Hace dos años, apareció en varias listas de los mejores discos del 2016 un álbum enigmático. Se llamaba Serpent Music, lo firmaba Yves Tumor y lo publicaba PAN, el sello basado en Berlín que ha venido forjando, desde 2008, un territorio sonoro único a partir del arte sonoro y la música electrónica experimental.
Aquel disco fascinaba desde la portada. A través de ella, comenzábamos a introducirnos al universo ultrapersonal de Yves Tumor, el personaje que Sean Bowie, productor y multinstrumentalista nacido en Tennessee pero con base de operaciones en Turín, ha gestado para expandir –¡dinamitarlas!– fronteras de lo sonoro, lo visual, lo estético…
En ese retrato de Yves Tumor tomado por Daniel Sannwald que da la bienvenida a aquel disco se percibía algo que algunos de sus seguidores han descrito como un impulso de disolver narrativas raciales y de género en busca de autenticidad, búsqueda que, apenas escuchamos el disco, se suma a una pasión voluptuosa por la música.
Su sonido ha sido descrito como de incómoda belleza o que va de lo disonante a lo abrasador, sugiriendo que su escucha es perturbadora, exasperante o cualquier otra cosa, menos placentera. Y vaya que lo es. Pero sí es retadora. “Posee una perspectiva extrañamente esperanzadora del apocalipsis”, ha escrito Pitchfork, por ejemplo.
A finales del año pasado, además de mudarse de sello –de PAN a Warp–, Yves Tumor publicó Experiencing the Deposit of Faith, un nuevo álbum de ambient que nos conduce por paisajes imaginarios dignos de la más inescrutable de las historias. Onírico, etéreo, volátil, huidizo… Justo como uno podría imaginarse un “depósito para la fe”.
Hace apenas unos días, y sin previo aviso, apareció Safe In The Hands of Love, su primer álbum ya en Warp. Ni tiempo nos dio de esperarlo con ansias locas. Como era de esperarse, es genial. Pronto fue descrito en alguna reseña como un material abrasador y difícil de ser confinado por límites o etiquetas.
En esos poco más de 40 minutos hay algo que Pitchfork —perdón por la referencia mamalona— llamó música que es consciente del confinamiento opresivo pero que tiene un impulso embriagador por ser libre.
Libertad es lo que Yves Tumor ha ejercido de estimulantes maneras en cada trabajo publicado. Y este nuevo material no es la excepción. Y si líneas arriba me referí a su primer álbum con términos como “incomodidad” o “exasperación” y a su ejercicio ambient aludiendo a la fe, esta vez nos ha sorprendido con una colección de canciones pop. Así de vigorosa puede ser su transformación.
El viernes 19 de octubre, Yves Tumor protagonizará Nano Mutek, la noche en que el festival toma un espacio de la ciudad en formato más íntimo. Esta vez será Galera, un nuevo lugar de la colonia Doctores (Dr. Carmona y Valle 147), el que sirva como escenario para ver qué nos ha preparado para su segunda visita del año —la primera fue en marzo pasado, para Nrmal—. Yves Tumor es feliz desorientándonos. Y si hace unos meses le vimos superponer capas de sonido con su poderosa presencia en el escenario para transitar de lo litúrgico que a lo pagano, y de lo postindustrial a lo ruidoso como vía hacia lo extático, la verdad yo ya tengo la piel chinita solo de imaginarme lo que nos espera este viernes. Por a’i los veo.