Con pocas ventas y miedo: así resisten los mercados chilangos
Locales cerrados, precios más altos, pocas ventas y medidas de higiene marcan a los mercados chilangos durante la contingencia.
Por: Karen Andrade
La vida en los mercados chilangos durante la contingencia no se detiene. Mientras algunos locatarios decidieron bajar sus cortinas, otros continuan abiertos, aferrándose a las pocas ventas y ahuyentando al coronavirus con las medidas básicas de sana distancia, que en algunos casos resultan insuficientes.
Chilango recorrió distintos mercados populares de la ciudad; en todos, el panorama es similar: pasillos vacíos, ventas bajas y productos encarecidos.
En Iztapalapa, la zona de la ciudad con más contagios,desde hace tres semanas, el tianguis de la Ortiz Tirado, no se instala ni los miércoles ni los domingos. La crisis sanitaria por covid-19 puso pausa a una tradición de más de 35 años.
Si los habitantes de esa colonia de la CDMX necesitan comprar alimentos, se deben conformar con lo que encuentran en los tres locales de frutas y verduras que hay en el interior del mercado, donde solo una carnicería y una pollería continúan ofreciendo sus productos, al igual que dos tiendas de abarrotes y una más de semillas y chiles secos.
La nueva normalidad en este mercado comienza cuando los clientes solo pueden ingresar por una de las siete puertas que hay.
Luego de caminar por dos pasillos, cuyos locales están cerrados, los clientes se encuentran con ocho establecimientos abiertos, lo que ha ocasionado que algunos productos suban de precio, señalan clientes de este mercado, quienes dicen que el incremento se nota en productos como el kilo de limón o de jitomate. “Antes de la crisis compraba un kilo de limón en 16 pesos y ahora lo consigo en 26 y ya no me dejan escogerlo”, dijo Andrea Flores, una clienta del lugar.
Rodrigo, un locatario del mercado, explicó que el incremento en los precios se debe a que hay bodegas de la Central de Abasto que han bajado sus cortinas y los comerciantes ya no pueden encontrar frutas y verduras a precios más bajos.
“Tengo que comprar la mitad de lo que compraba antes. El medio kilo de fresa me lo dieron en 40 pesos”, dijo Chelita, una de las clientas, quien sí guardó la sana distancia, mientras esperaba en la fila del local de frutas y verduras.
El miedo a contagiarse en los mercados chilangos durante la contingencia
En la misma alcaldía, una mujer con cubrebocas y guantes supervisa una de las dos entradas habilitadas en el Mercado Xochitepango. Aquí nadie pasa sin antes recibir su buena dosis de gel antibacterial y el visto bueno, tras una revisión fugaz para constatar que utilizan cubrebocas.
Adentro, el ritmo del mercado ya no es el mismo que antes de la pandemia: más de la mitad de los negocios permanecen con las cortinas abajo y, en su mayoría, solo operan aquellos que ofertan alimentos y articulos de primera necesidad.
“Esta es la fila para la verdura”, pregunta una mujer al ver a unas 10 personas formadas tratando de mantener la sana distancia. Tras poner cara de sorpresa, dicide unirse a la fila.
El local marcado con el número 63 es la única verdulería, de las cuatro que hay en el mercado, que continúa abierta. Según cuenta doña Josefina, propietaria del puesto, los demás decidieron cerrar por el miedo a contagiarse de coronavirus en la Central de Abasto. Ésto, aunque le ha beneficiado en las ventas, no deja de ser un riesgo.
“No queda de otra que seguirle. Casi toda mi familia depende de la venta del puesto. Aquí atrás, mi hija vende comida, pero tuvo que cerrar porque no hay gente en el mercado”, señala.
La poca afluencia en los pasillos hace que el único ruido perceptible sea el del golpeteo para aplanar los bisteces en una de las pollerías. Jorge, quien atiende ese comercio, señala que las ventas han disminuido al menos a la mitad, pero que hay días mejores que otros.
Bajas ventas
A unos 25 kilómetros de distancia, en el mercado de la Agrícola Oriental, en Iztacalco, las medidas para ingresar son similares. En una de las puertas, un policía se encarga de repartir gel antibacterial a todo aquel que quiera entrar y le adiverte a un par de jóvenes que se acercan al acceso principal: “Quienes no traigan cubrebocas no pueden pasar, hay que cuidarnos todos”.
Por los pasillos de los mercados chilangos durante la contingencia se puede observar negocios que no son de primera necesidad cubiertos con telas: plantas, veladoras, objetos religiosos, dulcerías, cables y/o electrónica, uniformes, disfraces, boneterías, piñatas, joyería, relojería, telefonía, etcétera.
Los únicos puestos abiertos son las recauderías, pollerías, carnicerías, papelerías, misceláneas, de cereales y granos, y comida en general, como las carnitas “Karina”, los tamales “Jovita” y la marisquería “El Oasis”, todos con poca gente y solo servicio para llevar.
Carniceros y polleros coinciden en señalar que la crisis sanitaria les ha pegado en sus bolsillos, puesto que ahora venden menos que antes, ya que muchas fondas y pequeños restaurantes de la zona se han visto obligados a cerrar por la falta de personas en la calle.
—Me da cinco bisteces, pide una señora.
—¿No se va a llevar los 10 de siempre?, cuestiona el carnicero
—No, ahora solo estamos mi esposo y yo, no hay para más, responde ella.
“Ya ve, joven –dice Ramón, el carnicero– la gente compra menos. Si esto sigue así voy a tener que pensar si me conviene seguir abriendo.”
La misma situación vive Don Vicente Martínez, propietario de una papelería, quien calcula que la venta ha disminuido hasta 50%. “Hace unas cuatro semanas sí de plano no teníamos nada de ventas, ni nos dejaban abrir. Ahora las cosas ya están más calmadas. En mi caso, yo dependo de lo que les dejan de tarea en las escuelas, porque mucho ya lo hacen por internet, pero la gente sigue viniendo a comprar como si nada, hojas, cartulinas, impresiones, y esas cosas. Solo que ya no me compran tanto como en enero por ejemplo, al menos a mí”, comenta Vicente.
Compañerismo vs la covid-19
Al poniente de la ciudad, en Cuajimalpa, una de las alcaldías que aún se mantienen por debajo de los 500 casos confirmados de covid-19 (hasta el 20 de mayo), los locales y comercios cerrados también se han vuelto parte del panorama cotidiano de los mercados chilangos durante la contingencia.
En el mercado local, el área de comida y tacos, que regularmente está llena de gente, solo se encuentran los cocineros y un letrero que dice: solo para llevar.
Los locales de ropa, calzado, uniformes y flores están cerrados; mientras que los locatarios que permanecen trabajando usan todas las medidas de precaución posibles, como gel antibacterial, cubrebocas y sana distancia. Kevin Salinas, quien labora en un local de hierbas, colocó un hule cristal al frente de su negocio para no tener contacto directo con la gente, además diariamente trapea el área y desinfecta con cloro todas sus instalaciones.
“Es una situación muy crítica, muy pesada, porque al no salir la gente a comprar, pues a nosotros nos afecta y se va abajo todo”, explicó en entrevista con Chilango.
Algunos locatarios afirman que las ventas han bajado notablemente. Por ejemplo, Agustín González, quien lleva cerca de 38 años vendiendo pollo en el mercado, explica que, por lo menos en su caso, vende 70% menos de lo habitual.
Frente a las difíciles circunstancias, algo que se ha fortalecido es el compañerismo entre los locatarios, pues buscan apoyarse en todo especialmente en los pedidos que hacen los vecinos.
“Ahorita hay más compañerismo, nos apoyamos en los pedidos, por ejemplo ahorita me pidieron pollo y que también les llevara verduras de otro local. Hay más unión, somos como una familia”, detalla Agustín.
La crisis que nos trae el coronavirus
Los mercados chilangos durante la cuarentena no son muy diferentes a los del Estado de México. En la Central de Abasto de Atizapán de Zaragoza, los rumores de contagios entre trabajadores del mercado se esparcieron más rápido que el propio virus y en un abrir y cerrar de ojos cerca de la mitad de los comercios bajaron la cortina.
En los 25 años que Fernando Cruz lleva vendiendo frutas y verduras en este lugar nunca había visto tantos negocios cerrados por un periodo tan largo, ni siquiera un día después de los festejos por el aniversario del lugar.
“Los precios han subido porque también ahorita ya no nos distribuyen con la misma frecuencia y varios locales han cerrado, y a varios nos ha pegado en las ventas” señala Fernando, quien tuvo que volver a abrir su local, pues sus ahorros no le alcanzaron para resistir la cuarentena desde su casa.
Ni los tinacos para lavarse las manos y protocolos de higiene logran que los vendedores y clientes se sientan protegidos, pero la necesidad de comer es más grande. Hoy el mercado no es el mismo; cada vez se escuchan con menor frecuencia las ruedas desgastadas de los diablitos, el golpeteo de las aplanadoras de carne y pollo, el tradicional “ahí va el diablo” o las competencias de gritos por atraer a los clientes.
Entre algunos vendedores aún se habla de los contagios como si fueran leyendas para no dormir, mientras al mismo tiempo el gel antibacterial escasea, así como las oportunidades de conseguir productos a buen precio.
Los mercados chilangos durante la contingencia se resisten a bajar la guardia. A los comerciantes no les queda de otra más que levantar cada día la cortina y vencer el miedo a contagiarse.
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(Con información de Karla Almaraz, Andrés Rangel, Tollani Alamillo y Jardiel Palomec)