Pero entender exactamente de qué fallecen los jóvenes en la capital argentina parece ser una misión casi imposible, la mayoría de esas muertes quedan indefinidas o en situaciones poco claras.

Por: Leandro Estupiñán

Buenos Aires tiene un encanto bien ganado. El fluir de arte que combina con su envidiable bohemia la convierte en referencia, sobre todo para los jóvenes que anhelan la ciudad a toda costa, sin importar dónde estén. Sin embargo, pocos reparan en que son ellos precisamente quienes mayores probabilidades tienen de perder la vida en algún incidente violento; situaciones reales, palpables y, en buena medida, evitables.

La mayoría de los habitantes de estos 200 kilómetros cuadrados junto al Río de La Plata no son conscientes de esta realidad. Hay que detenerse en estadísticas que, desglosadas, se transforman en una especie de lupa demográfica. Solo así observamos lo que de otro modo pasa desapercibido: la violencia ronda a los jóvenes con la misma intensidad que la poesía, pero lo hace discretamente, incluso con una gélida y prudente admiración.

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En esta urbe con poco más de tres millones de habitantes la muerte de unos 500 jóvenes, según los registros de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (Deis), apenas produce debate. Es, claro está, una cifra discreta.

Los porteños agrupados entre los 15 y los 34 años conforman el 36% de la población total en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y aunque representan apenas el 1,6 por ciento de las defunciones registradas en 2017 por la Deis, resulta llamativo que casi todas ocurrieran debido a incidentes violentos.

En esa funesta sinfonía de causas que mutilan la vida de los jóvenes porteños sobresalen accidentes de tránsito y disparos con armas de fuego, que no tienen explicación tanto en la delincuencia, generalmente asociada a la pobreza, como en ciertas conductas ligadas a los hábitos culturales: la mayoría de los homicidios reportados en 2017 en el rango de edad de 15 a 34 años, por ejemplo, se debieron a alguna pelea en ámbitos familiares o, al menos, fraternos.

Pero entender exactamente de qué fallecen los jóvenes en la capital argentina parece ser una misión casi imposible. Es una información escurridiza, sepultada tras un velo de eufemismos, hilvanado con frases como “causas externas”, “exposición a factores no determinados” o “eventos de intención no determinada” que, si bien constituyen nomenclaturas universalmente establecidas, no revelan nada en claro.

En la Ciudad de Buenos Aires, la mayoría de esas muertes quedan indefinidas o englobadas en situaciones que, para poder interpretarse, demandan la revisión de fuentes diversas como el Ministerio de Transporte, el Ministerio de Seguridad o fundaciones como el Observatorio de Seguridad Ciudadana. Debido a esta ambigüedad, de algunos problemas graves a nivel nacional, como el suicidio, ni siquiera quedan rastros en la capital, pese a ser la segunda causa de muerte para los chicos y chicas en toda Argentina.

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Aún así, Buenos Aires persiste en enamorar. Su población está envejecida y necesita la fuerza y el ímpetu de la juventud para seguir desarrollándose. Y precisamente de aquí surge parte de su dilema: ¿cómo proteger a quienes tienen mayores posibilidades de perder la vida por causas evitables?

En principio, esclareciendo la oscuridad del problema.

Algunas incógnitas por resolver

El gobierno de la ciudad no es del todo explícito a la hora de registrar las muertes por accidentes de tránsito u homicidios, que parecieran estar agrupadas bajo categorías tan ambiguas como “factores no especificados”, “disparos de otras armas de fuego” y “ahorcamientos, estrangulamiento y sofocación”.

Según la Agencia Nacional de Seguridad Vial, durante 2017 el 45,6% de las personas que murieron en accidentes vehiculares en la capital eran jóvenes. Y un por ciento levemente mayor, el 53, pereció víctima de asesinatos. Estadísticas que no dejan de ser llamativas, aunque la tasa de mortalidad sea de las más bajas del país.

La socióloga Ángela Oyhandy, docente de la Universidad Nacional de La Plata, considera que en ciertos tipos de homicidios se plantea el ejercicio de la violencia como expresión de la masculinidad hegemónica, al igual que la exposición a conductas arriesgadas. “A los varones se les pide que protejan, que defiendan y que sean valientes”, precisa.

Damián Herkovits, investigador del Instituto de Salud Colectiva, coincide en que “esos homicidios no tienen tanto que ver con situaciones de robo, sino con disputas interpersonales”, que suelen ocurrir mayormente en las zonas de más bajos recursos económicos, donde los vínculos interpersonales están basados en cuestiones relacionadas con la respetabilidad, el honor, y donde la agresión es uno de los componentes que se impone en un conflicto. “Una pequeña disputa culmina con una muerte violenta”, afirma.

En el 40% de esos homicidios estuvieron involucradas armas de fuego, lo que explica por qué la capital desarrolló la campaña “Entregar un arma es desarmar un problema”. Tal iniciativa contribuyó a reducir levemente las muertes por esta causa, pero la tendencia positiva no mitiga la necesidad de debatir esta situación con sinceridad.

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Se afirma que en Argentina todavía circulan unas tres millones de armas entre legales e ilegales, lo que sumado al incremento de la pobreza -solo en la capital el 19,1% de la población no tiene ingresos suficientes para cubrir el costo de la canasta básica-, es una receta para la tragedia.

“Indudablemente las desigualdades sociales y un mercado libre de armas de fuego son elementos que no están en la discusión; lo que sí está es la criminalización de la pobreza. Ahora, podrías decir: ¿por qué no hay política de quite de armas de fuego, con experiencia a nivel mundial? Nadie se mete con el mercado de las armas de fuego, donde hasta la iglesia tiene intereses y acciones. Otra cosa que repetimos: si tienes un arma en la casa lo más probable es que alguno de los familiares terminen muertos”, afirma Hugo Spinelli, director del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad de Lanús.

Los varones padecen más estos hechos violentos, que además incluyen “ahorcamiento, estrangulamiento y sofocación de intención no determinada”. Pero las chicas también sufren esta problemática, aunque de forma más solapada. No solo pagan con su vida, sino que son víctimas de la violencia con la complicidad social. Tanto así que Argentina se ha convertido en uno de los países líderes en la lucha feminista a nivel mundial con campañas como el “Ni una menos”, que buscan acabar con los feminicidios y las agresiones contra las mujeres.

Cuando el mal viene de adentro

Para las porteñas el edema pulmonar se presenta como la segunda causa de muerte, mientras que entre los varones va emergiendo la cardiopatía isquémica, el tipo de patología cardíaca más común.

Como el edema pulmonar pertenece a lo que se conoce como Enfermedades del Sistema Respiratorio, donde también se incluye la neumonía, la principal causa de fallecimientos en todo el país, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires advierte sobre un factor que podría fungir como desencadenante: el tabaquismo.

El 31,9% de la población adulta de la capital fuma, e incluso apreciaciones generales confirman que unas 40,000 personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco en todo el país. De ellas, 6,000 nunca fumaron en su vida. Solo en la Ciudad de Buenos Aires el 50.7% de los no fumadores son vulnerables al humo de los cigarrillos ajenos, especialmente en sus lugares de trabajo.

Otra enfermedad mortal que también persigue a las chicas es el tumor maligno de cuello de útero, lo cual resulta tremendamente preocupante si se tiene en cuenta que es uno de los pocos cánceres prevenibles cuando se identifican, diagnostican y tratan las lesiones precursoras, como explica un informe de la Federación Argentina de Sociedades de Ginecología y Obstetricia.

Algo está fallando en la capital argentina, aún cuando el sistema de Salud Pública ofrece desde hace años y de manera gratuita tratamientos como la vacuna contra el Virus de Papiloma Humano (VPH), uno de los principales desencadenantes de este tipo de tumores malignos.

Pero las autoridades sanitarias advierten que la vacuna no reemplaza ni modifica, sino se conjuga, con las prácticas fundamentales en la prevención del cáncer de cuello uterino, como el control ginecológico periódico, la prueba citológica o Papanicolaou (PAP), así como el diagnóstico, seguimiento y tratamiento oportuno de lesiones.

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“Lo que se está diciendo es que el tema de la vacuna genera una sensación en las mujeres de que ya no se tienen que hacer el Papanicolau, cosa que podría estar aumentando el cáncer de cuello de útero. Es un tema que aparece en Europa, las mujeres han descuidado el control del Papanicolau al tener acceso a las vacunas”, apunta Hugo Spinelli, director del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad de Lanús.

Errores médicos

La quinta causa de muerte para los jóvenes porteños son los “efectos adversos de hormonas y sustitutos sintéticos y antagónicos” que, según Spinelli, pueden resumirse como iatrogenia, siguiendo la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud.

Se trata directamente de los errores médicos, que también constituyen una forma de violencia, pero por su complejidad e intensidad ameritan un análisis independiente, como sugieren los últimos debates desatados en el país.

De hecho, es una problemática al alza a nivel mundial, y aunque no se reportan detalles en Argentina, un informe revela que hace una década el 12,1% de los pacientes padeció algún fallo médico, muchos de ellos, mortales.

El tema ha desencadenado un amplio debate tras la muerte de la periodista y legisladora porteña Déborah Pérez Volpin, quien fue víctima de una mala manipulación médica en una de las clínicas privadas más costosas del país.

Pese a todo esto, muchos jóvenes siguen llegando a Buenos Aires, la ciudad que hechiza y enamora, aún cuando en algún recóndito espacio suyo, dentro o fuera de un departamento, alguien, chica o chico, incluso el que no se encasilla en género tradicional, puede correr el riesgo de perder la vida debido a un hecho inesperado; que no se sabe, que no se ve, pero que delante de todos permanece.

***Este trabajo es parte de un proyecto de colaboración entre Chilango yYahoo en Español.