Este 26 de septiembre se cumplen 4 años de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, sin embargo, también hubo un equipo de futbol que fue blanco de cientos de balazos por estar en el lugar equivocado. También son Los Avispones víctimas del caso Iguala.
Era un sueño de un joven de 15 años, sudar la camiseta en la cancha de futbol para vencer a su rival, el Iguala FC. David Josué García Evangelista y su equipo Los Avispones de Chilpancingo, un club de tercera división, ganaron 3 a 1 el partido que se demoró hasta casi las 10 de la noche.
La última publicación en Facebook de “El Zurdito”, como le decían sus amigos, fue su ubicación: Iguala, Guerrero, con fecha del 26 de septiembre de 2014. Unas horas más tarde, un grupo de hombres armados le arrebataron la vida y su sueño de ser futbolista como su ídolo, Cristiano Ronaldo.
Dicho partido era su debut en la categoría y por ello David fue a misa con el resto de los jugadores. El futbol había sido su vida desde los 7 años, anteriormente en la cuarta división de Chivas y ahora con Los Avispones. Ese día de septiembre viajó solo en el autobús del equipo, sin su madre, quien solía acompañarlo a todos los juegos.
“En redes sociales me enteré que había balaceras en Iguala”, recuerda en entrevista para Chilango Roberta Evangelista Hernández, madre de tres hijos –Víctor Manuel, el mayor de 21 años de edad con capacidades diferentes; Jesús Antonio, el menor de 12, y de David Josué, quien hoy tendría 19 años–. “Le marqué, estaba en la cancha todavía”.
Luego del encuentro, Los Avispones también vieron en redes que había ataques vinculados con normalistas, por lo que decidieron cancelar su plan de ir a cenar al centro de Iguala y mejor regresar a Chilpancingo. Desde el transporte vieron pasar a un par de patrullas, algunos dicen que eran de la Policía Municipal de Iguala, otros de la Policía Federal.
El camión en el que viajaba el equipo pasó por donde se encontraba el autobús Estrella de Oro 1531, donde normalistas de Ayotzinapa –los mismos que hoy cumplen cuatro años de desaparecidos– fueron golpeados y detenidos hacía poco menos de una hora, de acuerdo con el segundo informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
David llamó por última vez a su madre a las 23:30 horas para avisarle que estaba en un retén. Llegaría tarde, le dijo, pero feliz por haber ganado.
Los Avispones, víctimas del caso Iguala
Sobre la carretera, en la zona del cruce de Santa Teresa, a 15 kilómetros de Iguala, Los Avispones no se percataron que un taxi tipo Tsuru circulaba de reversa tratando de esquivar balas, algunas de las cuales alcanzaron a dos de sus ocupantes, entre ellas una mujer que ya había fallecido por un disparo en el cuello.
A las 23:40 horas, una ráfaga de tiros rompió los cristales y penetró el vehículo de Los Avispones, primero en los costados y luego de frente. Como pudieron, los jugadores, el preparador físico, el entrenador y el médico del equipo se tiraron al piso, pero la sangre de David Josué ya entintaba el asiento y el pasillo. La bala que le privó de la vida fue aquella que le perforó el pecho, cerca del corazón, según el dictamen pericial.
El testimonio identificado como PR, directivo del club, indicó que fue en ese momento en el que mataron a David Josué y le dieron tiros a varios más. Se estaban desangrando y no recibieron ninguna atención.
“Miguel recibió 5 balazos, es el que más recibió y pues yo creo que después del “Zurdito”, estaba el preparador físico, le alcanzaron a dar un rozón en el ojo, le atravesaron la nariz, le fracturaron un brazo, y yo creo que fuimos los más graves en ese momento, con un servidor, que dos balas me atravesaron el abdomen y también el hígado”, se lee en el informe.
En Chilpancingo, la madre de David Josué estaba intranquila, ya era la madrugada y no sabía nada de su hijo.
“Como a la 1 de la mañana en redes sociales publican que el autobús había sido balaceado como a las 11:40 de la noche, a escasos 10 minutos de que yo había hablado con mi niño”, relata la mamá con voz pausada. “Les llamaba pero nadie me contestaba. Otro jugador respondió, me dijo que mi hijo había recibido un balazo en el estómago”.
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Angustiada y con la desesperación de no poder ir volando hasta donde estaba su hijo, en minutos, que le parecieron una eternidad, Roberta logró comunicarse con alguien de una ambulancia, quien le dijo que eran muchos los heridos y no tenía conocimiento de David pero que los estaban mandando al hospital general.
Al enterarse que la carretera estaba llena de bloqueos, Roberta le pidió a su hermano, quien vivía más cerca, trasladarse a la clínica, donde tras horas de espera le indicaron que tenía que ir al Semefo. David no sobrevivió, se ahogó con su propia sangre.
La confusión del crimen
En el autobús de Los Avispones quedaron más de 100 perforaciones por los impactos de bala, pero los disparos que recibieron los jugadores pudieron ser el doble, ya que algunos tiros atravesaron por completo al transporte o salieron por las ventanas.
Dentro del vehículo, algunos jugadores oyeron a sus agresores: “Son futbolistas, ya la cagamos”. Y luego vino su dura sentencia: “De todas maneras párteles su madre”.
De acuerdo con el informe del GIEI, los ataques del 26 y 27 de septiembre de 2014 produjeron cerca de 180 víctimas directas y hasta 700 familiares afectados. Entre las seis víctimas mortales se encuentran David Josué, así como el chofer del camión de Los Avispones, Víctor Manuel Lugo Ortiz, conocido como “Barcel”, y una mujer que pasaba por el lugar a bordo de un taxi, Blanca Montiel, ama de casa originaria de Texcoco, Estado de México.
Los reportes de auxilio al 066 y el C-4 se dieron entre las 22:53 y las 01:12 horas. Las ambulancias de la Cruz Roja y Protección Civil llegaron hasta las 01:38 horas. Solo unos turistas que pasaban se detuvieron a ayudar a los jóvenes que se ocultaban entre las milpas aterrados. Ninguna autoridad les ayudó, al contrario, al llegar los federales impidieron que los heridos fueran trasladados a un hospital.
Al partido asistieron los padres del jugador Miguel Ríos, quienes al ser desviados por la carretera tomaron otro camino. No supieron del ataque hasta que su hijo, que permanecía escondido entre los matorrales, llamó a su padre para pedirle que volviera.
El padre de Miguel le preguntó cómo estaba, a lo que su hijo respondió que le habían dado cuatro balazos. En ese momento supo que podría no alcanzarlo a ver con vida y decidió mentirle a su esposa: “se salió el autobús de la carretera, pero están bien”. Y fue a buscarlo.
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Al llegar con su hijo y con el olor a pólvora en el ambiente, el padre de Miguel discutía con los policías para que le dejaran llevar al hospital al menor que recibió cinco disparos en piernas, uno en el brazo y también en el abdomen, mientras que la madre, de rodillas, les imploraba ayuda.
Entre forcejeos, consiguieron cargar a Miguel a su vehículo en el que partieron a toda velocidad, mientras que el resto de los heridos quedaron bajo la lluvia esperando a las ambulancias.
“El señor me platicó que llegó como a la 01:15 y que él se percató que mi hijo estaba con vida a esa hora, estaba agonizando, cuando llegaron las ambulancias ya no pudieron hacer nada por él”, lamenta Roberta Evangelista.
De acuerdo con el informe del GIEI, algunos heridos fueron atendidos en el Hospital General de Iguala hasta las 06:00 horas y otros de Los Avispones víctimas del caso Iguala “se regresaron a sus casas sin ser atendidos hasta el día siguiente en el hospital de Chilpancingo”.
Cuatro años sin justicia
A la madre de David sólo le quedaron versiones de lo sucedido y la decepción de las autoridades porque al saber que algunas armas utilizadas en el ataque pertenecían a la Policía de Iguala y que un presidente municipal —José Luis Abarca, de Iguala— estaba coludido, se cuestiona “quién nos puede proteger si son ellos mismos los involucrados en todo esto”.
Para obtener un poco de consuelo pide justicia para Los Avispones, otras víctimas del caso Iguala, así como para todas la personas que perdieron la vida, además de saber la razón por la que atacaron al autobús.
“Yo sé que eso no va a hacer que mi hijo regrese pero es la pregunta que nos hacemos, el camión no tenía nada que ver, ni siquiera se parecía a los que trasladaban a los normalistas”, indica.
La señora Roberta asegura que Enrique Peña Nieto jamás le dio la importancia a Los Avispones porque se manifestaron de forma pacífica sin bloquear calles. “Apostamos al diálogo, quizá eso hizo que no nos volteen a ver”.
Sin embargo, tiene fe en que el nuevo gobierno los voltee a ver e, incluso, a través de este medio, solicitó un encuentro con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
“Yo sé que los papás de los 43 tienen la esperanza de encontrar a sus hijos con vida, desgraciadamente yo a mi hijo ya lo sepulté”, expresa con resignación. “Yo los entiendo porque si yendo a quemar Los Pinos mi hijo va a regresar, voy y los quemo, pero en mi caso no tiene sentido, para nosotros esa esperanza ya no existe”.
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Dentro de los pendientes acumulados para el caso de Los Avispones y los normalistas destacan el funcionamiento de la Comisión de la Verdad, la recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la cual llegaría hace un año, antes del tercer aniversario, y la reparación de daño a las víctimas.
El vocero del despacho Osorio Infante Abogados S.C, que lleva la mayoría de los casos de Los Avispones, puntualizó en entrevista que hasta la fecha no ha habido una reparación integral, ya que no solo son cuestiones monetarias, sino rubros contemplados en la Ley General de Víctimas y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) estableció montos de indemnización para cada familia; sin embargo, los representantes legales acusan que no cumplen los estándares internacionales, tampoco se valoraron a las víctimas ni médica ni psicológicamente, por lo que nadie sabe cómo determinaron dichas cantidades.
“La opinión personal del despacho es que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas no es más que un elefante blanco, al cual se le destinan 500 millones de pesos anuales para que el estado siga violando derechos humanos”, sentencia el abogado. “Sólo se acerca, empieza a callar a la gente con un poco de dinero y se acabó”.
Inconformes, la defensa promovió amparos en contra de las resoluciones y argumentó ‘daños punitivos’, una figura usada por primera vez en México en 2014 contra el hotel Mayan Palace de Acapulco, que fue sentenciado a pagar 30 millones de pesos por la muerte de un joven en su lago artificial. Así, la Suprema Corte de Justicia de la Nación tendría que responder cuánto tenía que dar el estado por violar los derechos de Los Avispones, pero no fue favorable.
“La Segunda Sala de la Suprema Corte emite el proyecto de sentencia, decía que no podían pagar los daños punitivos en virtud que eran muy costosos para el Estado”, explica el representante. “Es una cuestión aberrante porque son violaciones que ellos mismos ocasionaron”.
Como próximas estrategias buscarán que el caso sea un tema penal para que lo resuelva la Primera Sala de la SCJN, además que litigarán en contra del estado de Guerrero, del municipio de Iguala y probablemente de Cocula.
La vida sin David
Mientras las acciones legales siguen corriendo, Roberta Evangelista busca mantenerse ocupada para salir adelante, trata de no estar sola mucho tiempo porque ahí le llegan los recuerdos.
“Tengo todas sus fotografías, muchas personas me regalaron cuadros de él (…) Todavía guardo su mochila, cuadernos, pues apenas iba en tercero de secundaria, tenía sólo 15 años”, describe, mientras trata de contener el llanto.
Roberta solía pasar a la primaria por su hijo menor y de ahí a la secundaria por David Josué. Mientras el joven entrenaba, ella jugaba basquetbol con Jesús Antonio. Ahora practica 3 o 4 veces por semana sola, su hijo perdió el gusto por los deportes porque “le podría pasar lo mismo que a su hermano”.
En casa, su hijo mayor Víctor Manuel nombra a la menor provocación a su difunto hermano en un intento por hacerlo presente. “Esta comida le gustaba mucho a David… esta película le gustaba a David”. Pero David ya no está.