Relato sin descuento

He querido tuitear algo criticando al Hot Sale pero nada demasiado ingenioso se me ha ocurrido. A final de cuentas se trata de que gastemos, gastemos y gastemos. Es, literalmente, muy desgastante. Esto ocurre antes de que empiecen las…

He querido tuitear algo criticando al Hot Sale pero nada demasiado ingenioso se me ha ocurrido. A final de cuentas se trata de que gastemos, gastemos y gastemos. Es, literalmente, muy desgastante. Esto ocurre antes de que empiecen las baratas de Zara que también tratan de que gastemos, gastemos y gastemos. Mi padre ingresó al hospital hace dos Buen Fines, como los doctores y enfermeras estaban comprando pantallas plasmas, no había quién le pusiera una inyección que era fundamental para entender qué le estaba pasando. En los primeros días de enero de nuevo hay descuentos, justo a tiempo para la resaca decembrina. Gastar, gastar. ¿Se acuerdan de ese cuento de Carlos Fuentes, “El que inventó la Pólvora”? Todo, absolutamente todo lo que es pagable, se puede adquirir a un precio menor si uno está dotado con el don de la paciencia. En mis tiempos, los miércoles el McTrío del día era McPollo y costaba treinta lanas, el resto de las semanas: sesenta. Es muy raro todo esto.

Gastar es chido, el problema es que nos pagan mayormente con lentejas 🙁

Una chica se refiere a mí con un mote que hace años no escuchaba, habla muy quedito. Estas mujeres oficinistas que actúan como si se drogaran con polvo mágico de Hada Madrina. Se viene a despedir. Hoy es su último día acá en la agencia. No consigue explicarme bien a bien por qué renunció. Podríamos resumirlo en que no es feliz, está harta, se va sin tener otra cosa. Está visiblemente preocupada. Hace meses que no cruzábamos palabra alguna. Siempre es mal momento para andar sin empleo, pero prefiero no desanimarla. Una segunda mujer aparece interrumpiendo nuestra entrecortada charla. Se disculpa por entrometerse y luego le pide, a la ahora desempleada, que si le presta su chamarra porque va a pedir una igualita por internet aprovechando que ahorita está el Hot Sale y quiere ver qué talla le queda.

La primera mujer se quita la chamarra con parquedad, ¿serán mis nervios o se está aguantando las ganas de llorar?

La segunda mujer se prueba la ropa con una sonrisa en la boca. Pues sí, le sienta bien. Es talla L.

Yo me quedo viendo. Todo es muy incomodo y contrastante.

Ya me quiero ir a mi casa.

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