Banquetas que curan: la ciudad está llena de plantas medicinales
Desde hace 20 años, el biólogo Miguel Flores Hidalgo estudia las plantas medicinales presentes en las banquetas y camellones de la Ciudad de México.
Por: Carlos Acuña
Desde hace 20 años, el biólogo Miguel Flores Hidalgo estudia las plantas medicinales presentes en las banquetas y camellones de la Ciudad de México
Entrecerrar los ojos es una forma de afilar la mirada. A cada veloz vistazo, la cabeza de Miguel Flores Hidalgo se mueve de la misma manera que lo hacen las cabezas de los pájaros cuando buscan entre las ramas. Le basta mirar las semillas regadas en la tierra, evaluar las tonalidades de verde y la forma de algunas hojas para saber que en la Alameda Central no hay álamos. En cambio, abundan los fresnos, los truenos, las jacarandas, los pirules, algunos sauces y cedros.
–Ese de allá es un liquidámbar y tienen muchos usos. Sus hojas en té sirven para aliviar males respiratorios; también para que las mujeres que no producen leche puedan hacerlo. Con sus ramas se preparan baños para contraer los tejidos después del parto.
Miguel Flores Hidalgo es biólogo y maestro de secundaria, pero su conocimiento de la vegetación lo hace sonar como curandero. Desde hace casi dos décadas, se dedica a estudiar las plantas medicinales presentes en la ciudad. Con los ojos todavía entrecerrados, se pone en cuclillas y hurga un poco entre los arbustos. La Alameda Central está llena de flores y plantas de ornato que no tienen mucho interés para él. Pero todavía hay tesoros.
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–Mira esto, por ejemplo —dice mientras toma entre sus dedos, con delicadeza, una diminuta flor que permanecía oculta entre los arbustos: una Oenothera rosea—. Le dicen hierba del golpe y ayuda a desinflamar golpes y a cerrar heridas: se usa como infusión o en cataplasma. Hay quien lo usa también para el dolor de estómago o para problemas de la bilis. Es una de esas plantas medicinales que está aquí, en nuestras banquetas, y que tiene varios usos.
Una ciudad oculta de plantas medicinales
La vida siempre logra abrirse paso. Aunque el asfalto parezca regirnos, a pesar de la contaminación y todo lo que implica vivir en una ciudad como esta, Miguel Flores ha logrado documentar la existencia de más de 130 hierbas, plantas y árboles con usos medicinales que crecen en nuestras banquetas.
–Todo empezó por mi tesis, en el 99. La desarrollé en Tolcayuca, Hidalgo, un lugar lleno de matorrales, árido y medio abandonado. Encontré cientos de plantas medicinales: el tianguispepetla, la sábila, el epazote…
Después de presentar su tesis, Miguel comenzó a explorar su colonia en la Ciudad de México. En la Jardín Balbuena encontró todo un universo medicinal: llantén, tianguispepetla, dientes de león, incluso un árbol de chabacano en la esquina de su casa.
Como había hecho en su trabajo de tesis, comenzó primero a caminar por las calles, a inspeccionar las jardineras y los camellones, a tomar fotos de cada planta que encontraba. Después revisó en manuales de herbolaria de todo México, consultó con expertos, visitó una y otra vez el herbario botánico del IMSS. Se dedicó, en resumen, a crear metódicamente una taxonomía.
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Hizo lo mismo en el Centro Histórico, en la colonia Guerrero, en Coyoacán, en San Andrés Totoltepec, en Xochimilco, en Tlalpan… Su trabajo revela una ciudad oculta detrás del asfalto.
Ahí está la Rumex crispus, conocida como lengua de vaca, que es excelente para combatir la debilidad y la anemia. El Lepidium virginicum, o lentejilla, que puede curar males estomacales. El Plantago major, o llantén, alivia la inflamación de los ojos. El obelisco y la bugambilia, que son efectivos para combatir la tos; el diente de león, que es diurético; la siempreviva para la conjuntivitis, la hierba de Santa María, que puede ser abortiva…
–No ubicamos el concreto urbano como un espacio de flora —dice Miguel—. Vivimos con tanta prisa que no atendemos los detalles del entorno. Pero la biodiversidad existe y es muy alta. Yo he desarrollado un ojo clínico. Con el tiempo aprendes también a detectar a las aves: tenemos halcones, aguilillas, lechuzas. Todo un mundo que pasa inadvertido
La botica en tu banqueta
Pero ¿en serio para curar tu dolor de estómago puedes usar la hierba de una banqueta expuesta a múltiples tipos de contaminación y suciedad? Miguel Flores piensa que sí.
–Esa misma pregunta me la han hecho varias personas. Es algo que comenté mucho con Abigail Aguilar, fundadora del herbario del IMSS, el más importante de Latinoamérica en cuanto a plantas medicinales. Y pensamos que, claro, siempre es necesario lavar estas plantas y procurar evitar extraerlas de lugares donde sí están demasiado expuestas a contaminantes severos. Pero yo y algunos amigos las hemos usado para curar algunos males repentinos. Son efectivas.
Frente a las medicinas de laboratorio, la herbolaria parece estar desacreditada por la ciencia. Sus efectos pueden variar de persona en persona y es difícil regular las dosis necesarias. Sin embargo, esta tradición presenta algunas otras ventajas considerables: la económica, por ejemplo.
–Una planta tiene mucho menos efectos secundarios que la medicina alópata: se metaboliza más rápido. Sin embargo, hay que entender que también hay peligros. Hay que saber exactamente qué estás consumiendo. Plantas como el toloache, el capulín o la rosa de laurel pueden ser muy tóxicas.
La principal ventaja es otra: el conocimiento. Para Miguel Flores Hidalgo, biólogo urbano y entusiasta de las banquetas, reconocer tu hábitat siempre es enriquecedor: te abre los ojos y te ofrece la posibilidad de adaptarte mejor a él, de experimentarlo a fondo.