Felices, felices, felices, los chilangos no podemos estar. De las 32 ciudades con mayor actividad económica del país, la Ciudad de México es la más afectada por congestionamiento vehicular: cada habitante de la capital que se mueve en transporte público pierde 480 horas (20 días) en el tráfico, y quien se traslada en auto particular 380 horas (16 días).
Sabíamos que la vida se nos va con el pie derecho pegado al freno del auto o agarrados de un tubo viendo el semáforo cambiar de color una y otra y otra vez sin que el microbús logre pasarlo. Pero el estudio “El costo de la congestión: vida y recursos perdidos”, realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C. (IMCO) y la organización Sin Tráfico, reveló qué tanta. Además, este informe asegura que nuestro primer lugar en el ranking tiene un costo de 47 mil millones de pesos en oportunidades de ingreso desaprovechadas.
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Todos esos días que perdemos esperando poder movernos son resultado básicamente de dos cosas. Primero, de que la treintena de ciudades analizadas (entre las que también “destacan” Monterrey, Guadalajara, Puebla, Tlaxcala y Tijuana) invierten en promedio 47 por ciento del presupuesto asignado a movilidad en infraestructura para autos y sólo el 1.2 por ciento lo destinan al transporte público.
Por otro lado, mientras que de 1990 a 2015 la población creció 1.5 por ciento, el parque vehicular aumentó 5.3 por ciento; es decir, si en los 90 había ocho personas por cada vehículo, hace cuatro años había tres. Así que ahí vamos en la Ciudad de México avanzando a 6.42 kilómetros por hora en promedio porque la velocidad ha disminuido seis veces en menos de 30 años.
Y las horas pico están a nada de convertirse en días pico. De lunes a viernes 15.63 millones de personas nos trasladamos al menos una vez al día en el Valle de México, de acuerdo con datos de la Encuesta Origen-Destino 2017, del Inegi. Son más de 34 millones de viajes los que realizamos los chilangos. ¿Pero cómo hacemos esos recorridos. Pues en estaciones de Metro y Metrobús saturadas, micros y combis inseguros, y por calles son casi como estacionamientos. Sobre este tema Chilango publicó en febrero pasado el reportaje El laberinto de la movilidad, que puede consultarse en chilango.com.
El congestionamiento vehicular, además, tiene consecuencias para la salud. Esa sensación de impotencia al estar atascados, la frustración porque muchas veces el tráfico es impredecible, el estrés provocado por el ruido de los motores y los cláxones, el mal humor deriva en problemas cardiacos y respiratorios, hipertensión, gastritis… Y el daño al medio ambiente no es menor.
Con un Presupuesto de Egresos para el ejercicio fiscal 2019 que contemplaba ampliaciones del Metro en la Línea 12, dos líneas de Metrobús, 800 unidades de RTP y 100 de trolebuses, 30 kilómetros de ciclovías y la construcción de cuatro líneas de Cablebús en zonas periféricas de la capital (la primera, que correrá del Barrio de Cuautepec a Indios Verdes, inició trabajos de construcción el pasado 12 de septiembre), y un Plan Estratégico de Movilidad enfocado en integrar los sistemas de transporte, el camino a la solución del problema de congestión vehicular debería irse despejando. Sin embargo, el gobierno capitalino tiene que pisar el acelerador si quiere darnos el transporte ideal del que ha hablado: uno barato con suficiente cobertura y bien conectado.
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