#Fotorreportaje: Feria Internacional de la Pirotecnia Tultepec
Fuego y fe en San Juan de Dios, patrono de enfermos, bomberos y alcohólicos. La Feria Internacional de la Pirotecnia en Tultepec, organizada desde 1989.
Por: Sarayd Luna
Un ritual. Fuego y fe en San Juan de Dios, patrono de los enfermos, los bomberos y los alcohólicos. Es la Feria Internacional de la Pirotecnia en Tultepec, organizada cada marzo desde 1989 para aumentar el comercio y el turismo en una región que vive de los cohetes, a pesar del peligro. En 2016, una de las explosiones más graves dejó 42 muertos y 86 heridos.
En el día, cerca de 300 toritos desfilan por las calles de Tultepec atiborradas de espectadores. Los vecinos venden en sus casas “micheladas más frías que tu exesposa cuando te pide la pensión” y ponen música a todo volumen. Más tarde se empiezan a escuchar las detonaciones y los gritos de la gente extasiada con el espectáculo de luces que ilumina la noche. La fiesta, literal, se enciende.
Corres, pero quieres ver. Quieres ver, pero corres. Adrenalina pura en altas dosis. El once in a lifetime para la prensa y los turistas extranjeros que reservan los pisos de arriba de las casas aledañas a la plaza. “No seas pinche chillón”, “¡Ya viene el grande!” Y los buscapiés encuentran pies, piernas, espaldas, brazos…
La plaza echa chispas durante horas. La multitud perdida en el humo y el olor a pólvora no deja de saltar. Atrás, familias con niños y bebés disfrutan el ingenio de su comunidad y las sorpresas de la vida. ¿Qué vendrá, un torito que no prenda? ¿Uno chico de los que se hacen en un día y cuestan 800 pesos? ¿Uno gigante que arrolle gente a su paso y brinde un espectáculo memorable?
Más de la mitad de la pirotecnia del país se fabrica en Tultepec. Más de 200 variedades conforman su catálogo: trompos, cometas, palomas, subidores, luces de bengala, bombas araña y crisantemo, cañones, minas, castillos. Estos últimos, de máximo 30 metros de altura, son construidos por grupo de 12 a 15 personas que compiten por ser los mejores de la fiesta. “Orita van a ver qué chingón nos quedó”.
La capacidad artística supera lo imaginable. Hay que ver para creer, por eso decenas de miles de personas acuden para observar el cielo, lienzo de un arte vivo que también se escucha, se siente, se huele y, en unos cuantos minutos, desaparece. Jamás se repite un diseño en el concurs internacional de piromusicales, que en 2019 repartió 127 mil pesos en premios.
Los colores son hijos de la química: antimonio para el blanco, sulfato de cobre para el azul, bicarbonato de sodio para el amarillo, cloruro de sodio para intensificar los tonos y clorato de potasio para facilitar las explosiones. Recetas de familia transmitidas por generaciones.
El cohete de trueno y buscapiés fueron el origen. Quienes vendían el material daban clases y había espacio para la experimentación en los hogares. Se cambiaron las mechas por el petróleo y llegó la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos. “Sólo hablan de nosotros cuando hay un accidente, no son capaces de ver lo que logramos hacer. Pero estamos orgullosos, no vamos a dejar morir nuestro arte; es nuestra identidad y forma de vida”.
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