Me gusta la Feria Internacional del Libro Guadalajara porque uno nota desde cierto balcón el paisaje total de la maquinaria que unanimemente llamamos “literatura mexicana”. Este aparato funciona, existe y está engrasado para sacar tortillas por kilo. Así seas un engrane pequeñito o un botón de pánico, todos somos relevantes en esta verdad dicha tantas veces que ya hasta parece mentira. Esto, honestamente, no pasa en otras ferias de libro. Y creanme que he estado en varias. Las de la ciudad de México palidecen al lado de la que actualmente se desarrolla bajo el inclemente sol de Zapopan. Jamás he entendido si decirle guanatos a este agradable cacho de nación es o no peyorativo.
Naturalmente no todo es literatura en la FIL, está el tramo malvibroso y rinconero de las editoriales religiosas, hay un puesto enorme de Sanborns con unas bocinas que arrojan a la calma de la feria los peores éxitos de Ricardo Montaner. Está la réplica de Guillermo del Toro acaparando selfies y está el constante reclamo de que este año vinieron demasiados influencers. A mi parecer, la oferta del país invitado, en comparación con Portugal el año pasado, deja mucho que desear.
Debido al reacomodo administrativo —por no decir despelote— que trae el FCE y la Secre de Cultura, uno puede encontrar ahora mismo en su stand, libros de mexicanos fregones a precios sumamente accesibles. El Fondo de Cultura Económica más económico que nunca, debería ser su slogan. Poesía completa de Morabito a cien lanas, tomos de Alfonso Reyes incluso más baratos que eso. Compré un libro sobre sueños eróticos en la poesía el siglo de oro español, de mi abuelito Alatorre, en ochenta pesos. Qué tiempos para estar vivos. A la par conviene adquirir los ejemplares de la nueva etapa de Tierra Adentro, ese trampolín debilitado.
Editorial Paraiso Perdido lleva años defendiendo y promoviendo la mejor literatura mexicana del enfermito siglo 21. En su stand brillan primorosas las novedades de este año. A destacar la afamada Restauración de Ave Barrera, El terco rezo de las nubes de Pedro Zavala y Época de cerezos de Laura Baeza. Otra editorial mexicana que me tiene muy sorprendido es Dharma Books + Publishing. Libros hermosamente editados. En este caso tengo la mirada puesta en el de ensayos de Antono Ortuño, la novela Llegada la hora de Karla Zárate y el poemario Un montón de escritura para nada” de Sara Uribe. Prometen.
La Universidad Veracruzana cada año aumenta el catálogo de la Biblioteca del Universitario: clásicos traducidos con huevos y con prólogos que hacen las veces de útil muleta. Este año noto que nos dan Germinal de Zola, una antología de ensayo inglés y cuentos de Rilke. Ya con esos tres uno tiene para cerrar el año. Murió Pitol, pero el esfuerzo sigue adelante, qué bendición. Huelga decir que cada ejemplar cuesta 50-60 pesos.
Y pues hay que rascarle. En la zona Internacional de la feria se encuentran, desplegados con poderío, los Libros del Zorro Rojo, portento de belleza editorial. No exagero: la FIL podría solo tener esta oferta de libros y ya sería un evento espectacular. Libros de todo tipo ilustrados con cariño y detalle. Los hojeas y te embelesas. La editorial argentina El cuenco de Plata cambió de distribuidor así que en el stand del distribuidor despechado está rematando libros de Filloy o hasta el Fineggans Wake a precios de ensueño. Hoy mismo iré por una novelota de Henry James de la que jamás había tenido noticia.
En fin. Compren libros, vengan a la feria. Los que venimos desde lejos tendremos que pagar sobrepeso en la maleta. ¡Eso sí! Reserven un par de billetes para enero que sale mi novela nueva.
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