Roman N*. lleva cinco semanas sin ver a su hija. Diana* está en las mismas: el temor no le permite convivir con su familia. Alejandro* sí ve a sus padres, ambos adultos mayores, pero la convivencia le genera ansiedad. Ninguno de ellos se conoce, pero los tres son víctimas del estrés de saber que muchas vidas —no solo de los pacientes sino también de sus seres queridos— dependen de ellos, porque trabajan en hospitales que atienden coronavirus.
“No hay día que no estemos preocupados. Desde hace dos meses, vivimos con mucho estrés y ansiedad, porque la mayoría de quienes estamos en contacto con pacientes con covid-19 en este hospital tenemos hijos o adultos mayores en casa. Venir a trabajar representa un riesgo no solo para nosotros sino para ellos también”, asegura Román.
Este médico de casi 40 años sabe que su trabajo inicia a las 6:00 de la mañana, pero desconoce cuándo terminará su jornada. Ha cubierto turnos de hasta 36 horas seguidas en el Hospital General de Zona 30, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), uno de los hospitales que atienden coronavirus en la CDMX.
Por esa razón, Román prefirió dejar de ver a su hija y mandarla con sus abuelos, pues tiene miedo a contagiarla de covid-19.
En los pasillos y en los quirófanos la vida es muy diferente, señala Román, quien compara la realidad con las escenas que vemos en películas de guerra. “Adentro todo es muy deprimente, no podemos hablarnos entre compañeros como antes. Todo el tiempo estamos cubiertos del rostro, con cubrebocas N95, goggles, caretas, trajes que nos cubren hasta la frente, guantes, botas, etcétera. Cada vez tenemos menos ánimo de estar ahí dentro, pero seguimos por los pacientes que se recuperan”, dice.
El impacto psicológico que están sufriendo los médicos y profesionales de la salud se debe principalmente a las defunciones que presencian y al sufrimiento de los pacientes cuando se complica el tratamiento, explica la experta en Neuropsicología, Gabriela Hernández, en entrevista con Chilango.
Hasta el pasado 14 de mayo, en el país se tenían registrados 42 mil 595 casos confirmados de covid-19, 4 mil 477 defunciones, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud federal.
Tan solo en la Ciudad de México van 11 mil 664 casos confirmados y mil 123 defunciones, mientras que en el Estado de México se acumulan 7 mil 255 casos confirmados y 433 defunciones, según cifras oficiales.
“Las muertes no solo las sufrimos con nuestros pacientes, sino con compañeros, pues cada vez es más común escuchar de la muerte de algún médico o enfermero”, confiesa Román.
De acuerdo con el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, hasta el 11 de mayo, se tenían registrados 893 casos activos en personal de salud en hospitales que atienden coronavirus en la Zona Metropolitana del Valle de México: 551 en la CDMX y 342 en el Estado de México.
Hasta esta misma fecha, en el país han fallecido 111 profesionales y asistentes médicos y se tienen 8 mil 544 casos confirmados acumulados por COVID-19.
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El temor del diagnóstico
“A los pacientes que llegan con síntomas graves de covid-19 se les da un cubrebocas N-95 y guantes, luego les rocían desinfectante y, por último, los introducen a un cubículo (donde esperan para ser trasladados, también conocido como Urgencias Covid), por si es necesario intubar”, explica Diana, quien se desempeña como asistente médica en uno de los hospitales que atienden coronavirus en la alcaldía Tlalpan.
De acuerdo con la mujer de unos 40 años, los casos confirmados en la Unidad de Medicina Familiar número 7, donde ella trabaja, han aumentado considerablemente en las últimas semanas y en un solo día las pruebas de 10 pacientes resultaron positivas.
El incremento de casos ha ocasionado saturación en los traslados, los cuales llegan a demorarse hasta cuatro horas, tiempo en el que los pacientes permanecen reunidos en una misma sala.
“Es mucho el estrés, la angustia, porque se han dado casos confirmados asintomáticos de trabajadores en la unidad. El miedo es general. En mi caso trato de convivir lo menos que puedo con mis familiares”, explica.
Otro de los problemas que se presentan en los hospitales que atienden coronavirus es la falta de personal, lo que ha obligado a Diana a realizar guardias y extender su jornada de trabajo de seis a 12 o 13 horas diarias.
“La mayoría de médicos que diagnostican covid-19 en la unidad son los más afectados, salen con mucha angustia y más cuando nos enteramos que algún compañero salió positivo, a pesar de usar el equipo. La mayoría de nosotros hemos tenido que comprar con nuestros propios recursos el material para estar protegidos”, agrega.
El miedo se mete hasta la cocina de los hospitales que atienden coronavirus
“El estrés que se vive es muy fuerte. Un compañero ya fue diagnosticado, yo mismo me enfermé ayer y ya estoy preocupado. Aunque evites tocar todo y te laves las manos más de 30 veces al día, se siente angustia. Tan solo en una noche han habido más de 17 decesos aquí. Es bastante fuerte. Ojalá que la gente que no cree pudiera venir”, señala Rafael*, un cocinero y experto en Nutrición que trabaja en uno de los hospitales que atienden coronavirus en el Estado de México. Hablamos del Hospital General de Zona 194 del IMSS, en Naucalpan.
Algunos de los casos a los que se refiere Rafael han sido de médicos y trabajadores a quienes les cocinaba. “De pronto te dicen: ‘Oye, te acuerdas del doctor chaparrito que venía a comer, el que siempre te pedía doble café? Pues resulta que ya está siendo atendido arriba”, cuenta.
Además de afectar la rutina de los doctores, la pandemia por COVID-19 ha llegado hasta la cocina de los hospitales que atienden coronavirus, donde han modificado los protocolos.
“Ya sólo nos comunicamos por señas. Somos 14 personas en total, divididas en dos turnos. Hacemos porciones para 110 comensales médicos, aunque en este momento están bajando solo la mitad, porque a muchos no les da tiempo”.
Además de preparar la comida para el personal de salud, Rafael prepara alimentos para los pacientes con covid-19, los cuales son dietas sin lácteos, grasas ni carbohidratos.
Los cocineros de los hospitales que atienden coronavirus también deben seguir medidas estrictas: el traje que deben utilizar ellos, así como los ayudantes y personal que reparte la comida debe ser completo, desde la frente hasta los pies, con cubrebocas N95, guantes especiales, cofia y careta. Las charolas, los platos y los cubiertos que llevan a los pacientes deben ser desechables.
“Es feo verlos llegar vivos y ver cómo salen en carrozas. Es una situación que sólo cuando estás inmerso en un hospital te das cuenta de lo grave que es”, concluye Rafael, quien se traslada todos los días desde la alcaldía Venustiano Carranza, en la CDMX, hasta el municipio de Naucalpan, en el Estado de México, con la preocupación de volver a su casa sano y salvo, donde lo esperan sus tres hijos menores de cinco años.
Me pidieron que buscara otro trabajo
Para Alejandro*, camillero en uno de los hospitales que atienden coronavirus al surponiente de la ciudad, el Hospital General Dr. Darío Fernández Fierro, del ISSSTE, las jornadas laborales han sido “un infierno”, pues desde hace semanas ha trabajo más de 15 horas al día, trasladando y acomodando pacientes.
“Los camilleros también estamos altamente expuesto al contagio, algunos compañeros ya se contagiaron, algunos asintomáticos y otros de gravedad. Todos los días rezo para que no me toque a mí, pues ellos se contagiaron a pesar de usar el equipo necesario”, confiesa.
Al estar en contacto directo con paramédicos y pacientes, los camilleros están obligados a utilizar las mismas protecciones que un médico: traje completo de pies a cabeza, goggles, careta, guantes especiales y cubrebocas N95.
El equipo de protección les dificulta la visión para realizar su trabajo adecuadamente, pues, al cargar las camillas para mover a los pacientes, pueden perder la noción del espacio.
Alejandro ya lleva trabajando más de 10 años como camillero, tiempo en el que le tocan turnos de las 5:00 de la mañana a las 17 horas, seis días a la semana. Sus papás, ambos adultos mayores, dependen de su ingreso.
“Desde que todo esto empezó mis papás me dijeron que me saliera y buscara otro trabajo, pero no quise, porque además de estar generando antigüedad para mi pensión, no creía que esta situación escalara así, hasta que empezamos a sacar muertos de los quirófanos. Durante varios días entré en un estado de ansiedad, no quería ni regresar a mi casa. Ahora ya me estoy acostumbrando, pero sigo entrando a trabajar con miedo y mucho estrés”, asegura Alejandro.
*Los nombres de las personas entrevistadas fueron cambiados para proteger su identidad.
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