra, dos hombres enormes, ambos vestidos con traje oscuro, aparecieron en la fachada: el de la izquierda toma al otro por la corbata, como si estuviera a punto de golpearlo.

Después, en 2017, como parte de la iniciativa del proyecto ciudadano The Beauty Project, el artista estadounidense RETNA cubrió el fondo gris del edificio Cuauhtémoc con un mensaje escrito con jeroglíficos creados por el propio artista. La obra, hoy todo un ícono del nuevo muralismo en la CDMX,  se titula Escaleras al Sol, una especie de poema encriptado: «Somos los niños de nuestra Serpiente Emplumada / Regresaremos a guiar nuestra alma / estirando una mano de paz / con las lágrimas de mis ojos me limpio el polvo de la vista perdida / y volveré a mi forma simbólica para aterrizar en la sombra del Sol».

El edificio Veracruz fue el primero de este conjunto diseñado por el arquitecto Mario Pani en prestar sus muros a los artistas mexicanos. El colectivo X Familia cubrió los 70 metros de alto de la torre con un diseño que parece inspirarse en el texto de RETNA: una serpiente emplumada que sube, en espiral, imitando la cadena del ADN, hacia el cielo; manos que se convierten en ramas y raíces.

La intervención fue gestionada por el Colectivo Liberalia Itinerante, una asociación civil creada por habitantes de la colonia Guerrero. Claudia Barajas, junto con sus hermanos y madre, Julio César Barajas, Deyanira Garduño Cruz y Juana Garduño Cruz, crearon la organización «por la necesidad de promover arte, difundir y producir todo lo que es referente tanto a la cultura indígena como a la cultura urbana», dice Claudia.

Su proyecto comenzó en el 2016, cuando coordinaron la elaboración de 13 murales con vista a Eje 1 Norte, en la colonia Buenavista. El primer muro intervenido todavía está ahí: un águila sobre fondo rosa, en la esquina de Mosqueta y Juan Aldama.  Desde entonces, todo Eje 1, desde el Tianguis del Chopo hasta el Metro Guerrero se ha convertido en una galería del nuevo muralismo en la CDMX: retratos de mujeres, máscaras tradicionales y figuras prehispánicas decoran lo que antes era el traspatio de los condominios que se aprietan en la colonia.

«La intención era combatir la contaminación visual que existía porque, por muchos años hemos vivido ahí y los muros estaban llenos de bombas –explica Claudia–. Estaban inundados de tags los predios sobre la avenida. Hablamos con los vecinos, y a través de una lluvia de ideas, los artistas hicieron sus bocetos: todo lo que se pintó fue en acuerdo con los vecinos. Nuestra intención era hacer museos callejeros para que la gente de este tipo de barrio pueda apreciar el arte que existe en el país».

El colectivo abrió la convocatoria a los artistas en redes sociales y gestionó un presupuesto con la delegación Cuauhtémoc. El objetivo era ya no sólo terminar los murales de Eje 1, sino llevar el corredor a una segunda etapa en las colonias Guerrero, Tepito y Tlatelolco: usar el nuevo muralismo en la CDMX como un pretexto para generar un cambio en toda la zona. «Fue un esfuerzo con los vecinos, las autoridades, y el colectivo para generar esta sinergia, preocupados por el rescate de las colonias, por la dignificación de los barrios mal llamados barrios bravos».

Aunque el nivel técnico de los murales es desigual a lo largo del corredor, los vecinos y los organizadores consideran que el proyecto fue exitoso: no se trataba sólo de llamar a artistas internacionales a intervenir los muros –que seguramente serían vandalizados– sino a crear algo desde el tejido social, detalla Claudia, que los artistas y los organizadores tomaran en cuenta a los vecinos y que las autoridades participaran realmente en un proyecto comunitario.

Muralismo institucional: Lienzo CDMX

David Piñón se hace llamar Seher One. Hoy, frente a él se levantan cuatro paredes inmensas de 28 metros de alto cada una por 70 metros de ancho. Lleva casi mes y medio aquí, en la Plaza Tlaxcoaque, sobre el edificio Juana de Arco, trabajando –con su equipo de tres asistentes– en este macromural que reemplazará uno anterior que no salió bien librado después de los sismos del año pasado: el dueño del inmueble –rentado para oficinas de gobierno– había quedado tan contento con el primer mural que insistió y dispuso más paredes con tal de restaurarlo o hacer uno nuevo.

Sobre un fondo de tonos verdes, Seher ha pintado los escombros del sismo. De entre las ruinas, asoma una gran serpiente emplumada que toma vuelo hacia el cielo: la reconstrucción. En el centro se adivina un puño que levanta un martillo, una mujer con un casco de protección civil, un águila, una cabeza maya, corales, maíz.

«Tuve la oportunidad de hacer esta obra enorme y quería alejarme del street art y acercarme más a la cuestión muralista –explica Seher–. Tratar de transmitir algo a las personas y dejar un periódico gigante para que las personas que se paren aquí lo puedan ir interpretando, que encuentren la herencia cultural que tenemos… habla de una reconstrucción de México», comenta el artista.

Este mural parte de una comisión del gobierno de la Ciudad de México, coordinado a través del Instituto de la Juventud (INJUVE), dentro del programa llamado Lienzo CDMX. El nuevo muralismo en la CDMX es tan efervescente que hasta las autoridades quieren treparse a la ola. Con este se busca embellecer la ciudad con murales de gran formato y convertirla en una capital de arte urbano en América Latina.

De acuerdo con Guillermo Galindo, Productor del Programa Lienzo CDMX, el proyecto contó con todo el apoyo desde la jefatura de gobierno; lo primero que hicieron fue buscar apoyo de algunos gestores ciudadanos que ya tenían experiencia produciendo murales y que conocían a los artistas.
El proyecto inició en 2013 con un mural titulado Quetzen – Tul, del artista Favio Martínez ‘Curiot’, en el edificio del Instituto de la Juventud de la CDMX, la pieza estuvo curada por Roberto Shimizu del Museo del Juguete Antiguo (MUJAM), uno de los sitios que más han impulsado el nuevo muralismo en la CDMX, no sólo en sus propias instalaciones sino en distintas calles de la colonia Doctores.

El programa Lienzo Capital –el nombre original del proyecto– tuvo que suspenderse en el 2016 debido, según cuenta Galindo, a la falta de recursos. Se reanudó con murales de Smithe y Poni en Metro Salto del Agua y Metro Normal, respectivamente. Luego se sumaron los artistas Meiz en Metro Cuauhtémoc, Arty & Chikle en el Metro Juárez, y las intervenciones en el Hospital de las Emociones, en la delegación Venustiano Carranza, y en Av. Constituyentes, en la escuela primaria Aquiles Serdán.

Entre 2017 y 2018 se terminaron tres murales más: otra pieza de Curiot, en 5 de Febrero esquina Diagonal 20 de Noviembre, el primer mural de Seher One en Tlaxcoaque –que resultó dañado por el sismo– y el homenaje a El Tri, a un costado de la Plaza Tlaxcoaque, realizado por Leonardo David Monzón García y Amauri Esmarq. El nuevo muralismo en la CDMX crece como la espuma.

Reconstrucción mediante arte: #VaPorLaRoma

Don Jorge Gutiérrez saluda a Aida Mulato al salir de su domicilio en la calle de Querétaro. Don Jorge ha vivido en esta colonia desde hace 73 años. Hoy se detiene unos momentos a mirar cómo trabaja Chauiztle, el artista de 33 años que está por terminar una composición inspirada en los bordados de la cultura Tének, proveniente de la zona huasteca.

—Prefiero que esté bonito, con un mural de categoría a que esté todo grafiteado —dice Jorge—Aquí teníamos puros pintarrajeados, Aida me explicó el proyecto y me pareció muy bien, platiqué con los inquilinos uno por uno, somos 31, hasta que todos me dijeron que sí.

Los días para Aida han estado más ocupados que nunca desde que inició en noviembre la iniciativa #VaPorLaRoma: un circuito de murales en la colonia Roma, con el fin de promover la solidaridad, reactivar la economía y la reconstrucción en una de las zonas de la ciudad afectadas por el sismo 19S. El nuevo muralismo en la CDMX tiene ecos de la idea vasoncelista al usar el arte como una manera de visibilizar cambios y necesidades sociales. Para recaudar fondos que le permitan avanzar, también ha creado recorridos –uno al mes– acompañados de música tradicional mexicana en vivo mientras explica la historia detrás de cada mural.

Entre las decenas de pendientes que Aida repasa en su mente, recuerda que debe comprar un recubrimiento anti-grafiti para proteger los murales recién pintados en una barda sobre Avenida Cuauhtémoc. Le preocupa que –como le sucedió antes en un par de muros– esta pieza en específico amanezca cubierta de bombas hechas por crews o grafiteros que reclaman territorio, dañando el trabajo realizado por Esténcil México, un colectivo de artistas que rinden homenaje en los muros a las culturas del norte del país seri, rarámuri y yaqui.

Este mural es el número 20, faltan 48 para llegar a la meta que Aida se ha fijado: 68, uno por cada pueblo indígena del país. «El circuito de murales busca darle voz a los damnificados por el sismo del 7s y el terremoto del 19s. A las mujeres y a los pueblos indígenas que existen en nuestro país y habitan la Ciudad de México».

Con la misión de generar recursos económicos para varias comunidades indígenas, Aida creó hace siete años la organización Jóvenes Artesanos. Desde entonces, la organización opera en la colonia. Pese a ello, no son pocos quienes la cuestionan: ¿por qué hacer murales en la colonia Roma? Se trata de una zona cuyos habitantes, aparentemente, tienen la vida resuelta, buen nivel de vida, ¿hacen falta aquí murales con un sentido social?

«A través de esta colonia –dice Aida– es que se han generado empleos y recursos económicos para las comunidades indigenas con las que trabajamos. Nosotros queremos ser agradecidos con la colonia que nos ha dado durante estos años. Lo estamos haciendo desde el espacio en donde ya tenemos una red de personas que nos apoya, que cree y confía en nosotros. Es con el barrio que lo estamos desarrollando, el barrio viejo, las personas que han estado aquí por años».

El proyecto se ha hecho con recursos propios de Jóvenes Artesanos, más los apoyos que han recibido de vecinos, de ciudadanos y de comercios, quienes han aportado pintura, agua y comida para los artistas. No han buscado, hasta ahora, convenios con el gobierno. El nuevo muralismo en la CDMX es impulsado, sobre todo, por la ciudadanía.  «Nosotros no estamos pintando solo para adornar las calles. A través de los murales queremos generar conciencia para lograr un cambio positivo en la comunidad y ser parte del proceso de reconstrucción del tejido social de nuestro país».