El fin de semana me di mi quincenal rol por las librerías de viejo que me quedan cerca de casa. Cuál fue mi sorpresa al notar que en lo que podríamos llamar desatinadamente “la mesa de novedades” de los libros usados, había varios con el exlibris de Sergio Fernández.
En la marca de propiedad aparece un hombre barbado que con una mano alza un jarrito y con la otra, sostiene su lanza con punta de palma, amenamente recargada al hombro que no vemos.
Nada nos hace pensar que se trata de un ser mágico, excepto que tiene una suerte de cola de caballo. También de caballo es su exaltada verga, incluso colérica.
Lo que pasa es que murió recién el escritor. Y, de hecho –me entero gracias a mi amigo y editor Fernando Galicia–, esa imagen es la portada de su libro Miradas Subversivas, que apareció a finales del siglo pasado.
La historia de ese tomo es interesantísima: en febrero de 1995, Sergio Fernández se lanzó a Europa tras las huellas de Sor Juana en el viejo continente, buscando un poemario supuestamente atribuido a la religiosa. Aquello fracasó.
A Sergio Fernández no le dio tiempo de entristecerse porque de pronto se vio en medio del Carnaval de Venecia; por lo que entiendo, había anhelado ver de cerca la pintura veneciana toda su vida. Miradas Subversivas es la historia de este viaje. Y, sí (veo en Google), en la portada aparece el hombre con priapismo antes descrito.
Hombre con priapismo que me vuelvo a encontrar en las primeras páginas de los libros usados “de novedad” en otra librería de viejo. Chale: no se esperaron ni una semana para vender, por kilo, segmentos de la colección del hombre.
Quién sabe en manos de quién quedarán nuestros libros más preciados. Qué interesante es la huella que un hombre deja en los libros que fueron de su propiedad. Siempre he pensado que una biblioteca es una entidad viva que se retrae y expande.
Nunca he tenido inconvenientes en prestar libros que quizá jamás vuelvan; el destino de toda gran biblioteca es acabar desperdigada. Vaya, todas las grandes colecciones acabarán siendo polvo de estrellas.
Alguna vez, platicando con una chica que tenía una librería anticuaria, me enteré de que es muy común que aparezcan libros dedicados a Octavio Paz, ejemplares de autores no tan famosos, jóvenes y que el Nobel descartó. Yo tengo un libro dedicado por Eliseo Alberto a un tal Toño.
Tengo otro de Esther Sellingson no recuerdo dedicado a quién. Alguna vez Eusebio Ruvalcaba me mostró un Poesía Completa de Paz con anotaciones a lápiz de Paz mismo. Tengo un La Madre de Gorki con un dibujo rarísimo y tétrico, casi satánico, en la primera página. ¿A qué historia corresponderá esta manipulada mancha de café en mi primera edición de En Diferentes Mundos? Se me cae una gota de mole en el libro que leo ahora.
Sergio Fernández (1926-2020), escritor, crítico literario, académico e investigador mexicano. En 2007 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura. Yo lo recuerdo por su libro Los Peces en la hermosa colección Letras Mexicanas de la SEP. QEPD.