A la Ciudad de México solo le falta tener un subsidio al mezcal. Y plantar árboles, muchos. Para Gilles Aniorte-Tomassian, músico de origen francés y uno de los extranjeros en la CDMX que halló en el suelo chilango su hogar desde hace 30 años, esas dos únicas cosas le hacen falta al lugar donde ha encontrado todo lo que, sin saberlo, buscaba.
Gilles nació en el sur de Francia y vivió tres años en París; sin embargo, los primeros seis meses en la capital francesa los pasó solo. Nadie le hablaba, no tenía amigos y todo parecía demasiado gris.
Para probar mejor suerte viajó a la Ciudad de México y en menos de una semana alguien tocó a su puerta: un regiomontano llamado Telber que, junto con sus primos, le dio la bienvenida y preguntó si necesitaba algo.
“Casualmente entre mi ropa venía una botella casi nueva y les invité un trago. Fueron por un dominó, improvisamos una mesa y de repente eran las seis de la mañana y tenía nuevos amigos. Después de 30 años siguen siendo parte de esta familia que fui creando al ser adoptado por otro país”, narra.
Días después, mientras Gilles tomaba un café con sus nuevos amigos, conoció a Juan López Moctezuma, director de cine, productor, actor y locutor de radio que lo invitó a trabajar con él. Así, a unas semanas de llegar a la ciudad, ya tenía trabajo y se sentía parte de esta nueva metrópoli, en la que encontró incluso la posibilidad de tener familia.
A los inmigrantes extranjeros, el hecho de que la Ciudad de México sea una urbe cosmopolita les permite tomar la decisión de quedarse para desarrollar sus habilidades.
“Les atrae y les impone la dimensión de la ciudad, la cantidad de atractivos de cultura y entretenimiento —explica a Chilango Blanca Lilia Ojeda Valdés, especialista en temas migratorios de la Facultad de Derecho de la Universidad La Salle—. El trato abierto y hospitalario de la gente les genera arraigo y las oportunidades laborales y académicas los convencen de permanecer aquí”.
La posibilidad de tejer redes de apoyo con mexicanos o con otros extranjeros en la CDMX, de vivir en un ambiente de respeto a sus ideologías y tradiciones, además de acceder a un ambiente multicultural, es lo que, de acuerdo con la especialista, convierte a la capital de México en una ciudad cosmopolita, definida por Gilles como “una mancha urbana monstruosa formada por pueblos, colonias y espacios extremadamente locales. Con carácter de lo mágico a lo catastrófico, pero siempre humanamente orientada, siempre rítmica y musical”.
“La ley contempla la reunificación familiar para que los parientes de los inmigrantes puedan vivir aquí —añade Ojeda Valdés—. En todo México son vistos como sujetos de derecho y aliados del desarrollo de nuestro país, y en la ciudad son personas que viven su libertad, en medio de todas las posibilidades sociales, culturales y económicas que ofrece un gran centro urbano que es referencia ante el mundo”.
¿Quiénes son y dónde están?
Desde la época colonial, la Ciudad de México, conocida como Tenochtitlán, tiene una vocación cosmopolita y multicultural. De acuerdo con estudios de
uno de los historiadores más importantes de México, Antonio Rubial García, en el siglo XVII no había en todo el mundo una urbe que alojara una sociedad tan pluriétnica, mestiza, multirracial y pluricultural como la Ciudad de México del virreinato.
A esta capital acudían personas procedentes de la península Ibérica,
italianos, flamencos, alemanes y esclavos de las colonias portuguesas en
África, como Guinea, Mozambique y el Congo. De Asia llegaron chinos, filipinos, indios, vietnamitas y camboyanos, muchos de ellos esclavos que compraron su libertad. Y a esa complejidad representada por población de tres continentes debe agregarse la diversidad indígena, claro está.
De acuerdo con datos del Anuario Estadístico de Migración y Remesas
2019, el 71.8 por ciento de los migrantes que llegan a México son de Estados
Unidos; le siguen los que provienen de Guatemala con el 4.16 por ciento y con menor porcentaje los de España, Colombia, Venezuela, Argentina, Honduras, Cuba, El Salvador, Francia, China, Corea del Sur y Japón.
La Ciudad de México se ve representada por esa misma dispersión.
Plataformas dedicadas a la renta de vivienda en la ciudad revelan que las
alcaldías Cuauhtémoc (30.8 por ciento), Benito Juárez (20.1 por ciento) y
Miguel Hidalgo (16.6 por ciento) concentran la mayor cantidad de arrendamientos activos de extranjeros en la CDMX; las colonias Juárez, Polanco y Anzures mantienen el foco de interés.
Más del 80 por ciento de los residentes llegan para trabajar o estudiar
y 8 de cada 10 prefieren la capital de México por encima de otras ciudades
del país por considerar que aquí se encuentran los corredores económicos, laborales y de movilidad más importantes, indica Ricardo Hernández,
gerente de Riesgo y Análisis de Data de Homie.mx.
Por otra parte, el portal inmobiliario Propiedades.com revela la distribución de extranjeros en la CDMX, donde la mayor concentración de estadounidenses se da en las zonas de San Ángel y, por la cercanía de su embajada, en Reforma y Chapultepec; los europeos prefieren Lindavista, San Ángel, Coyoacán, la Condesa y la Roma, mientras que los asiáticos se han asentado en el Centro Histórico y sus alrededores.
“Como en las grandes urbes del mundo, en la Ciudad de México la suma de identidades es la identidad misma, pues desde la época colonial está compuesta de migraciones; a partir de la Primera Guerra Mundial se intensificaron las oleadas, que no han parado y que nunca se van a detener”, comenta Carlos Gallegos, politólogo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Con el paso de los años, en esta ciudad se agruparon los inmigrantes de acuerdo a sus orígenes. El objetivo era armar comunidades para preservar su cultura, y en ese proceso fundaron escuelas, espacios religiosos, zonas de esparcimiento y los lugares que hoy conocemos como los “barrios”: chino, coreano, libanés, francés…
En esos sitios mantenían sus raíces mientras empezaban a reconocerse como mexicanos al participar en la vida cultural chilanga a través del cine, el teatro, la literatura, los deportes, la educación, el comercio y la gastronomía.
Por ello, señala el experto, “esta ciudad es un crisol de culturas e identidades”. Y con todo esto, los extranjeros en la CDMX también han enriquecido a la capital.
Diferentes formas de migrar
Los extranjeros en la CDMX no sólo son los inmigrantes blancos, de clase media alta, con estudios universitarios y aspirantes a puestos empresariales que hacen comunidad para lograr mejores negocios o subir en sus cargos; también están quienes llegan en condiciones de pobreza y forman redes comunitarias, conocidas como “patrias chicas”, con tal de sobrevivir, recalca Carlos González Zepeda, director de la revista académica Diarios del Terruño. Reflexiones sobre Migración y Movilidad, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa.
Para el especialista en Ciencias Sociales y Humanidades se han hecho explícitas las diferencias entre migrantes “de élite” y los que se encuentran en precariedad. Por un lado están los surcoreanos, libaneses, judíos y europeos, como comerciantes y empresarios, mientras que los centroamericanos son invisibles y, por ser parte de la mano obrera de la ciudad, viven con limitaciones y discriminación.
“En cada caso hay distintos desafíos y cualquier política que se quiera poner en marcha tiene que tomar en cuenta que los contextos y las realidades sociales son importantes al momento de tejer redes y vivir en una ciudad tan caótica y tan en movimiento como ésta”, asegura González Zepeda.
Samara Rojas, mujer de 37 años de origen venezolano, tiene piel morena, cabello a la cintura, y al hablar recorta el sonido de las eses. Esas características le provocaron recibir comentarios discriminatorios durante los primeros años de vivir en la alcaldía Iztapalapa, en los límites con Tláhuac.
“Sé de estilismo, y cuando pedía trabajo me decían que no porque me iba a robar a los clientes; también me decían que había llegado para provocar a los hombres, y yo estoy casada, mi marido se dedica a la obra, no nos metemos con nadie —relata—.
“Sentíamos las miradas en la calle y nos llegaron a gritar que nos largáramos. Juntamos dinero para mudarnos y estar tranquilos. Llevamos en la ciudad casi cinco años y a veces las miradas siguen ahí cuando vamos caminando o cuando nos oyen hablar en el transporte. Ojalá terminen, porque queremos desde el corazón a esta ciudad, que nos dio una segunda oportunidad de vivir”.
Es urgente, considera González Zepeda, visibilizar las migraciones extranjeras desde una perspectiva adecuada a su condición de vida y que la ciudad se reconozca como respetuosa de su multiculturalidad y les dé a sus pueblos indígenas y sus migraciones internas el valor que merecen.
Migraciones imparables
En 1998 Jony Garzón Herdoiza estaba a punto de mudarse a Kuala Lumpur, capital de Malasia, cuando llegó el trabajo de sus sueños. Le dijeron que en la Ciudad de México estaban buscando a un consultor en telecomunicaciones para atender a toda América Latina.
Él sabía que, a diferencia de Malasia, en la capital mexicana no habría problemas con el idioma y, sobre todo, encontraría un clima más parecido a su natal Quito, Ecuador.
“Me daba miedo la inseguridad de la que se hablaba en los noticieros, pero al llegar aquí me di cuenta de que podía vivir tranquilo. Después de todo este tiempo sigo en esta ciudad que me dio la oportunidad de desarrollarme laboralmente”, cuenta.
De acuerdo con los especialistas, la capital chilanga seguirá siendo un polo de atracción imparable para migrantes nacionales y extranjeros incluso después de la pandemia por COVID-19.
Ante ello, Ojeda Valdés asegura que es necesario que la población deje de verlos como “enemigos que nos quitan el pan y el trabajo”, porque no lo son. Hay que hacer a un lado esas suspicacias y trabajar por su integración.
Carlos Gallegos prevé que después de la pandemia haya migraciones muy importantes en el mundo, como suele ocurrir cuando hay crisis económicas, y también habrá refugiados. Será una oleada importante que no se detendrá con militares sino con condiciones de vida distintas en los países de origen.
“Por muchos muros y militares que haya, siempre habrá migración de destino, tránsito y retorno, porque la ciudad les devuelve sus aportes con un recibimiento cómodo para todos”.
Finalmente, González Zepeda comenta que habrá que empeñarse en que no se estigmatice a los migrantes ni extranjeros en la CDMX como portadores de COVID-19, pues eso alentaría las actitudes de xenofobia y racismo que impiden acceder a una vida digna a quienes deciden transitar por México y la ciudad o quedarse aquí.
Jony llegó para quedarse. Le encanta hacer deporte en la ciudad, disfruta ver obras de teatro de calidad internacional y después ir a cenar tacos o comida de cualquier nacionalidad.
“Esa variedad de opciones no la tienes en Colombia o Ecuador, o al menos no en la misma magnitud que aquí. Por eso, si tuviera la opción de elegir otra ciudad para vivir, me decidiría de nuevo por la Ciudad de México”, asegura.
Barrios de extranjeros en la CDMX
EL BARRIO DE LOS DEPORTADOS. Little L. A. se ubica en la colonia Tabacalera, en los alrededores del Monumento a la Revolución. Aquí se reúnen, principalmente, jóvenes que fueron repatriados de Estados Unidos y han instalado negocios y una cultura binacional donde se habla inglés y español.
BARRIO COREANO. Destaca por la permanencia cultural, pues mantienen su idioma en las calles, restaurantes y karaokes ubicados en las calles de Florencia, Hamburgo, Londres y Liverpool de la colonia Juárez.
BARRIO CHINO. Se empezó a conformar en el centro de la ciudad en los años 70 con personas originarias de China, Indonesia y Corea. Es conocido por las tiendas y restaurantes que abarcan dos cuadras sobre la calle Dolores, desde Independencia hasta República de Uruguay.
BARRIO LIBANÉS. Está localizado en las calles de República del Salvador, Tres Cruces, Mesones y Jesús María en el Centro Histórico, donde los cafés y restaurantes se mantienen desde el siglo XIX.
BARRIO FRANCÉS. No es una zona en particular, pero se ubica principalmente en calles de las colonias Roma y Condesa, donde se asentaron españoles y franceses desde el porfiriato.
BARRIO JAPONÉS. Entre las calles Río Ebro y Río Panuco en la Cuauhtémoc está instalado Little Tokio, donde podemos encontrar restaurantes y comercios con todo lo relacionado con este país asiático. Otro punto de encuentro para los residentes japoneses es el parque Masayoshi Ohira, en Coyoacán.
BARRIO JUDÍO. Desde principios del siglo XX los judíos se instalaron en el Centro Histórico, entre las calles de Jesús María, Academia, Soledad y Justo Sierra, por ser el centro de las actividades comerciales. En la zona
persisten escuelas y sinagogas. La comunidad judía actualmente habita en las colonias Hipódromo Condesa, Roma y Polanco.