El Zócalo se llenó de feminismo la tarde de este domingo. No importó si eran contingentes radicales, pacíficos, de madres con sus hijos, de familiares de víctimas, indígenas, estudiantes, trabajadoras sexuales, mujeres con discapacidad o hasta de servidoras públicas; más allá de sus diferencias, todas las que fueron a la marcha del 8 de marzo 2020 en CDMX estaban de acuerdo en algo: la urgencia de erradicar la violencia de género.
En días recientes circularon rumores en redes sociales de que habría ataques con ácido contra las manifestantes en la marcha del 8 de marzo 2020, pero decenas de miles de mujeres salieron a las calles sin temor… al menos por esta vez, y todo quedó en amenazas.
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Desde las 11:00 de la mañana, cientos de mujeres utilizaron el transporte público para llegar al Monumento a la Revolución o al Ángel de la Independencia, de donde saldrían los principales contingentes. Vagones repletos de niñas y mujeres vestidas en colores violeta circulaban en el Metro de la Ciudad; desde andenes y escaleras había coros y consignas.
Las consignas se escuchan en los pasillos, las escaleras. Decenas de mujeres de diversas edades viajan en Metro rumbo a la #Marcha8M. #DíaInternacionalDeLaMujer #NiUnaMás pic.twitter.com/YwVy2yMeP1
— Chilango (@ChilangoCom) March 8, 2020
La estación Revolución estaba abarrotada: los convoyes, los andenes, las salidas, cada centímetro cúbico parecía ocupado por una mujer. Al salir la cosa no era diferente: mares y mares de personas seguían la misma ruta.
Para la 1:00 de la tarde, el Monumento a la Revolución era intransitable, todas levantaban coloridas pancartas, compraban pañuelos verdes y, a coro, cantaban consignas “y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”.
La congregación duró mucho más de lo que se esperaba. Hubo periodos de confusión, en los que no sabíamos si realmente íbamos a avanzar, producto de la cantidad de gente reunida. El recorrido comenzó acompañado de tamboras que retumbaban al unísono, mientras que el humo de copal creaba un ambiente místico, de ritual.
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Las claves de la marcha del 8 de marzo 2020
“Hay un reguero de huesos, Llorona, que alguna vez fueron tú / Ay de mí, Llorona, Llorona, mi niñita mexiquense / te fuiste para la escuela, Llorona, y te encontré en el forense. / Quieren matarte de noche, Llorona, quieren matarte de día. / Te matan los delincuentes, Llorona, te mata la policía. / Que paren los feminicidios, Llorona, y se empiece a aplicar justicia”.
Así resonó el canto de un grupo de mujeres activistas que recompusieron la clásica canción mexicana para exigir justicia por las mujeres y niñas víctimas de feminicidios en México en la marcha del 8 de marzo 2020.
Fue uno de los momentos más bulliciosos y emotivos durante la marcha. Ocurrió frente al Palacio de Bellas Artes, en la Antimonumenta, donde se instaló un micrófono abierto y un “tendedero de denuncias”. Mujeres de diversas edades se subieron a contar, a gritos y con lágrimas, sus experiencias con la violencia machista. Acoso y abuso sexual, violencia física y psicológica, feminicidio.
“Mi expareja me pegó, humilló, y le dije a los ojos: ‘No me voy a dejar matar, no nos vamos a dejar matar’”, gritó una. “Desde Ecatepec vinimos a agradecerles a todas por luchar también por uno de los municipios más violentos del país. La periferia resiste”, gritó otra.
“Mi prima este 5 de marzo iba a cumplir 21 años pero la mató su novio. Le arrebataron toda su vida, todo su futuro, las ganas de ver a sus hijas crecer. Nada borrará su nombre. No la vamos a olvidar”, gritó otra más mientras cientos de mujeres marchaban rumbo al Zócalo.
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Hubo espacio para todas
Dos horas después que empezó la marcha del 8 de marzo 2020, había contingentes aún esperando para salir del Monumento a la Revolución. A la vanguardia, las madres, hermanas, primas, hijas y amigas de Fátima, Ingrid, Abril y muchísimas mujeres y niñas más víctimas de feminicidio.
Mujeres de todas edades y estratos sociales juntas, marchando al mismo ritmo y por los motivos y exigencias en común. “Es un día histórico”, declaró Pamela, una joven madre que denunció públicamente el abuso sexual que sufrió su hija de cinco años por parte de su tío, “este día nos cambia a todas las que estamos aquí y las que no; no vamos a ser las mismas mañana, porque ya basta de encubrir a violadores y feminicidas, el silencio se acabó y con eso se va a acabar también la violencia… algún día”.
El agua de las fuentes públicas se tiñó de rojo, como símbolo de la sangre derramada a causa de la violencia feminicida. De color sangre también se mancharon las decenas de nombres de víctimas que fueron pintados de blanco sobre el piso del Zócalo unas horas antes.
El colectivo #Desgarradas hizo un performance con medias que simularon partes de los cuerpos destazados por feminicidas. Otras colectivas pintaron e incluso derrumbaron las vallas colocadas alrededor de los monumentos de la ciudad.
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“Ni una más, ni una más, ni una asesinada más” o “el que no brinque es macho, el que no brinque es macho”, fueron algunas de las frases más coreadas durante la marcha del 8 de marzo 2020.
En la Antimonumenta a las víctimas de violencia de género en México hubo una parada, en la que las madres hablaron para exigir a las autoridades tratar los casos de violencia contra las mujeres con perspectiva de género.
A escasos pasos de ahí, la colectiva Enchuladoras de la anti puso un tendedero de denuncias e invitaban a tomar el micrófono y dar un mensaje a las asistentes.
Por turnos, las manifestantes contaban la historia de alguna familiar asesinada o las veces que han sido agredidas, “de mis 6 a mis 14 años fui abusada por mi papá. Fui al psiquiatra y me encontré con más casos como los míos. Esto tiene que parar”, compartió una de ellas.
Los alrededores del Palacio de Bellas Artes fueron adoptados para exigir un alto a los feminicidios. En las vallas colocadas para resguardarlo se pegaron fotografías de presuntos acosadores, así como denuncias anónimas, y quedaron tapizadas con los nombres de 1,200 víctimas de feminicidio entre 2010 y 2020.
En la parte lateral de la Alameda, un grupo organizó una batucada.
Fue impresionante ver cómo corrían las horas y la gente seguía llegando del Monumento a la Revolución al Zócalo en la marcha del 8 de marzo 2020. Las manifestantes gritaban, brincaban y exigían con toda la energía, como si el calor y el cansancio fuera inexistente.
Madres, hijas, amigas, mujeres de todas las edades uniendo sus voces y con el puño en alto para gritar “¡Yo sí te creo!”.
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Y el Zócalo se pintó de violeta por la marcha del 8 de marzo 2020
El arribo de la vanguardia a la Plaza de la Constitución ocurrió pasadas las 15:30, a través de la calle de 5 de mayo. Miles y miles de mujeres llegaron cantando consignas, agitando el puño en alto, aplaudiendo, brincando.
Por la mañana, un grupo de activistas escribió sobre la plancha del Zócalo los nombres de algunas víctimas de feminicidio con pintura blanca. Fátima, Ingrid, Abril, Lesvy, Carla, Diana; su misión, que el nombre de las que ya no están no se olvide, que no pase a ser un número más en la estadística de 10 mujeres asesinadas a diario en México.
Poco a poco, y mientras la longitud de la marcha del 8 de marzo 2020 aún se extendía al Monumento a la Revolución, las manifestantes fueron ocupando el Zócalo.
Alrededor de las 17:00, algunos estallidos ocurrieron cerca de la puerta central del Palacio Nacional, que permanentemente estuvo custodiada por el cuerpo de granaderos.
Más tarde, junto al asta bandera (en cuyo mástil fueron pegadas cruces rosas con nombres de mujeres víctimas de feminicidio y sus fotos), un grupo de manifestantes le prendieron fuego a tarimas de madera y bailaron a su alrededor.
Al caer la noche, la multitud comenzó a dispersarse. Quienes se quedaron más tiempo tardaron alrededor de una hora, pero lograron el cometido: izar sobre el asta más simbólica del país una pequeña bandera negra en señal de luto. El pañuelo ascendió entre gritos de júbilo, bullas y aplausos.