La Escuela de las Mariposas es un aula móvil organizada por El Caracol durante la pandemia con el objetivo de dar clases de español, matemáticas y ciencias naturales a niños en situación de calle.
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Durante una hora a la semana, Roberto, Daniel y Josué** se olvidarán de limpiar parabrisas o de vender dulces en un crucero al norte de CDMX. En ese tiempo, la calle —que ha sido su hogar— se convertirá en su salón de clases. Recibirán lecciones de español, matemáticas y ciencias naturales a unos pasos del semáforo donde trabajan.
Los tres son alumnos de La Escuela de las Mariposas, un aula móvil de la organización El Caracol que busca combatir el rezago educativo en niños en situación de calle.
Mientras los menores caminan contentos hacia el improvisado salón de clases, Paulina, Iván y Óscar terminan de acomodar mesas y sillas sobre una área verde entre avenidas.
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Enfundados en trajes rojos y con cubrebocas, los maestros le dan la bienvenida a sus tres alumnos.
Normalmente asisten más niños a las clases, cuentan los profesores, quienes ya se acostumbraron a que la asistencia no sea regular.
Antes de iniciar la clase, los tres amigos se lavan bien las manos y reciben un cubrebocas nuevo mientras ocupan sus lugares.
Después, los maestros reparten plumones, playeras blancas y comienzan a dar las instrucciones: cada niño debe dibujar sobre las prendas.
Roberto, de 10 años, pinta un chango y un barco gigante.
En cuanto termina, uno de los profesores le pide rociar alcohol sobre los trazos. Como por arte de magia, los colores se expanden sobre la tela. Los tres niños son testigos de una reacción química, que los maestros les explican.
—Limpiar vidrios sí me aburre, pero ahorita me siento bien, como creativo —dice Roberto, quien cursa quinto de primaria.
—¿Por qué es importante ser creativo? —pregunta la profesora Paulina.
—Porque imaginas algo en tu mente y lo puedes plasmar —responde él.
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Al inicio del ciclo escolar, Roberto se conectaba a las clases en línea con un celular viejo, pero no siempre tenía dinero para recargar saldo.
Daniel y José también limpian parabrisas. Cursan sexto grado y tienen el mismo reto: conectarse a las clases en línea.
Si el domingo realizan una recarga telefónica de 50 pesos, los datos se les agotan antes de media semana. No les alcanza para más, por eso toman clases en La Escuela de las Mariposas, luego de que otros niños les platicaron de ella.
“Una vez me quedé (a clases) y me gustó”, recuerda Daniel.
Luego de una hora, la clase termina a pesar de que los niños desean continuar. Esperarán una semana para continuar con su aprendizaje.
¿Cómo surgió La Escuela de las Mariposas?
Tras años de trabajar a favor de niños en situación de calle —cuenta Luis Enrique Hernández, director de El Caracol—, identificaron que los menores presentan un rezago educativo de hasta dos años.
Con la pandemia, la situación se complicó.
En marzo del año pasado, los integrantes de El Caracol comenzaron a repartir gel desinfectante y cubrebocas a personas en situación de calle. Esa labor les permitió observar a más niños trabajando junto a sus papás y mamás.
Al platicar con ellos, determinaron que era imposible que los menores se conectaran a las clases en línea, puesto que los recursos que obtenían apenas alcanzaban para el día a día.
“Los niveles de pobreza en México son alarmantes”, enfatiza Luis Enrique. “No había y no hay una estrategia de inclusión educativa”, agrega Iván Gardemia, educador de calle y líder de La Escuela de las Mariposas.
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Después de percatarse de esa situación, los miembros de El Caracol compraron sillas, mesas y una carpa. Reciclaron cuadernos, lápices y comenzaron a improvisar.
Los educadores salieron a las calles de la zona norte de CDMX, cerca de las estaciones Deportivo 18 de Marzo y La Raza del Metro, en busca de niños en situación de calle.
A lo largo de sus primeras jornadas, los maestros promovieron la enseñanza y “la gran sorpresa es que los niños se acercaron. ¡Funcionaba!”, comenta Luis Enrique.
El siguiente paso fue mejorar la estrategia educativa con base en los contenidos de Aprende en Casa de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Los maestros de El Caracol evaluaron a los menores y diseñaron material educativo de acuerdo con los conocimientos que deben tener niños de entre cinco y 11 años.
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El objetivo era reforzar habilidades con clases de español, matemáticas, ciencias naturales e incluso a través de juegos.
A más de un año del inicio de La Escuela de las Mariposas, actualmente imparten clases en tres zonas de la ciudad —dos en el norte y una en el Centro Histórico— los martes, miércoles y jueves.
Luis Enrique Hernández señala que el principal obstáculo es la desconfianza de papás y mamás.
“Nos ganamos la confianza generando la seguridad de que sus hijos estarán bien”, detalla. “Primero se acercaron tres niños. Ellos invitaron a otros, pero algunos dejaron de ir”, añade.
Hasta ahora, los miembros de la organización han identificado tres problemas en niños en situación de calle: carecen de documentos de identidad, desconocen los programas de apoyo y no tienen dispositivos ni acceso a internet.
Para tratar de aliviar estos problemas, El Caracol busca vincularlos a la escuela y a que puedan tener un hogar estable.
“Esto pasa en la Ciudad”
Las clases de los jueves de La Escuela de las Mariposas en la Plaza de la Concepción, en el Centro Histórico, comenzaron cuando los educadores de calle se acercaron a una mamá y sus cinco hijos, cuenta Elizabeth Valencia, psicóloga de El Caracol.
Los profesores preguntaron a ella si era posible visitar a sus niños para impartirles clases. La labor de convencimiento funcionó. “Aunque al inicio los niños no se acercaban, ahora llegan varios más”, destaca Elizabeth.
Juan Martín Pérez, defensor de derechos de menores a través de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe, considera que “las autoridades de CDMX son omisas” y que “ningún programa reconoce” la realidad de los niños en situación de calle.
El Caracol trabaja para visibilizarlos. Contrario a la clase del martes, los jueves más alumnos asisten a la sesión en la Plaza de la Concepción y juegan a adivinar nombres de animales.
Un niño se coloca, sin ver, la imagen de un animal en la frente y sus compañeros deben mencionar algunas características para que él pueda atinar cuál es.
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“¡Una jirafa!” grita una de las niñas, mientras la profesora Paulina Vargas aplaude. Luego asegura que los menores tienen un enorme deseo de aprender y “la necesidad de volver a ser niños”.
Iván Gardemia asegura que su trabajo es devolver la confianza a los niños en situación de calle.
Luis López, tío de uno de los alumnos, comenta que, por desgracia, este ciclo escolar y la pandemia han sido complicados para los menores. Perdieron varias clases. “Su mamá trabaja, no han tenido un guía”, dice.
El problema empeora porque no cuentan con dispositivos y menos con acceso a internet.
“Esto pasa en la ciudad”, lamenta Iván. “(Los niños en situación de calle) Necesitan atención psicoeducativa, regulación, dispositivos, red estable”, enumera, al tiempo que los alumnos aplauden porque, aunque la clase terminó, acertaron el nombre de todos los animales en las tarjetas. La clase ha terminado. Ellos pueden estar contentos.
**Los nombres de los menores fueron cambiados para proteger su identidad.