A 10 días del asesinato de Aideé Mendoza, ocurrido el 29 de abril pasado dentro de un salón de clases, las autoridades escolares no han reforzado los protocolos de revisión en los accesos, mientras que un par de policías vigilan la entrada principal, por lo que los estudiantes consideran que la inseguridad en el CCH Oriente no ha disminuido e incluso acusan que hay quienes continúan entrando con marihuana al plantel.
Para permitir el ingreso al plantel, personal de Auxilio UNAM –encargado de la seguridad interna de las instalaciones– únicamente le solicita a los estudiantes mostrar sus credenciales o, en su defecto, que dicten su número de cuenta o presenten una tira de materias; sin embargo, no hay protocolos de seguridad para identificar armas o drogas. “Cualquiera podría entrar con una credencial falsa o una tira de materias de otra persona”, comenta Jaqueline Sosa, estudiante de cuarto semestre.
“El problema no está en que nos identifiquemos como estudiantes, sino en lo que traigamos en nuestras mochilas. Yo podría meter un arma y nadie se daría cuenta. Podrían matar a otro alumno en cualquier momento”, señala Jonathan N, de sexto semestre.
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En estos días de mayo, en el interior del plantel se puede observar a alumnos que solo acuden por calificaciones, mientras que otros se reúnen con sus amigos para disfrutar de los últimos días del semestre, bajo la vigilancia del personal de Auxilio UNAM, que patrulla los pasillos y jardines, pero que no impide que algunos estudiantes se las ingenien para fumar marihuana. “Aunque te vean con un cigarro de tabaco te hacen apagarlo, por eso ahora tenemos más precaución”, comenta un alumno de sexto semestre que prefiere mantenerse en el anonimato por seguridad.
“Siempre ha habido drogas en la escuela, desde que yo entré, hace cuatro años. Esto del narcomenudeo o como le llamen no es nada nuevo. Las autoridades se hacen pendejas, bien que saben hasta quién las vende, se nota luego luego, pero prefieren no hacer nada para no meterse en problemas”, comenta Mariana N, de sexto semestre, quien acudió a la escuela solo por una calificación, la última, después de recursar seis materias.
Afuera de la escuela, colectivos y grupos estudiantiles expresan que la inseguridad en el CCH Oriente no ha disminuido y acusan que la presencia policiaca no ha aumentado, como lo han demandado desde hace años. “Ojalá hubiera más elementos para apoyar en la seguridad de las escuelas, pero no los hay”, justifica Irving Ortega, uno de los dos agentes de la Policía Auxiliar que resguardan la entrada de forma permanente, desde las 7:00 de la mañana hasta las 10:00 de la noche. “En ocasiones llegan cuatro agentes más –de la Policía Escolar– que se encargan de patrullar el perímetro (200 metros) y firmar documentos en las direcciones de por lo menos ocho escuelas más de nivel medio superior en la zona”, cuenta el agente Ortega.
Alejandra Díaz, alumna de sexto semestre, confiesa que en la puerta del estacionamiento para alumnos es donde se percibe más la inseguridad en el CCH Oriente, pues ha escuchado que asaltan más. “En esa puerta casi no hay seguridad, por ahí puede entrar quien sea. Ahí casi nunca hay nadie”, comenta y agrega que esa entrada conduce directamente a la parte trasera del plantel, donde están las canchas, el lugar “donde todos dicen que asaltan. La verdad a mí no me consta, pero prefiero evitar esa zona”.
“En las mañanas ni piden credencial, abren las dos puertas y puede pasar quien sea. La inseguridad en el CCH Oriente es muy grave por cosas como esas. Mis papás se preocuparon bastante desde que me quedé aquí, pero tratan de apoyarme en todo. Necesito avisarles dónde ando todo el tiempo”, cuenta Nadia N, de 16 años de edad.
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La inseguridad en el CCH Oriente ha obligado a algunos padres de familia a acompañar y esperar a sus hijos hasta que salgan, por temor a que les suceda algo. Como el caso de Ángeles Cuenca, madre de una joven de segundo semestre, quien fue asaltada hace tres meses en su trayecto al plantel. “Es tanta la inseguridad en el CCH Oriente que prefiero acompañarla y ahora ni siquiera estoy tranquila sabiendo que está dentro de la escuela. Ya no sabe uno ni qué hacer. No siento que esté segura ni adentro ni afuera. Pero no nos queda de otra”, concluye Ángeles, con los brazos cruzados.
Mientras que Carmen Rodríguez, madre también de una estudiante de segundo semestre, exige que los padres se organicen para tomar medidas de seguridad: “Los padres somos quienes deberíamos proponer a las autoridades más protocolos efectivos. Si yo veo que no revisan mochila, entonces yo como madre me organizo para revisar a los otros jóvenes. El problema es que nadie quiere hacerlo, por miedo o no sé”.
“La cosa está así: todos sabemos quiénes son los que venden la droga dentro de la escuela, sabemos dónde se juntan, que andan armados, pero la verdad es que a todos nos da miedo. Esto viene de más arriba, y difícilmente van a poder dar con los culpables. Son gente muy inteligente y conectada, por eso no hay arrestados”, confiesa José Luis Morales, egresado del plantel, quien todavía acude a visitar a sus excompañeros, puesto que lo único que necesita para entrar es una mochila y la tira de materias de algún amigo.
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